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Actualizado: 01 ene 2016 / 20:07 h.
  • Dos décadas impartiendo justicia ‘popular’

Es una de las leyes que más opiniones dispares crea y, pese a que en 2015 ya ha cumplido 20 años, sigue siendo una gran desconocida para muchos ciudadanos. La Ley del Jurado acumula ya 20 años, aunque será durante este 2016 recién estrenado cuando en Sevilla se cumplan las dos décadas celebrando juicios con jurados. Desde entonces, unos 3.000 sevillanos han ejercidos de improvisados jueces decidiendo sobre la culpabilidad o inocencia del acusado, tras ser elegidos por sorteo. Curiosamente, la mitad de los juicios celebrados en este tiempo han sido por asesinatos u homicidios; y, sí, haciendo honor a su fama, los tribunales populares han condenado a más del 87 por ciento de los casos enjuiciados en dos décadas.

El primer juicio que se celebró en la Audiencia Provincial de Sevilla fue el 14 de mayo de 1996 por un homicidio ocurrido en Lora del Río. El primer magistrado presidente fue Miguel Carmona –entonces presidente del citado órgano judicial y que en la actualidad es magistrado de enlace con el Reino Unido–, quien tras un veredicto de culpabilidad dictó una sentencia que condenó al acusado a 14 años de cárcel. Era el primero de más de un centenar en estas dos décadas y los inicios de un sistema, con muchos detractores pero también con muchos apoyos en el mundo judicial. Eso sí, casi todos coinciden en una necesaria revisión de la ley que regula todo el procedimiento.

En la actualidad, la Audiencia cuenta con una Oficina del Jurado que se encarga de la tramitación de todos estos procedimientos, una vez que concluye la investigación de los mismos y son remitidos para su enjuiciamiento. Sin embargo, no siempre fue así. Los primeros juicios eran tramitados por las propias secciones de la Audiencia a las que les tocaba celebrar el juicio. Una vez que la Oficina se estableció el primer secretario de la misma fue Antonio Piñero, que en la actualidad es secretario del Juzgado de Instrucción número 9.

«Tengo muy buenos recuerdos de aquellos años», señala Piñero. Su principal preocupación entonces era la de tranquilizar a las personas que eran elegidas como jurado y transmitirles con serenidad cuál iba a ser su cometido. «Hoy en día se conoce ya más la figura del jurado popular, pero entonces la gente venía muy asustada», indica. Él aún recuerda hasta impresionado como tras terminar un juicio por asesinato en el que el jurado declaró culpable al acusado se encontró a «cinco o seis chicos en la sala junto a la del juicio, llorando por la tensión. Habían acumulado mucha tensión durante el juicio y con la deliberación y se desplomaron tras el veredicto. Era un jurado muy joven», recuerda el secretario judicial.

Por eso tanto él como el actual secretario del jurado, Luis Revilla, coinciden en que es fundamental «el trato cercano». «Agradecen mucho la cercanía, que les explique bien las cosas y su cometido», indica Piñero, quien solía desayunar con ellos durante los días de juicio, porque entonces «nos subían el desayuno». «Hay mucho miedo ante un proceso desconocido», dice Revilla, aunque luego todo el que prueba la experiencia «se va con una sensación muy positiva y, en general, muy agradecido con el trato recibido». Es más, el tribunal del jurado hace que los ciudadanos que han participado «incluso valoren de forma diferente el trabajo de la Justicia. Para mí lo más importante es que se vayan contentos», afirma Revilla.

Pero la responsabilidad es a veces tan abrumadora que los jurados incluso se derrumban antes del veredicto, cuando aún quedan jornadas de juicio pendientes. «Era una mujer muy mayor, viuda, vestida de negro. Vino, se sentó a mi lado y se puso a llorar amargamente, diciendo que ella no se veía capaz de seguir, que no podía. Lo pasé muy mal, le ayudé como pude para que la mujer terminara el juicio», indica Piñero. Y luego también están los casos al contrario. «Hay quien está deseando que les llamen para ser jurado. Recuerdo un hombre que le tocó dos veces y que quería ser jurado y siempre decía que él había sido llamado porque era un hombre honesto y cabal. Las dos veces fue recusado por las partes».

Las anécdotas en 20 años son muchas, y, aunque parezca mentira, se dan en juicios en los que desgraciadamente se está tratando sobre la muerte violenta de una persona. Una de las más recordadas fue en el juicio por el crimen del celador del Virgen del Rocío, que murió tiroteado. El acusado, Ricardo Suárez, al más puro estilo americano, se acogió a la «quinta enmienda» cuando fue informado de su derecho a contestar a las preguntas o a guardar silencio. O, hace ya muchos años, cuando un hombre al que acusaban de matar a un vecino por unas cuestiones de lindes tras haber estado todo el juicio negando los hechos, al oír las conclusiones del fiscal en las que este afirmaba que había tomado la escopeta con la clara intención de acabar con la vida de su vecino soltó, ante la sorpresa de todos, un fuerte y contundente «po claro». Al oírlo nadie daba crédito, su abogado defensor, claro está, el que menos.

En estos 20 años, además, también han cambiado la forma de organizar y entender el jurado. De verse como algo extraño y propio de las películas de Hollywood, se ha hecho algo más nuestro. De hecho, al inicio estaba permitido a los abogados ponerse en pie para dirigirse al tribunal, como en EEUU. En cambio ahora, tanto los abogados como los fiscales permanecen sentados, como en el resto de juicios. Asimismo, ahora, salvo cuando es necesario por cuestiones de agenda, los juicios se celebran exclusivamente por la mañana, pero en los primeros años se hacían en jornada de mañana y tarde. «Era agotador, y los jurados acaban muy cansados tras recibir tantos datos», señala Piñero.

Mercasevilla, el más largo

El tiempo entre la celebración de la vista y la deliberación del jurado (cuyos miembros, nueve titulares y dos suplentes, son aislados en un hotel) suele ser de un par de semanas. Sin embargo, hay algunos que se van a mucho más, como es el caso del juicio celebrado por el supuesto cobro de comisiones en Mercasevilla, que duró un mes. Esto implica que también fuera el más caro celebrado hasta ahora, pues hay que tener en cuenta que cada miembro del jurado cobra 67 euros, solo esta cuantía supuso 22.100 euros –la media suele ser de 6.000 o 7.000 euros–. A esto hay que sumar otros conceptos como desplazamiento, almuerzo y cena. Esto supone que cada jurado cobró unos 2.000 euros por este mes de juicio.