Aun con 80 años de retraso, los alrededor de 250 presos que construyeron el colector que sirvió para desplazar las aguas pluviales y residuales lejos de Heliópolis y La Palmera, a través de los 6,5 kilómetros de tubería, vieron en la tarde de este lunes, en una fecha tan señalada como el 18 de julio, reconocida y agradecida su denodada labor. No lo vieron con sus propios ojos, obviamente, sino con los de las más de 200 personas reunidas en el Parque del Guadaíra, a apenas 100 metros de donde se ubicó el campo de concentración donde fueron recluidos, para homenajearlos.
Y lo vieron con los ojos increíblemente azules y llenos de verdad de Nicolás Sánchez Albornoz, superviviente del «destacamento penal» de Cuelgamuros, quien realizó trabajos forzados durante meses de 1948 en el Valle de los Caídos, hasta que logró huir; y que fue el encargado de retirar la tela negra que cubría el monolito de hormigón en recuerdo de los esclavos del franquismo, invitado por el grupo Recuperando la Memoria de la Historia Social de Andalucía (RMHSA-CGT), impulsor de este homenaje perseguido desde años atrás.
«Me gusta estéticamente y me complace ver que las rejas del monumento tienen un agujero en medio, que es por donde yo me escapé», bromeaba a sus 90 años Sánchez Albornoz, a lo que Cecilio Gordillo, coordinador de RMHSA-CGT, añadía más tarde que «estas rejas, como todas las rejas, se merecen ser forzadas».
Y es que el monolito en cuestión, un bloque rectangular de hormigón –de forma similar a la estructura del campo de concentración– con una enorme tubería de acero y un enrejado visiblemente forzado, se llenó de claveles rojos aportados por los vecinos de Heliópolis, y también de banderas republicanas hacia las ocho de la tarde, cuando un tren de mercancías pasaba por allí y saludaba a los presentes con un sonoro y largo pitido.