Facebook Twitter WhatsApp Linkedin Copiar la URL
Enlace copiado
Actualizado: 27 ene 2016 / 23:32 h.
  • García-Tapial, Cabeza y Mendoza, entre otras personas, hojean los planos del proyecto en el patio de la Casa de los Pinelo. / Pepo Herrera
    García-Tapial, Cabeza y Mendoza, entre otras personas, hojean los planos del proyecto en el patio de la Casa de los Pinelo. / Pepo Herrera

«Si empieza la obra, en el primer mes perdemos las Atarazanas». Ese aserto contundente, pronunciado por José García-Tapial en el epílogo del debate suscitado tras la mesa redonda Problemas técnicos en el proyecto de las Atarazanas –celebrada ayer en la Real Academia de Buenas Letras y organizada por Adepa–, bien puede servir de sumario del clamor reinante entre arquitectos y defensores del patrimonio en rechazo al proyecto aprobado por la Gerencia de Urbanismo para la transformación de las Reales Atarazanas en un centro cultural.

La mesa redonda arrancó precisamente con la exhaustiva explicación e interpretación por parte del arquitecto García-Tapial del proyecto ideado por su colega Guillermo Vázquez Consuegra y objeto de la controversia.

El que fuera miembro de Urbanismo durante tres décadas desgranó el proyecto en lo tocante a continente y a contenido apoyándose en planos y con el objetivo de desmontar la tesis de que la implantación del nuevo centro cultural no provoca daños irreversibles sobre la estructura medieval original.

Así, García-Tapial reveló que el proyecto de Vázquez Consuegra incluye «inyectar hormigón alrededor de cada una de las 53 pilastras del edificio mudéjar», además de «barras de acero corrugado», por lo que a su juicio será «imposible quitar esa camisa de fuerza a las pilastras». Todo lo cual se hace, además, para habilitar «una gran cafetería con una gran terraza (1.000 metros cuadrados en total) sobre uno de los elementos sin valor alguno que se construyeron en el siglo XIX y que ahogan las cubiertas», dijo antes de afirmar: «Eso supone una sobrecarga exagerada sobre la cimentación del edificio».

El veterano arquitecto expuso, entre otros aspectos, lo innecesario que ve la inclusión de elementos como «una zona logística sobredimensionada», «un centro de interpretación» o «una tienda» en el lugar donde se halla actualmente un salón de actos que «echa de menos» en el proyecto, todo ello en la plata baja; o «una sala de proyecciones» en la alta.

José Luis de Justo, presidente de la Academia de las Ciencias, abundó en esa tesis asegurando que «no se debe añadir ningún peso sobre los arcos y bóvedas si ello va a afectar al edificio mudéjar» y criticó que «no se refuerza la estructura para bajar de nivel», operación que considera «factible» aunque no sea «fácil ni barata», sino para «sostener la cantidad de cosas que se quiere construir encima», dijo De Justo.

El también arquitecto Fernando Mendoza narró su experiencia en la restauración de El Salvador y puso como referencia la basílica romana de Estambul, un «espacio equivalente a las Atarazanas y que fue excavado con éxito». Mendoza se ratificó en que el proyecto actual «incumple toda la normativa en vigor». Un extremo que compartió José María Cabeza, ex conservador del Alcázar, para el que «el plan para el sector 13 del Arenal habla de recuperación del edificio original». Cabeza aludió a varios trabajos realizados por él en el pasado, como la restauración de la muralla de la Macarena, de la Casa de la Moneda o del callejón del Agua: «En todos los casos, la eliminación del relleno fue lenta pero para nada cara».

Solo ante el peligro

Jorge Almazán, director técnico de la Gerencia de Urbanismo, capeó el temporal como pudo estando en minoría, defendiendo el criterio de los técnicos del área. Eso sí, negó que haya habido «una concesión de la licencia exprés», ya que tardó «casi nueve meses, desde el 11 de marzo hasta el 10 de diciembre», un plazo «habitual». Y también dejó otro apunte interesante: «La cafetería no está autorizada todavía».