Beatriz Micaela Carrillo de los Reyes nació en Palma del Río (Córdoba). Fue el 2 de junio de 1975. Con el tiempo, se diplomó en Trabajo Social y se licenció en Antropología. Hoy es presidenta de la Federación de Asociaciones de Mujeres Gitanas FAKALI; es vicepresidenta del Consejo Estatal del Pueblo Gitano, órgano colegiado interministerial, consultivo y asesor, adscrito al Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad. Además, en las elecciones generales de abril de 2019, fue elegida diputada del PSOE por Sevilla y nombrada presidenta de la Comisión de Seguimiento del Pacto de Estado contra la Violencia de Género en el Congreso de los Diputados; por si todo esto fuera poco, en el 40º Congreso Federal del PSOE, celebrado recientemente en Valencia, se le ha nombrado nueva secretaria de Movimientos Sociales, Diversidad y Mayores de la Ejecutiva Federal del Partido, es decir, por primera vez en la historia democrática una mujer gitana lidera la políticas sociales de un partido político. No hace falta decir que Beatriz Micaela hace trizas los estereotipos con los que cargan las mujeres gitanas desde hace siglos.
El que escribe les puede asegurar que es un placer hablar con ella. Es simpática, amable, inteligente, rápida de reflejos y parece dispuesta a pisar cualquier territorio sin complejo alguno. Para un entrevistador se trata de un regalo.
La charla se desarrolla con tranquilidad, sin que el tiempo sea una carga. Beatriz muestra un deseo irrefrenable de decir en qué situación se encuentran las mujeres gitanas y que existen alternativas a las imposiciones históricas que tanto han lastrado a un pueblo entero.
«Fakali lleva casi dos décadas trabajando y aglutinando el grueso del asociacionismo de mujeres gitanas, y lo hace desde una clave que insiste en la relevancia de la mujer gitana, y que incide en que puede acceder a la universidad y a la vida o trabajo público, a tener presencia y relevancia social. La otra clave esencial de Fakali es el feminismo y la búsqueda de caminos por los que transitar para poder romper esos tabús que han rodeado nuestra imagen, nuestra cultura, lo que significa ser mujer gitana dentro de la sociedad mayoritaria; y todo eso ha hecho que en el trayecto de estos veinte años se haya conseguido una tendencia muy positiva. No hay que pecar de triunfalismos, pero es así. Las mujeres gitanas no nos resignamos a dejarnos llevar por ese destino inexorable que marca la vida de las gitanas. Eso era lo que el destino parecía indicar y estamos logrando enmendarlo.
Lo fundamental para nosotras en la visibilidad, que se vea la fuerza y el compromiso de la mujer gitana, que no se nos deje atrás de ninguna de las maneras como ha venido pasando durante tantos años. Es importantísimo que si se habla de mujeres también se haga con el acento de las mujeres gitanas porque somos un reto imparable».
¿La imagen de la mujer gitana que se busca en Fakali está peleada con la imagen que existe en la sociedad?
«Sigue habiendo una gran distancia porque algunos medios -dicho con respeto y sabiendo que muchos de ellos hacen un trabajo fundamental para que podamos lograr nuestros objetivos- y algunos programas de las grandes cadenas de televisión, hacen un flaco favor a las mujeres gitanas y a esos objetivos que tenemos marcados en el camino que lleva a la tolerancia y a la igualdad. Cinco segundos en televisión mostrando una imagen negativa o estereotipada que tantas veces se han colgado de la espalda de las mujeres gitanas, destrozan todo el trabajo que hemos hecho para poder estar en pie de igualdad con el resto de la sociedad. Por otra parte, solo con mirar las diferencias que existen dentro del sistema educativo entre una niña paya y una niña gitana nos podemos hacer una idea de la pelea que tenemos a diario para salir adelante. Al llegar la democracia a España, se tuvo una oportunidad de integración de las mujeres gitanas en la sociedad, pero se nos dejó atrás y eso supone una deuda histórica que sigue pendiente».
Me intereso por saber cómo se integra la mujer gitana y a qué ritmo.
«No existen estudios sobre las mujeres gitanas, por ejemplo, en el ámbito educativo. Es verdad que tenemos estimaciones que han quedado obsoletas, pero nada más. Yo diría que con lo poco que tenemos podemos afirmar que uno de cada cien gitanos accede al ámbito universitario y que la mayoría son mujeres. Sigue habiendo mucho camino por delante, mucho fracaso y mucha desigualdad. La única aproximación profunda y seria a la realidad de la mujer gitana es la que se promovió por parte del Ministerio de Sanidad y en la que se descubrió que la esperanza de vida de las mujeres gitanas está quince años por debajo de la de las mujeres payas. La pobreza, la falta de acceso a la educación o el empleo, lo explican perfectamente».