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Actualizado: 25 dic 2022 / 05:38 h.
  • Feliz Día de las Sobras, que sienten bien

Los llamados negacionistas desprecian asuntos que se tienen por insostenibles en no pocos centros de poder y ámbitos sociales en general: no se puede crecer tanto en población y en tan poco tiempo, que si 7.500 millones de personas, que si 8.000 millones, ¿cómo aguantar esa presión, germen no sólo de hambrunas sino de posibles levantamientos sociales en el futuro, adicionales a los que ahora contemplamos y sufrimos? Yo creo que los negacionistas, en esto, tienen razón, no es que estime este plumilla que Bill Gates se las está ingeniando para reducir la población con vacunas y otros medios porque la naturaleza sola se encarga en buena medida de eso a través de las guerras y de las nuevas selecciones naturales entre las que se encuentran el aumento de los suicidios y las “epidemias” depresivas que dejan al personal inactivo para la producción. No es eso, lo que sí creo es que para afirmar que somos muchos en el planeta primero hay que ver si podríamos comer todos si no desperdiciáramos tanta comida, si hubiera más justicia social y si dejaran a la ciencia trabajar mucho más en el desarrollo alimentario.

Si todo lo anterior fracasara, habría que aplicar la ideología feminista radical, consistente en no parir o en parir estilo chino, una cría en toda una vida, a lo que se añade burlarse de la mujer que quedara embazada por ser algo impropio de una hembra posmoderna. Eso en el mundo civilizado. En el resto, sigamos colocando parches con el voluntariado y las ONGs sin tocar la estructura originaria de tanta desgracia al tiemplo que suprimimos del todo las ayudas de cooperación y cerramos fronteras a cal y canto. Así se matarían entre ellos todavía más, a fin de cuentas, eso ha sucedido durante toda nuestra Historia, ahora, por ejemplo, India y China se siguen peleando por unos terruños y China, Japón y EEUU por unas islas. Estos son los civilizados, no hablemos de las tribus y etnias que, bien por sí mismas o estimuladas por los civilizados, se liquidan sin piedad. Pero primero vamos a lo que vamos, miremos algunos datos.

Si en la comida de Navidad se aprovecha lo que ha sobrado en Nochebuena, a finales del año pasado, unos 950 millones de toneladas de alimentos terminaban en la basura en el mundo. Hay datos para todo, como pueden ustedes observar día a día, lo que faltan son soluciones con vistas a que no se tengan que mostrar esos datos ni cobren distintas empresas e instituciones por elaborarlos. Para qué nos vamos a engañar, hoy es Navidad y habrá que darse un abrazo, pero los seres humanos somos una especie despreciable, puedo guardar este texto para la Navidad que viene y para la otra y la otra y la otra o dejárselo a alguien con la finalidad de que lo retoque por si la he cascado, y se podrá publicar casi idéntico. Eso sí, nos felicitaremos, me pregunto por qué, debe ser por el deseo de que todo vaya mejor aunque sepamos que todo quedará más o menos igual.

La cantidad de alimentos desperdiciados, que he citado antes, supone algo así como el 18 o el 20 por ciento del total de alimentos disponibles para los consumidores y, atención, unos 570 millones de toneladas proceden de los hogares. La cantidad restante se atribuye a los restaurantes y otros servicios de alimentación y al comercio minorista. A nivel mundial, per cápita, cada año se desperdician 121 kilogramos de alimentos a nivel del consumidor, y 74 de esos kilogramos se desperdician en los hogares. Datos para 2021 del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). Conclusión: somos unos solidarios de narices, también cuando por un lado nos compadecemos de los muertos tras diez meses de guerra en Ucrania, al tiempo que bendecimos los 40.000 millones de dólares más que se va a gastar EEUU en mandarle a Zelenski más armamento y le echamos la culpa a Pedro Sánchez de la inflación, a la vez que el propio Sánchez apoya la guerra contra Rusia porque, claro, toda la culpa es de Putin, ya nos han lavado convenientemente el cerebro desde bastante antes de que comenzara el conflicto en febrero de 2022.

Los que más comida tiramos a la basura somos lo que más comemos, claro está. Pero hay paradojas. Se calcula que China desperdicia 91,6 millones de toneladas de alimentos al año, mientras que India desecha 68,8 millones de toneladas. Como se sabe, todos los indios tienen que tomar sal de fruta cada día después de comer de tanto como tragan los del turbante, nadan en la abundancia. Estados Unidos está un poco más abajo en la clasificación, con 19,4 millones de toneladas de residuos alimentarios. La tasa de pobreza en EEUU aumentó ligeramente en 2022 a 11,6% desde 11,5% del año anterior, según los datos anuales revelados por la Oficina del Censo. En América Latina, Brasil y México producen aproximadamente 12 millones de toneladas anuales. España, por su parte, genera 3,61 millones. Una maravilla, la pobreza en los dos países latinos citados está por encima del 60% y en España ya sabemos que el 45% de la población llega con dificultades a finales de mes, por no aportar más datos.

Tal vez crean que ha sido mi intención indigestarles la comida del Día de Navidad. Nada de eso, ni siquiera deseo -como dicen repetidamente los de izquierdas- concienciarles sobre un asunto del que ustedes ya están concienciados. Comamos las sobras de Nochebuena y que nos aprovechen. Si acaso, como en la película Plácido, de Berlanga, sentamos a un pobre a nuestra mesa y todo listo, con tal de que no se nos muera atragantado. Eso sí, ignoro cuántas comidas de Navidad se podrían celebrar si no usáramos tanto el contenedor de basura. Hasta los perritos y los gatitos tienen su propio yantar, ahora estamos en la sociedad donde todo se tira, desde la comida hasta los viejos, pasando por todos esos objetos, víctimas de esa canallada a la que bautizaron como obsolescencia programada, inventada por General Motors. Y, además, que no, oye, que queda más fino ir a la moda, al último grito. Espero que no tengamos que gritar de verdad de tanto ir al último grito.