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Actualizado: 27 jun 2017 / 21:57 h.
  • Más de 140 razones para la singularidad
    El Ombú del Monasterio de la Cartuja, también conocido como bellasombra. / José Luis Delgado
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    Detalle del árbol abuelo de Sevilla. / El Correo

Quizás no lo sepa, pero Sevilla puede presumir de tener en torno a 140 ejemplares de árboles singulares o monumentales, esto es, aquellos que destacan por su longevidad, historia, porte o tamaño excepcional; por su valor paisajístico, por su situación inusual o por el entorno en el que se encuentra; y por su rareza u origen exótico. Así lo asegura el presidente de la Asociación Amigos de los Jardines de la Oliva, Jacinto Martínez, cuyo colectivo lleva 31 años preocupándose de la flora no ya del populoso barrio en el que se ubica su sede, sino de la situación de las zonas verdes de la ciudad en general.

Y como de árboles sabe un rato, Martínez, aunque reconoce que es difícil, se atreve a hacer una pequeña selección de entre esos más de cien ejemplares que la ciudad alberga en lugares emblemáticos pero también en la periferia, donde pasan más desapercibidos para el ciudadano.

Es el caso del árbol del amor de flores blancas –cuyo nombre científico es Cercis siliquastrum L. var. alba Weston–, del que los vecinos de la Oliva pueden sacar pecho por ser los que disfrutan en primera persona de su «espectacular floración», un fenómeno que comienza a finales del mes de febrero y que se mantiene durante el mes de marzo. A partir de ahí, brotan sus hojas «caducas, simples, alternas y palminervias, con forma de corazón redondeado, con dos lóbulos que se solapan por la base y con el borde entero».

El presidente de la asociación, que participó en su plantación en el alcorque circular del bloque 36 del barrio allá por el año 1990, reconoce que verlo florecer desde su ventana es uno de sus «mayores placeres».

También es un deleite para los sentidos acercarse hasta el Monasterio de la Cartuja y contemplar el famoso ombú, también conocido como bellasombra –tan preciada en esta ciudad–, que permanece inalterable desde hace más de 500 años. Y es que cuenta la leyenda que fue Hernando Colón el que sembró en los jardines de este edificio las semillas que su padre, Cristóbal Colón, trajo de las Américas.

Y con casi 200 años, plantados en 1830, los Jardines del Cristina albergan los plátanos de sombra –Platanus orientalis L.– más antiguos de la ciudad, de entre los que destaca el bautizado por los Amigos de los Jardines de la Oliva como el árbol abuelo de Sevilla, situado en la glorieta dedicada al poeta de la Generación del 27 Manuel Altolaguirre.

No le falta tiempo a Martínez para recordar los malogrados magnolio y limonero de la calle Fernán Caballero, plantados por la escritora Cecilia Böhl de Faber y Larrea y por el pintor José García Ramos, que sufrieron un «arboricidio» hace tan solo unos meses, o para hacer mención al único ejemplar de alcanforero que se alza en la glorieta de Doña Sol, en el Parque de María Luisa. El ficus de los Jardines de Murillo, la araucaria de la glorieta de los hermanos Machado o la cica revoluta de la Casa Rosa son otras de sus recomendaciones para la observación.

El principal problema que padecen estos ejemplares singulares, según Martínez, es que nadie se preocupa por ellos, «no existe un inventario –el que hay lo está haciendo su asociación poco a poco– ni tienen una defensa especial. Están continuamente amenazados», sentencia. De ahí que este colectivo abogue por que estos árboles reciban la protección que merecen «a través de las leyes» y por que se promueva el turismo ecológico a través de un itinerario botánico que los incluya.