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Actualizado: 14 dic 2017 / 00:04 h.
  • Plácido Domingo recoge el título de hijo adoptivo de Sevilla. / Cedida por el Ayuntamiento de Sevilla
    Plácido Domingo recoge el título de hijo adoptivo de Sevilla. / Cedida por el Ayuntamiento de Sevilla

Plácido Domingo es un tenor reconocido en el mundo entero. En Sevilla, además, es el padre de la afición por la ópera de la ciudad, a la que supo inocular este virus desde su labor para fundar el Teatro de la Maestranza y como responsable lírico de los espectáculos de la Expo 92. Un mérito que 25 años después le ha valido que la ciudad lo nombre hijo adoptivo.

Estos títulos se conceden los días de San Fernando (30 de mayo), pero con Domingo ha habido una excepción: A sus 76 años sigue en activo y el 30 de mayo estaba en Berlín, actuando.

Y como su nombramiento tiene tanta relación con la Expo 92, pues ha servido para poner el punto final a los actos de conmemoración del 25 aniversario de la muestra universal.

Este madrileño poco conocía Sevilla antes del encargo de dotar al Maestranza de música –y trajo a las mejores compañías, como La Scala de Milán o el Metropolitan Opera House de Nueva York, en un encadenamiento de óperas con escenario en Sevilla «irrepetible e inigualable», como recordó en la presentación del acto el periodista Cristóbal Cervantes: hay nada menos que 105 óperas (que se sepa) con la ciudad de la Giralda como escenario.

Ayer Domingo volvió a una ciudad «mágica» con la que se siente ya vinculado de por vida desde su trabajo para la Expo. Una relación que espera «poder continuar» y propuso un candidato: «hacer música» con el pianista Juan Pérez Floristán, quien lo recibió la pieza Sevilla de la Suite española de Nicolás Albéniz y que también luce en su pecho la medalla de la ciudad. El tenor la estuvo siguiendo tocando las teclas de un piano imaginario mientras sonaba.

El acto, al que las autoridades locales dieron relevancia con su presencia, tuvo como protagonista emotivo –de hecho, Plácido Domingo empezó emocionado, aunque sin trastabillarse, su discurso con una voz preciosa, que transmitía paz– al Alcázar. Más concretamente, al Salón de los Tapices, una de las estancias más nobles de este edificio propiedad de los sevillanos. Allí se despidió de Sevilla la última vez que vino, pero también fue el lugar donde comenzaron con todas las formalidades –con el rey emérito Juan Carlos I y con el expresidente Felipe González– los actos del XXV aniversario de la Expo de Sevilla.

«La responsabilidad comenzó hace 27 años, en una ciudad maravillosa y ante un evento como la Expo 92», recordó el tenor, quien consiguió el apoyo de todos los grandes teatros del mundo «para esta exposición universal, que no la vieron como una más de las que se celebran cada cuatro años en Europa». También recordó que incluso tuvo un programa de TV dedicado a la ópera cuando solo había un puñado de cadenas. «Ahí empezó mi amor por esta ciudad, que llevo muy dentro de mí». De hecho, evocó recuerdos familiares y personales...

Así recordó que Sevilla es una ciudad que marcó el destino de su propio padre (Plácido Domingo Ferrer, Zaragoza 1907-Ciudad de México 1987), que debutó con la zarzuela Los gavilanes y esa gira inicial pasó por Sevilla, como si fuera una persona corriente quien en su biografía oficial acumula 148 papeles operísticos y 3.900 interpretaciones, cuya lista de premios y de reconocimientos es más larga que la vida laboral de Matusalén... y que ser hijo adoptivo de Sevilla ni siquiera va a obligar a que le cambien el DNI.

«Hace 25 años nos ayudaste a contar con una oferta cultural que es una de las señas de identidad que tenemos en esta ciudad y por la que merece la pena conocerla», expuso el alcalde, Juan Espadas (PSOE) antes de entregarle la medalla y el título, mientras hilaba un discurso a medias de reconocimiento, a medias político («recordamos lo que hicimos [en la Expo] y toda su proyección hacia el futuro»).

«Sevilla ha saldado una deuda pendiente que tenía con Plácido Domingo», , «un representante de esa apuesta de Estado» que fue dotar a Sevilla de un programa de ópera, del que carecía pese a ser la ciudad más cantada en la ópera, que ha perdurado en el tiempo.

Plácido Domingo es un tenor reconocido en el mundo entero. En Sevilla, además, es el padre de la afición por la ópera de la ciudad, a la que supo inocular este virus desde su labor para fundar el Teatro de la Maestranza y como responsable lírico de los espectáculos de la Expo 92. Un mérito que 25 años después le ha valido que la ciudad lo nombre hijo adoptivo.

Estos títulos se conceden los días de San Fernando (30 de mayo), pero con Domingo ha habido una excepción: A sus 76 años sigue en activo y el 30 de mayo estaba en Berlín, actuando.

Y como su nombramiento tiene tanta relación con la Expo 92, pues ha servido para poner el punto final a los actos de conmemoración del 25 aniversario de la muestra universal.

Este madrileño poco conocía Sevilla antes del encargo de dotar al Maestranza de música –y trajo a las mejores compañías, como La Scala de Milán o el Metropolitan Opera House de Nueva York, en un encadenamiento de óperas con escenario en Sevilla «irrepetible e inigualable», como recordó en la presentación del acto el periodista Cristóbal Cervantes: hay nada menos que 105 óperas (que se sepa) con la ciudad de la Giralda como escenario.

