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Actualizado: 05 jun 2022 / 05:48 h.
  • Incomodidades y advertencias eclesiásticas con El Rocío

La verdad es que no fueron críticas destructivas -como no podía ser menos- sino consejos, solicitud de atención para que los romeros no perdieran las esencias religiosas del evento a base de ciertas frivolidades folklóricas en el sentido más peyorativo de lo folklórico, puesto que el concepto folklore es totalmente antropológico y científico desde el punto de vista laico-académico, lo que creo que las autoridades de la Iglesia querían decir es que los fieles no se dejaran llevar por el entusiasmo y frivolizaran este encuentro religioso y católico.

Juan Pablo II: plenitud evangélica

El 14 de junio de 1993 Juan Pablo II hizo acto de presencia en El Rocío. El pontífice viajó a las arenas en helicóptero. Juan Pablo II, hoy santo, rezó siete minutos a la Blanca Paloma, “la mitad del tiempo que permaneció postrado en 1989 ante la santina, la Virgen de Covadonga”, puntualizaba el diario El País. La “crítica” del papa se concentraba sobre todo en los tres puntos siguientes de su discurso:

Primero. “Vuestra devoción a la Virgen, manifestada en la Romería de Pentecostés, en vuestras peregrinaciones al Santuario y en vuestras actividades en las Hermandades, tiene mucho de positivo y alentador, pero se le ha acumulado también, como vosotros decís, “polvo del camino”, que es necesario purificar. Es necesario, pues, que, ahondando en los fundamentos de esta devoción, seáis capaces de dar a estas raíces de fe su plenitud evangélica; esto es, que descubráis las razones profundas de la presencia de María en vuestras vidas como modelo en el peregrinar de la fe y hagáis así que afloren, a nivel personal y comunitario, los genuinos motivos devocionales que tienen su apoyo en las enseñanzas evangélicas”.

Segundo. “En efecto, desligar la manifestación de religiosidad popular de las raíces evangélicas de la fe, reduciéndola a mera expresión folklórica o costumbrista sería traicionar su verdadera esencia. Es la fe cristiana, es la devoción a María, es el deseo de imitarla lo que da autenticidad a las manifestaciones religiosas y marianas de nuestro pueblo. Pero esa devoción mariana, tan arraigada en esta tierra de María Santísima, necesita ser esclarecida y alimentada continuamente con la escucha y la meditación de la palabra de Dios, haciendo de ella la pauta inspiradora de nuestra conducta en todos los ámbitos de nuestra existencia cotidiana”.

Tercero. Sería una pena que esta cultura cristiana vuestra magnífica, profundamente enraizada en la fe, se debilitara por inhibición o por cobardía al ceder a la tentación y al señuelo –que hoy se os tiende– de rechazar o despreciar los valores cristianos que cimientan la obra de la devoción a María y dan savia a las raíces del Rocío. Por eso os vuelvo a insistir hoy ante la Virgen: dad testimonio de los valores cristianos en la sociedad andaluza y española.

No obstante, el llamado por los católicos Santo Padre afirmó también: “Me siento feliz de estar con vosotros en esta hermosa tarde, aquí, en este paraje bellísimo de Almonte y ante este bendito Santuario, en el que acabo de orar por la Iglesia y por el mundo. A Ella, nuestra Madre celeste, Asunta en cuerpo y alma al cielo, he pedido por vuestro pueblo andaluz y español”.

“He pedido para vosotros, los aquí presentes, así como para vuestras familias y para Andalucía entera y la noble Nación española, que sepáis siempre superar las dificultades y los obstáculos, a veces frecuentes en el camino, como son la pobreza, la temible plaga del paro, la falta de solidaridad, los vicios de la sociedad consumista en la que se olvida el sentido de Dios y la caridad auténtica”.

De ahí que algunos comentarios que recordaban el 17 de mayo de 2018 los 25 años de la visita del Papa, sostuvieran: “Sus palabras sirvieron además para acabar con cierta leyenda negra que gravitaba en derredor de la romería. Para sacar a flote la autenticidad espiritual de este movimiento de masas. Para eternizar el Evangelio según el sentimiento mariano de un rocierismo que jamás debe desvirtuarse ni tergiversarse”.

