El 28 de diciembre de 2007 la multinacional Altadis echaba el cierre a las instalaciones de su fábrica de tabacos en el barrio de los Remedios. De este modo se ponía fin a cuatro siglos de historia de vinculación de la ciudad con la manufactura de esta planta traída de América por los conquistadores españoles, un proceso que empezó siendo artesanal y que empleó a miles de sevillanos (y sevillanas, éstas a partir de 1813) durante varias centurias, en la mayor parte de las cuales Sevilla gozó del monopolio estatal de su fabricación. Legado glorioso de los lazos que unieron a Sevilla con la manufactura de este producto es el edificio de la Real Fábrica de Tabacos de la calle San Fernando, una de las más colosales representaciones de la arquitectura industrial en España, transformado en Universidad desde mediados del siglo XX, y cuyas instalaciones llegaron a emplear a la vez a 6.000 trabajadoras, siendo este el origen de las cigarreras de Sevilla, inmortalizadas en las fotografías de J. Laurent, los cuadros del pintor Gonzalo Bilbao o la ópera Carmen de Bizet.
La actividad productiva en la Real Fábrica de Tabacos se inició en el verano de 1758, pero casi un siglo y medio antes Sevilla ya era productora de tabaco en polvo. Es en el año 1620 cuando el Estado decide, por razones de control de la actividad, concentrar los diferentes talleres dispersos por la ciudad en una sola fábrica que se ubicó en la actual plaza de San Pedro, en un conjunto llamado «casas de la Galera», un recinto formado por varias construcciones de dos plantas que fue transformándose y ampliándose a lo largo de los años.
Pero el continuo aumento de la demanda de tabaco obligó a las autoridades a pensar en un nuevo y gran edificio cuya ubicación debía de estar cerca del río para facilitar así la descarga de la materia prima que llegaba de América. Finalmente, se decidieron por el que llamaban Sitio de las Calaveras por haber acogido enterramientos en tiempos de los romanos.
El primer proyecto se presenta en 1728, aunque hasta 1758 no se produce el traslado definitivo de San Pedro a la nueva fábrica. El resultado fue el edificio de mayores dimensiones y máxima categoría arquitectónica de su género en España, un enorme rectángulo de 185 x 147 metros apodado como el Escorial Tabaquero y provisto de cárcel, cuerpo de guardia para registrar al personal al salir de la Fábrica y capilla.
La Fábrica regulaba todo tipo de cosas: las labores de los operarios, la vestimenta, el horario y también el robo y el fraude. A los que intentaban llevarse algo de picadura o cigarrillos se les podía sancionar con un corto periodo de privación de libertad en la cárcel de la Fábrica o incluso ser despedidos.
Uno de los hitos en la historia de la Fábrica se produce en el año 1813, con la incorporación de trabajadoras al oficio. Hasta entonces el trabajo tabaquero había sido labor de varones. Se fabricaba sobre todo tabaco en polvo, excepcional por su finura, cuyas tareas requerían esfuerzos muy violentos a la hora de transportar los fardos de tabaco.
En la nueva Fábrica de la calle San Fernando aumentó la demanda de cigarrillos a la par que la producción de tabaco en polvo se redujo. Para esta labor se consideró que las mujeres eran más hábiles y menos exigentes, haciendo el trabajo con más esmero y cuidado y por menos dinero. Ya había habido otras fábricas con mujeres, como Cádiz, pero es en Sevilla donde por primera vez el liado de cigarros se realizó por hombres y mujeres conjuntamente, para después imponerse la mujer, llegando a alcanzarse la cifra de 6.000 cigarreras empleadas en la Fábrica.
Como inmortalizó Gonzalo Bilbao en un cuadro, a las cigarreras se les facilitaban cunas para que pudieran trabajar y amamantar a sus hijos pequeños a la vez. Con fama de independientes, estas mujeres inspiraron el personaje de Carmen de la novela de Merimée de 1845 y la versión operística homónima de Bizet, cuyo estreno en Sevilla data de 1881.
Al grito de «¡Nos roban el pan!» las cigarreras protagonizaron un sonado motín en 1885 al ver amenazados sus puestos de trabajo con la introducción de máquinas para el liado de cigarros de papel, las que llamaban Bonsak. El Gobierno se vio obligado a emitir un comunicado asegurando que no se había pensado en instalar medios que menoscabasen el trabajo de las cigarreras. Pero con el paso del tiempo se fue introduciendo la mecanización del trabajo. La empresa fue reduciendo la plantilla a medida que las cigarreras se iban jubilando. Sus plazas fueron amortizadas sin traumatismos. Su tiempo había concluido.
La actividad en San Fernando se mantuvo hasta mediados del siglo XX. El edificio se había quedado obsoleto para albergar una fábrica de tabacos completamente mecanizada, por lo que en 1942 el Ministerio de Hacienda lo cede para Universidad, sometiéndose entonces a una gran transformación para adaptarse a los usos académicos.
Desde este momento se inicia la tercera etapa de la fábrica de tabacos de Sevilla en un nuevo emplazamiento. Se eligen para su construcción unos terrenos al otro lado del río, en el barrio de los Remedios y al amparo de la constitución de un nuevo monopolio legal de tabacos denominado Tabacalera España. Tras privatizarse en 1998, pasa a manos de la multinacional Altadis.
A partir de aquí la historia ya la conocen. La sociedad tabaquera cesó la actividad de la fábrica de Sevilla en 2007. Nueve años después, el futuro de los 40.000 metros cuadrados de la fábrica de los Remedios, abandonada y cerrada, sigue siendo una cuestión urbanística pendiente.
Una cofradía que primero fue de «cigarreros»