El espárrago, un producto tan nutritivo como con un componente social tan arraigado entre nuestros agricultores desde que irrumpió la anterior crisis, la de 2008, debido a que muchos padres montaron pequeñas explotaciones para sus hijos en paro, ha estado a punto de malograr absolutamente esta cosecha que finaliza este mes si no llega a ser por comercializadoras que han demostrado una perseverancia fuera de lo común en los peores momentos de la actual crisis del COVID-19, es decir, en las últimas semanas de marzo. Una de ellas es la sociedad agraria de transformación Frupal, un centro hortofrutícola con más de tres décadas de historia que, situada en el kilómetro 564 de la N-IV, entre Dos Hermanas y Los Palacios, comercializa uno de los mayores volúmenes de espárragos de toda la provincia de Sevilla. “Aquí llegan espárragos de El Coronil, a cuya cooperativa le interesa más enviárnoslos que transformarlos ellos, o de Lora del Río, por ponerte dos ejemplos extremos”, explica su gerente, Alonso Navarro, orgulloso de que su sociedad no solo se haya convertido en un referente de este producto a nivel provincial, sino, sobre todo, de “haber aguantado en esos momentos tan difíciles que se vivieron entre marzo y abril”.
La principal causa de la debacle del espárrago andaluz en general fue el cierre de fronteras de países como Francia, en cuya fiesta de la Pascua -nuestra Semana Santa- se consume tanto espárrago como es normal en un producto que alcanza allí y en tales fechas la categoría de símbolo. Con la llegada de la primavera, hacer espárragos a la plancha en el país galo es algo más que una comida. Téngase en cuenta que casi el 30% del espárrago andaluz exportado tiene como destino el mercado francés. Algo más incluso ocurre con el mercado alemán. “Pero determinadas políticas muy estrictas de sus gobiernos”, explica Navarro, “hicieron que allí se apostara por enviar a muchos trabajadores en paro durante aquellas semanas a sus campos para producir precisamente espárragos”.
La decisión cayó como un jarro de agua fría en Andalucía en general -Granada, la provincia más productora con diferencia, se resintió gravemente- y en la provincia de Sevilla en particular, porque el mercado nacional hubo de absorber toda la producción y los precios cayeron estrepitosamente. El agricultor suele tener en el euro por kilo el límite para que le merezca la pena su trabajo. Sin embargo, tan solo diez días más tarde, Francia asumió la evidencia de que ni tenía producto suficiente, ni capacidad de generarlo en tiempo récord y mucho menos personal dispuesto a irse al campo. Pero el estropicio ya estaba casi hecho. En este sentido, muchas comercializadoras le habían cerrado ya las puertas y muchos productores se vieron abandonados. Sin embargo, Frupal continuó recogiendo espárragos cuando empezó a recibir llamadas de compradores extranjeros porque necesitaban de nuevo el producto, que en determinados momentos alcanzó jugosos precios de hasta tres y cuatro euros. Luego, se han normalizado y, ahora que faltan dos semanas para que concluya la campaña, en Frupal calculan que a los agricultores de la provincia les habrá salido una media de entre 1,5 y 1,8 euros por kilo, lo cual no deja de ser esperanzador teniendo en cuenta las circunstancias vividas. “No vamos a llegar a los 600.000 kilos que teníamos pensado al principio, pero vamos a superar los 450.000 seguro”, asegura Navarro, aliviado.