Esta vez le ha tocado al expresidente de la Generalitat catalana, Carles Puigdemont. Su imagen ha sido la elegida para mostrar al Judas que se ha quemado en la plaza central de Coripe, cumpliendo la tradición de cada Semana Santa de abatir a escopetazos y quemar la figura de alguien que se haya distinguido durante el año anterior por ser especialmente negativo para la sociedad.
Es el argumento con el que Coripe ha “arremetido” hoy contra Puigdemont, el mismo usado desde que se celebra la fiesta, cuyo origen ni se conoce en el pueblo, y que está catalogada como Fiesta de Interés Turístico Nacional.
Si el año pasado, la figura de Ana María Quezada trajo no sólo polémica, sino incluso una denuncia ante la Fiscalía por el Movimiento contra la Intolerancia, este año los ecos de la fiesta pueden llegar bastante lejos. A diferencia de los vídeos caseros difundidos en 2018, en esta ocasión televisiones de varios puntos de España, e incluso un canal holandés se han desplazado a esta localidad sevillana de poco más de 1.300 habitantes para ser testigo de la fiesta y difundirla. Muchas más que esas 1.300 personas llenaban la plaza, en uno de esos días grandes del pueblo.
Un día grande en el pueblo
Y es que el Domingo de Resurrección de Coripe es uno de los días más importantes para la localidad con la tradición del ‘Judas’, una cita en la que, para la ocasión, se recrea el Huerto de los Olivos por el que pasa la procesión del Cristo Resucitado organizada por la Parroquia de San Pedro y, una vez finalizada es cuando tiene lugar la quema del Judas.
La quema consiste en un muñeco hecho de tela y de paja que habitualmente representa al personaje más impopular del año o alguien que se ha caracterizado en el año “por alguna fechoría o mal comportamiento”, explican los organizadores.
El Judas es llevado a la plaza acompañado por los escopeteros, y tras ser colgado de una higuera, colocada junta a la Iglesia para la ocasión, es tiroteado por escopeteros del pueblo con munición de salva, hasta que este empieza a arder y es quemado en su totalidad.
La fiesta tuvo tanto eco el año pasado que el alcalde de Coripe, Antonio Pérez, y su concejala de Festejos, Irene García, tuvieron que declarar ante la Fiscalía imputados por un presunto delito de odio.