Facebook Twitter WhatsApp Linkedin Copiar la URL
Enlace copiado
Actualizado: 14 nov 2018 / 09:04 h.
  • Moncho Borrajo. / El Correo
    Moncho Borrajo. / El Correo

El ‘showman’ gallego Moncho Borrajo es capaz de transmitir en sus actuaciones una mezcla perfecta de humor, sátira, emoción y reflexión sobre las cuestiones sociales que nos rodean y mañana regresa a esta ciudad, a la que dice tenerle un cariño especial, haciendo una función como homenaje a las madres y, en especial, a la suya.

-Por eso te has quitado el bigote, para dar vida a tu madre...

-Por la calle no me reconoce nadie (risas). Es un espectáculo lleno de cariño y en un momento en el que está todo el país tan tenso, tan enfrentado... El otro día puse en twitter: “Os espero en el teatro de los Padres Blancos, pero sin banderas. Solo se admiten la del Betis y la del Sevilla” (risas).

-Lo de miedo no será porque le temas a algo, porque más valiente que tú no lo hay...

-He tenido siempre como base fundamental no hacer chistes sobre cojos, tartamudos, minusválidos... Y cuando he gastado bromas sobre homosexuales es porque, si no puedo gastar bromas sobre mí mismo, la hemos jodido. Pero todo depende de cómo se cuentan las cosas y en qué sitio. Nunca me he metido con los conceptos de ninguna nación, ni de ninguna bandera. He hecho parodias el rey, evidentemente, y en las religiones me he referido siempre a las personas, nunca a la religión en sí. A partir de ahí, desde la época en la que vivía Franco hasta hoy me he metido con todo, pero siempre con algo que es necesario en el humor: el ingenio. En el momento en el que pasas la línea de lo caricaturesco (o, incluso, lo esperpéntico) al insulto, se pierde la gracia.

-¿Has sufrido la censura en algún momento?

-He llegado a tener dos amenazas de bomba en los teatros y sigue habiendo sitios a los que no puedo ir.

-¿Aún hoy día?

-Claro. Hay lugares donde, si no le caes bien al concejal de Cultura, no trabajas porque el teatro es del Ayuntamiento. Y no, el teatro es del pueblo. Diferente es cuando pertenece a una empresa privada. Ahí tiene todo el derecho a contratar a quien le dé la gana, pero claro, cuando vas a uno municipal y todo son pegas, problemas, todo está lleno, te dicen que para el año que viene... ¡Qué me digan que no me quieren contratar!

-Pensando, aquí en Sevilla has estado en muchos teatros, pero en el Lope de Vega no lo recuerdo...

-Una vez solo y llovía a cántaros (risas). Ahora vuelvo a los Padres Blancos.

-¿Te hace ilusión?

-Sí, porque el teatro es muy bueno, el escenario es grande, las butacas son cómodas, tiene muchas posibilidades... Y vuelvo a Triana. La primera vez que vine a Sevilla fue al Cine Imperial de Triana, donde hicieron un escenario especial y salía volando con una grúa. Recuerdo que me hacía mucha gracia porque en los carteles ponía ‘Moncho Borrajo Emperador Triana’ y comenté: “¡Coño, nada más llegar y ya soy emperador! ¡Ahora comprendo que Lola Flores fuera ‘La Faraona’!” (risas). Fue una época muy bonita.

-¿Por qué ese romance con nuestra ciudad?

-Con Andalucía tengo algo. Escribí un libro de versos que se llama ‘Andalucía Improvisada’ y del que todas sus ventas van destinadas a un asilo de ancianos de Málaga. En él hago un poema para cada ciudad, le compuse un disco de coplas a Charo Reina...

-Todo eso a ti te sale como a otro le puede salir coger un teléfono y llamar a su madre.

-Es como si fuera acumulando sensaciones en el cerebro. Llega un día y “¡pataplaf!”, salen todas a rebosar.

-Actúas, cantas, copones, pintas... ¿Qué te ha gustado y se te ha resistido?

-No sé conducir, no sé esquiar... pero tampoco me gusta. Yo es que me vuelco en lo que me gusta. Unos años atrás pasé una época muy mala y descubrí un muñequito de un ratón, que le llamo Ramón, me puse a hacer voces y me dijo Maricarmen: “Ya lo que te faltaba” (risas). Lo que pasa es que hay terrenos que respeto mucho.

- Coses también...

-Mi padre se sorprendió mucho cuando me vio cosiendo unos disfraces a máquina y me dijo: “Pero ¿cómo aprendiste?” y yo le contesté: “Viéndote”. En mi época, el respeto al trabajo de los demás del mundo artístico era sagrado, para mí eran dioses y nunca pude tutearlos. De hecho, cuando vi a Doña Juana Reina arrodillarse delante de mí en el Imperial le dije: “¡Por Dios, no me haga esto!”. También es cierto que todos los que me aplaudían se están marchando... (Risas)

Más información social en www.sevillamagazine.es