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Actualizado: 26 oct 2017 / 18:57 h.
  • Manuel R.M., acusado de asesinar en diciembre de 2015 en Lebrija a su expareja, María del Castillo Vargas. / EFE
    Manuel R.M., acusado de asesinar en diciembre de 2015 en Lebrija a su expareja, María del Castillo Vargas. / EFE

«Es imposible que yo le hiciera eso a mi mujer, jamás en la vida se me pasaría por la cabeza». Son las palabras de Manuel Rodríguez Muñoz, el acusado de acabar con la vida de María del Castillo Vargas Amaya, hija de la bailaora Juana Vargas, que ha negado en todo momento el crimen, pues solo ha reconocido que «durante un forcejeo se le dio con el cuchillo en el cuello», pero no ha admitido que le asestara ni una de las 40 puñaladas que presentaba el cuerpo. Tampoco ha admitido ante el jurado popular que lo juzga desde hoy que tras apuñalarla la lanzara por el balcón de la vivienda. «Ella se tiró, no sé por qué hizo eso».

El «brutal crimen», como lo ha calificado la abogada de la familia de la víctima, ocurrió la madrugada del 9 de diciembre de 2016, tan solo 15 días después de que un juzgado de Lebrija le impusiera a Manuel una orden de alejamiento de su mujer, que incumplió cuando se coló en la vivienda por una ventana de la primera planta hasta donde trepó. El acusado, que solo ha contestado a las preguntas de su abogado, ha asegurado que esa noche fue a buscar a María del Castillo al bar, pero «tenía gente y me dijo que me fuera a la casa. Cuando llegué tenía la luz encendida, pero llamé con los nudillos y no me abrió». Entonces, según su relato decidió trepar hasta la planta de arriba y se coló por la ventana, encontrándose a su mujer «en el salón despierta». Él no tenía llaves porque ella la había cambiado después de iniciar el proceso de separación y tras denunciarlo en varias ocasiones

En su declaración, llena de contradicciones como ha puesto en evidencia la Fiscalía, ha dicho que ella al verlo se va a la cocina con el móvil, y él se lo pide, pero ella «cogió un cuchillo y me cortó en los dedos». Según ha contado pudo arrebatarle el teléfono, pero se estableció «un forcejeo porque era una mujer grande», en el transcurso del mismo «me eché para atrás y se le dio en con el cuchillo», ha dicho señalando el cuello. Él le había quitado el cuchillo, pero ella se fue arriba «y escuché un ruido», cuando subió «me encontré que se había tirado y estaba en el suelo llena de sangre». «En estado de shock, me tiré desde arriba y me hice daño en a muñeca y en el tobillo», esto hizo que no pudiera atenderla y decidiera coger su furgoneta y marcharse a la Policía Local «para buscar ayuda». «Nunca he tenido problemas con ella», a pesar de que tiene una condena por lesiones en el ámbito familiar y denuncias por amenazas, además de la citada orden de alejamiento.

El acusado se enfrenta a penas de entre 31 y 33 años de prisión por los delitos de asesinato, quebrantamiento de medida cautelar, allanamiento de morada y maltrato habitual. En cambio, la defensa considera que los hechos deben calificarse como un delito de homicidio porque «no fue algo premeditado», llegando a utilizar la desacertada expresión de que fue un crimen pasional. La letrada ha dicho que sabe que su cliente «está condenado», pero considera que es de justicia que se le aplique las atenuantes de «confesión porque se entregó, la de drogadicción porque había consumido cocaína, no tenía capacidad de autocontrol». Además, ha asegurado que «es imposible» que el acusado tirara a su mujer desde el balcón por cómo ocurrieron los hechos.

En cambio, para la Fiscalía «sabía perfectamente lo que hacía», pues «él decidió que si no estaba con él no estaba con nadie y la mató». «Fue un ataque que pilló absolutamente por sorpresa a María del Castillo», ha añadido la fiscal para la que «no hay ninguna circunstancia atenuante». «Lo hizo de forma que no pudo defenderse y lo hizo agravando el sufrimiento».

Por su parte, la abogada de la familia de la víctima ha explicado que ella sabía que la mataría, pues cada vez que tenía un percance con él se lo decía: «esto significa que me va a matar». «Hay una madre que dejó a dos hijos, que está muerta y que no puede contar lo que pasó».

«La trataba como a una mierda»

La hermana de María del Castillo Vargas Amaya, Juana Vargas fue muy clara y tajante en su declaración. «¿Cómo trataba el acusado a su hermana?», le preguntó la fiscal. «La trataba como a una mierda, con perdón», señaló con voz firme. «Psicológicamente la trataba fatal, le decía que no valía para nada y eso delante de la familia y de sus hijos. La insultaba», recalcó. La mujer, que no permitió que se refirieran al acusado como su cuñado, lo definió «como un hombre conflictivo, lo echaban de todos los trabajos» y que «se aprovechaba del buen nombre de los Vargas para abrirse puertas. También dijo que le «robaba dinero» a la víctima, para «sus cosas: alcohol, cocaína y putas». Era un mantenido por la familia Vargas», concluyó tras relatar que sus padres ayudaban mucho a su hermana, al extremo de que la casa en la que vivía la pareja «era de mi padre» y de que sus sobrinos «vivían con nosotros siempre desde que nacieron». Precisamente, fue el nacimiento del segundo hijo el momento en el que María del Castillo «dejó de taparle». «Estaba harta de que le robara, de cuernos. Ella estaba pariendo a su segundo hijo y él estaba mientras con otra. No le tapaba porque no quería que sus hijos fueran tan golfos como él». Juana terminó con unas palabras que dirigió a la magistrada que preside el jurado: «le pido que tenga dos pares de cojones para al menos admitir que ha sido él». Luego a la salida se dirigió directamente al acusado.

También declaró un amigo de la víctima , con la que estaba empezando una relación. «Me mandó un mensaje en el que se escuchaba a su hijo decirle que su padre le había dicho que si la veía con otro hombre la mataba». «Tenía miedo», corroboró una compañera.

El jurado popular también escuchó la declaración de los policías locales que atendieron al acusado al poco de ocurrir los hechos. «Estaba completamente ensangrentado y tenía la mano quebrada», dijo uno de los agentes que recuerda que lo primero que le dijo Manuel es «si me tienes que detener me detienes», antes de contarle que había discutido con su mujer, pero que ella «estaba bien y estaba en casa de su madre». «Dí la verdad», gritó en ese momento el acusado, al que la juez le ordenó que guardara silencio. «Me van a caer 15 años, pero me he quitado un problema de encima», fue lo único que le dijo sobre el crimen.