Ayer Domingo volvió a una ciudad «mágica» con la que se siente ya vinculado de por vida desde su trabajo para la Expo. Una relación que espera «poder continuar» y propuso un candidato: «hacer música» con el pianista Juan Pérez Floristán, quien lo recibió la pieza Sevilla de la Suite española de Nicolás Albéniz y que también luce en su pecho la medalla de la ciudad. El tenor la estuvo siguiendo tocando las teclas de un piano imaginario mientras sonaba.

El acto, al que las autoridades locales dieron relevancia con su presencia, tuvo como protagonista emotivo –de hecho, Plácido Domingo empezó emocionado, aunque sin trastabillarse, su discurso con una voz preciosa, que transmitía paz– al Alcázar. Más concretamente, al Salón de los Tapices, una de las estancias más nobles de este edificio propiedad de los sevillanos. Allí se despidió de Sevilla la última vez que vino, pero también fue el lugar donde comenzaron con todas las formalidades –con el rey emérito Juan Carlos I y con el expresidente Felipe González– los actos del XXV aniversario de la Expo de Sevilla.

«La responsabilidad comenzó hace 27 años, en una ciudad maravillosa y ante un evento como la Expo 92», recordó el tenor, quien consiguió el apoyo de todos los grandes teatros del mundo «para esta exposición universal, que no la vieron como una más de las que se celebran cada cuatro años en Europa». También recordó que incluso tuvo un programa de TV dedicado a la ópera cuando solo había un puñado de cadenas. «Ahí empezó mi amor por esta ciudad, que llevo muy dentro de mí». De hecho, evocó recuerdos familiares y personales...

Así recordó que Sevilla es una ciudad que marcó el destino de su propio padre (Plácido Domingo Ferrer, Zaragoza 1907-Ciudad de México 1987), que debutó con la zarzuela Los gavilanes y esa gira inicial pasó por Sevilla, como si fuera una persona corriente quien en su biografía oficial acumula 148 papeles operísticos y 3.900 interpretaciones, cuya lista de premios y de reconocimientos es más larga que la vida laboral de Matusalén... y que ser hijo adoptivo de Sevilla ni siquiera va a obligar a que le cambien el DNI.

«Hace 25 años nos ayudaste a contar con una oferta cultural que es una de las señas de identidad que tenemos en esta ciudad y por la que merece la pena conocerla», expuso el alcalde, Juan Espadas (PSOE) antes de entregarle la medalla y el título, mientras hilaba un discurso a medias de reconocimiento, a medias político («recordamos lo que hicimos [en la Expo] y toda su proyección hacia el futuro»).

«Sevilla ha saldado una deuda pendiente que tenía con Plácido Domingo», , «un representante de esa apuesta de Estado» que fue dotar a Sevilla de un programa de ópera, del que carecía pese a ser la ciudad más cantada en la ópera, que ha perdurado en el tiempo.

SUS ‘HEREDEROS’ EN EL MAESTRANZA NO SE LO PERDIERON

Todos los galardonados con las medallas y distinciones de Sevilla que se concedieron el 30 de mayo acudieron a la cita de ayer con Plácido Domingo, el homenajeado que entonces faltó y sin el que no se podía cerrar la ceremonia. Y además de los fijos al croqueteo institucional –munícipes, empresarios de letra en negrita, cónsules y diplomáticos que no se pierden una– se notó en el salón de Tapices la presencia de músicos, encabezados por el director artístico del teatro de la Maestranza, Pedro Halffter; el director del teatro, Antonio Garde... entre otros que el ojo poco hecho a la moqueta del cronista no supo ver.

También ocupó un lugar detrás de esta corte de los actos institucionales –protocolariamente distribuida, con sus posiciones y jerarquías– el escritor y columnista Antonio Burgos. Había delante de él toda una hilera de sillas blancas reservadas a los directores de los medios de comunicación sevillanos, los únicos ausentes.

Plácido Domingo se prestó a todo –recordemos: 76 años y una mañana bastante fría– a lo que los medios de comunicación le pidieron: canutazo (declaraciones apresuradas, de pie, ante los micros, en las que cabe solo un par de preguntas) en el salón del Maestre (donde se celebran los consejos del patronato del Alcázar), fotos al entrar por la puerta del patio de Banderas, más fotos en el patio del palacio Gótico... A cambio, llegó 20 o tal vez 25 minutos tarde. Pero... ¿A quién le duele esperar unos minutos de más a una estrella en semejante escenario (el soleado patio del Alcázar) y bajo el cielo azul de ayer?

LA FUERZA DE LA ASOCIACIÓN DE JÓVENES LEGADO EXPO

El alcalde dedicó sus palabras finales –en las que evocó la capacidad de «abrir mentes y derribar fronteras» de la Expo 92– a recordar a la asociación Legado Expo, formada por jóvenes que en su mayoría no vivieron la Muestra Universal, y que no solo impulsaron la celebración de los 25 años tras el evento que trajo la Cartuja a la ciudad, sino que están al tanto de la conservación del recinto e incluso organizan visitas. Además, en el acto tomó la palabra el comisario de los actos por el XXV aniversario, Julio Cuesta, quien vindicó asimismo el «espíritu del 92» y a Legado Expo.