Las agujas del reloj rozan las dos de la tarde y las cocinas de las casetas ya están con los fogones a pleno rendimiento para empezar a sacar los primeros platos. En una de esas casetas de socios, casi a los pies de la portada, Inés espera a sus hermanas. «Hoy es día de comer en familia». Lo harán en El Emperaó, afincada desde hace décadas en Gitanillo de Triana, 22.
Allí lleva cocinando más de veinte años Francisca, una mujer que entró «estando soltera». Está terminando de elaborar uno de los platos del día: paella. Exquisitez que la pequeña Alejandra espera con ansia, mientras picotea un poco de salmorejo –en brick– que su madre lleva en una bolsa cargada de chuches y aperitivos.
Francisca guisa todos los días un plato especial. Este jueves también tocaba carne con tomate. Pero la carta es amplia. «Lo que más salen son pavías, jamón, la tortilla de papas o las tablas de anchoa y salmorejo», explica su hermano Julio, mientras prepara una ración de pata negra. «Aunque una de sus especialidades es el lomo con champiñones», insiste Inés, mientras se wasapea con su marido para saber sobre qué hora llegará a comer.
En la paralela Joselito El Gallo, Eva y su familia rebañan los primeros platos de la comida. «Porque en Feria se come de poquito a poco», explica su marido Ricardo, mientras ojean la carta de la caseta del Ateneo, y sus hijos Clara y Ricardo terminan con las últimas patatas fritas que quedan en el plato. Hay de todo. Desde lo más típico, como el choco, los buñuelos de marisco o el flamenquín, hasta propuestas gourmet como una parrillada de alcachofa con crema de manzana y paté de oca, una ensalada crujiente de langostinos con rulo de queso de cabra o gazpacho de remolacha. Pero, la verdad, «a mí no me sale pedir eso en la Feria», dice Eva. Y es que al Real no se va a ser finolis.
Ricardo termina de echarle un vistazo a la carta, pero no a la de papel, sino a la que el Ateneo le envió por correo electrónico antes de que se encendiera la semana de farolillos. Al final caen unos chocos por petición popular.
En la sede de la Policía Nacional (Gitanillo de Triana esquina con Pepe Luis Vázquez), la propuesta gastronómica tampoco se sale de lo normal en Feria. Mucho frito, carnes en su punto, mariscos y chacinas típicas que no dejan de sobrevolar cabezas. Eso sí, los cocineros se esmeran en darle un toque a los platos de queso con un poco de cabello de ángel y moras tan espléndidas como fresones.
Un grupo de antiguos compañeros de trabajo lo degusta con ganas mientras están al acecho de que una mesa se quede libre para sentarse y descansar un poco los pies, que empiezan a sufrir con el calor. Javi es el encargado de ir a barra, y también el del bote. Porque la mejor manera de no arruinarse en Feria es poner un fondo común. Eso o ir de gorra a la caseta de algún amigo o familiar.