Sin embargo, el citado diario El País, fue más lejos en su papel de “diario progresista” y echó mano de cierto sensacionalismo en su titular y subtítulo: “Tirón de orejas a los romeros del Rocío” (titular). “El Papa critica ante miles de peregrinos el folclor que rodea a la fiesta” (subtítulo). Tal era la crónica que Pablo Ordaz y Alex Rodríguez firmaban desde El Rocío y Sevilla el 15 de junio de 1993. En su desarrollo podía leerse:

“Los rocieros fueron por lana y salieron trasquilados. El primer Papa en visitar la ermita de El Rocío aprovechó la ocasión para reñir a los romeros. Juan Pablo II piensa, como dejó entrever ayer ante unas 20.000 personas, que la peregrinación, que hace dos semanas reunió a un millón de romeros, se ha convertido en un acto más folclórico y lujurioso que en una auténtica manifestación de religiosidad popular. Y esto, a juicio de Karol Wojtyla, no puede ser. «Como vosostros decís», señaló en su alocución, se «ha acumulado el ‘polvo del camino’, que es necesario purificar». Los rocieros interrumpieron por quinta ocasión al Papa con un olé. «Se ve que lo decís de verdad. Entonces volvemos al ‘polvo del camino’», continuó. A partir de ese momento llegó el palo. Hay que volver a los orígenes y recuperar «los genuinos motivos devocionales que tienen su apoyo en las enseñanzas evangélicas». El Papa continuó la reprimenda ante el silencio de los peregrinos. «Desligar la manifestación de religiosidad popular de las raíces evangélicas de la fe, reduciéndola a mera expresión folclórica o costumbrista sería traicionar su verdadera esencia», continuó. Esta manifestación mariana necesita, por ello, «ser esclarecida y alimentada continuamente con la escucha y la meditación de la palabra de Dios», señaló. Hay que rezar mucho, confesarse e ir a misa con frecuencia en lugar de divertirse tanto con los placeres terrenales. Es el buen camino propuesto ayer por el Papa a los rocieros para que su «devoción» gane «cada día en autenticidad». Fue en este momento cuando volvieron a interrumpir al Papa con aplausos.

'El rapapolvo pontificio fue recogido con resignación y buenas dosis de guasa. «Si lo dice el Papa deberé pensar que está bien», afirmó Ángel Díaz de la Serna, presidente de la Hermandad Matriz del Almonte.

Las críticas del Papa no gustaron a Antonio Guzmán, de una hermandad sevillana: «El Rocío tiene que ser así. Si no fuera por la forma en que se vive, no tendría tanto éxito», concluyó. La purificación del polvo del camino tardó poco en ser bautizada por los romeros: «Es una nueva encíclica, la polvus caminus», decían”.

Ignacio Noguer, obispo de Huelva: «laicismo presionante»

Desde el diario Córdoba se nos informaba el 16 de mayo de 2005: “El obispo de Huelva alerta en El Rocío contra el «laicismo presionante» (titular). “Ignacio Noguer advierte del peligro de reducir la romería a una mera manifestación folclórica”. El texto indicaba:

El obispo de la Diócesis de Huelva, Ignacio Noguer, hizo un llamamiento a los rocieros a «luchar contra el laicismo presionante bajo el que vive nuestra sociedad», en el transcurso de la Misa de Romeros, celebrada ayer bajo un intenso calor en el Real de la aldea de El Rocío.

En el transcurso de la homilía de la eucaristía rociera, que presenciaron en vivo miles de personas, Noguer pidió a los cristianos que se rebelen contra una situación «que para verla, basta para observar cómo en ciertos medios de comunicación no se encuentra valor cristiano que no sea objeto de ridiculización».

Ignacio Noguer trasladó ese «laicismo presionante» a la romería onubense, de la que dijo «se corre el peligro de desligarla de la manifestación popular religiosa, y reducirla a una mera manifestación folclórica, un riesgo real en el que están empeñados no pocos intereses, que la reduciría a un espectáculo de interés turístico carente de religiosidad».

En este sentido, el mensaje del obispo de Huelva fue similar al del año pasado, en el que abogó durante su homilía por «preservar la devoción rociera de toda intención manipuladora» con el fin de mantener su esencia, una petición que trasladó igualmente este año a los rocieros de toda España.

El discurso de Juan Pablo II había que leerlo más entre líneas, el de monseñor Noguer era total y absolutamente explícito. Los peregrinos y demás amantes de la conmemoración rociera sabrán hasta qué punto tienen razón aún en nuestros días ambos prelados.