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Actualizado: 11 ene 2017 / 18:45 h.
  • Hay una investigación básica para conocer los mecanismos de los tumores y una clínica para técnicas de detección precoz y nuevos tratamientos.
    Hay una investigación básica para conocer los mecanismos de los tumores y una clínica para técnicas de detección precoz y nuevos tratamientos.

Pasar de matar moscas a cañonazos a afinar cada vez más el tiro ha sido y sigue siendo el motor de la investigación en la lucha contra el cáncer. Una enfermedad cuya cura universal está lejos porque, desde una perspectiva estricta, pueden definirse tantos tipos de cánceres como enfermos. En cada paciente se producen unas alteraciones moleculares y celulares específicas, aunque se suelen agrupar en función del tejido en el que se origina: carcinomas (los más habituales) cuando afectan a células de órganos; sarcomas en las de tejidos grasos, huesos, músculos o cartílagos; leucemias en la médula ósea; y linfomas en las células de los tejidos de ganglios y órganos linfáticos.

Por ello, la investigación oncológica, que es la especialidad a la que hay más equipos de profesionales sanitarios dedicados en Andalucía y que más proyectos concentra, se basa en conocer lo máximo posible qué alteraciones se producen y cómo se desarrollan en cada tipología de tumores (dividiendo subtipos en función de éstas). Y a fuerza de ver qué patrones se repiten una y otra vez en pacientes con el mismo tipo «reducir la lista de sospechosos del crimen», como explica con una metáfora clarificadora el director de Investigación de la Consejería de Salud, Ramón González. A partir de ahí, se pueden establecer biomarcadores que hagan saltar la alarma lo antes posible en estadíos muy tempranos de la enfermedad (la detección precoz que tantas vidas salva). Y también afinar los tratamientos para atacar directamente las células alteradas y, algo en lo que se ha avanzado especialmente, no afectar a las sanas frente a las primeras quimioterapias y radioterapias que, volviendo al símil del inicio, mataban moscas a cañonazos.

En total, de los más de 7.000 investigadores médicos en la sanidad andaluza, 1.400 trabajan en el ámbito de la Oncología (el 19,5 por ciento) repartidos en 51 equipos que representan el 21 por ciento de un total de 245 grupos dados de alta en centros sanitarios e institutos universitarios. «Los oncólogos clínicos tienen asumida la investigación no sólo por los avances que puedan lograr ellos sino porque es la forma de estar preparados para aplicar las nuevas técnicas y tratamientos que se logran en todo el mundo», subraya González.

No son los únicos profesionales que investigan sobre el cáncer. La investigación básica o preclínica, centrada en el estudio de las células para «entender los mecanismos por los que se producen los tumores y cómo funcionan la hacen los biólogos, que estudian con animales», explica el secretario científico de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), Guillermo de Velasco (oncólogo del Hospital 12 de octubre de Madrid).

La investigación clínica propiamente dicha tiene tres pilares: la prevención, la detección y el tratamiento.

En el ámbito de la prevención, según De Velasco, «es quizás en lo que todavía no se invierte tanto y potencialmente tiene mucha capacidad». Señala casos como el cáncer de mama donde el uso de la mamografía como técnica diagnóstica preventiva ha sido fundamental. Y apunta a la necesidad de trabajar con los cuatro factores que se sabe que multiplican las posibilidades de padecer un tumor: tabaco, alcohol, obesidad y sedentarismo.

En la detección, hay muchos estudios que buscan biomarcadores asociados a los tumores que hagan saltar las alarmas lo antes posible pero no es fácil porque «lo normal es que en muchos tumores haya varias alteraciones diversas» . Por eso, salvo en algunos tipos de leucemia, de próstata o tumores hematológicos, hoy por hoy no salta la alarma de presencia de células cancerígenas en un análisis de sangre u orina estándar. Sí hay avances en las llamadas «biopsias líquidas» en sangre, orina o saliva que permiten detectar restos de células tumorales en pacientes ya tratados, señala De Velasco.

El tercer gran pilar de la investigación oncológica es la búsqueda de avances en tratamientos donde la tendencia es ir cada vez más a una «medicina personalizada». «No se trata sólo de descubrir nuevos tratamientos sino saber cuál se ajusta mejor a cada paciente estableciendo patrones», relata el doctor de Velasco. Antes, se trataba a los pacientes en función del origen de su tumor y se aplicaba una quimioterapia «muy estándar». Hoy, cada vez se definen más subtipos de cáncer dentro del de mama o de pulmón y «se está avanzando en test genéticos del tumor que facilitan elegir qué pacientes se benefician de cada tratamiento en función de sus alteraciones tumorales y también las características del enfermo».

En general, hoy por hoy, «la cirugía es la que cura realmente, todavía no se ha conseguido no operarse» salvo en algunos casos hematológicos. Sí ha mejorado tanto el resultado de la cirugía, con tratamientos coadyuvantes que tras la intervención disminuye el riesgo de que quede alguna célula cancerígena y vuelva a reproducirse, como las técnicas previas a ésta para reducir el tamaño y las células afectadas y con ello hacer una cirugía menos invasiva. Se usa sobre todo en tumores de vejiga, esófago y mama (donde gracias a esto se han reducido las mastectomías).

En pacientes con la enfermedad avanzada es donde más influye la medicina personalizada y los avances en los tratamientos buscan reducir su agresividad y alargar la supervivencia con la mejor calidad de vida.

En el sistema sanitario andaluz hay actualmente 145 proyectos de investigación básica activos (con un presupuesto global de 13 millones de euros procedentes de diversas fuentes de financiación públicas y privadas) y 701 ensayos clínicos de tratamientos nuevos. La cifra no es desdeñable pues, según el director de Investigación de Salud «en el mundo puede haber actualmente unos 12.000 ensayos clínicos sobre tratamientos oncológicos y en 700 hay implicados profesionales andaluces». Según datos de la SEOM, entre el 30 y el 40 por ciento de los ensayos clínicos que se autorizan cada año en España corresponden a Oncología.

El ensayo clínico es ya la prueba en seres humanos tras el desarrollo de un tratamiento en laboratorio y su prueba con animales. En fase I y II los tratamientos se prueban con pequeños grupos de pacientes pero en fase III ya se necesitan muestras amplias y se suelen realizar con pacientes de varios hospitales del país e incluso de varios países. Es un proceso largo y caro y la competencia es ardua para lograr fondos. El jueves llegaron al Congreso un millón de firmas recogidas por una plataforma para pedir la financiación de un fármaco desarrollado por un equipo de la Universidad de Granada probado ya con ratas, cuyo ensayo en humanos cuesta dos millones de euros.

El trabajo en red en la investigación oncológica es clave no sólo para probar tratamientos sino para compartir conocimientos. Por eso, desde 1994, se han ido creando en España Grupos Cooperativos Nacionales (actualmente hay 17 auspiciados por la SEOM) centrados en distintos tipos de tumores que funcionan como asociaciones científicas sin ánimo de lucro y que aglutinan a distintas especialistas (oncólogos, cirujanos, radioterapeutas, anatomopatólogos, biólogos moleculares o epidemiólogos) que comparten su conocimiento y avances.