El agua es un bien escaso que, por milagro del temporal, nada en la abundancia en Sevilla. Emasesa conmemora el día mundial del líquido elemento, que se celebra este jueves, desembalsando a espuertas en los seis pantanos de la red (Minilla, Aracena, Zufre, Gergal, Cala y Melonares) al hallarse al máximo de capacidad. Es decir, un 96,29 por ciento que garantiza el abastecimiento para entre cuatro y cinco años. Algo inaudito a la vista de una situación que, de no haber llovido en marzo, habría obligado a decretar el estado de prealerta de una red que atiende a algo más de un millón de habitantes.
Sin embargo, el diluvio de marzo disipó todo fantasma de esa sequía que algunos sufrieron como parte de la resaca post Expo 92. Antes de la lluvia, los embalses estaban al 61 por ciento. En Aracena y Zufre, por ejemplo, se registraron en 20 días casi 400 litros. Una barbaridad si se sabe que un año normal de lluvia está por encima de los 500 litros. En los pantanos más próximos a la capital, se registraron en lo que va de mes 260 litros.
El sevillano respira aliviado en ese sentido aunque, de producirse falta de reservas, desde Emasesa insisten que en ningún caso volverían a aplicar los cortes de agua. Extremo que está, de momento, muy lejano en el horizonte. Primero, por un colchón más mullido desde la puesta en servicio, en 2016, de Melonares. «Su construcción nos ha asegurado agua por años y años. Da una seguridad máxima», reivindicó ayer el jefe de Control de Calidad del Agua de la estación de tratamiento de agua potable del Carambolo, José Antonio Caraballo. En segundo lugar, se ha labrado, tal vez por la sequía no solo de los 90 sino de principios del presente siglo, por una filosofía de consumo responsable, que se aplica desde la propia empresa –que redujo en casi diez puntos desde 1997, del 21,7 al 12,2 por ciento, por debajo de lo exigido por la UE– y de los usuarios en sus hogares. No en vano, el consumo doméstico ha pasado de los 176 litros por habitante de 1991 a los 113 litros de los últimos tres ejercicios.