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Actualizado: 28 may 2018 / 17:10 h.
  • El día en que el Papa volvió a Sevilla
    Distintas estampas de la visita de san Juan Pablo II: el Ángelus desde el balcón de la Giralda, el encuentro con los jóvenes en la plaza de la Virgen de los Reyes y contemplando el baile de los seises en el interior de la Catedral.
  • El día en que el Papa volvió a Sevilla
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  • El día en que el Papa volvió a Sevilla
  • El día en que el Papa volvió a Sevilla
    El Papa mantuvo un encuentro con los delegados nacionales del Congreso.
  • El día en que el Papa volvió a Sevilla
    El Pontífice a su llegada al remodelado aeropuerto de San Pablo. / Efe
  • El día en que el Papa volvió a Sevilla
    La Virgen de los Reyes salió en procesión extraordinaria como prólogo a la visita papal.

El próximo 12 de junio se cumplirán 25 años de la segunda visita del Papa Juan Pablo II a Sevilla, «un acontecimiento histórico y un éxito de organización», en palabras del arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo, que la Archidiócesis está conmemorando en estos días con diversas actividades. Hacía ocho meses tan sólo que Sevilla había clausurado una Exposición Universal que transformó urbanísticamente la ciudad y maravilló al mundo. Justamente seis días antes, Felipe González ganaba de nuevo las elecciones en España, pero perdiendo la mayoría absoluta. Induráin aburría a sus rivales y se anotaba su segundo Giro consecutivo. Y por estos lares, el crack argentino Maradona se despedía del sevillismo con escándalo.

Once años después de su primera estancia en tierras sevillanas, el Papa polaco aterrizaba de nuevo en un remozado aeropuerto de San Pablo para clausurar el XLV Congreso Eucarístico Internacional que se estaba desarrollando en la capital hispalense bajo el lema Cristo, luz de los pueblos. Se trataba de su cuarta visita apostólica a España y el viaje número 59 de su largo y fecundo pontificado: una estancia de seis días por tierras españolas (12-17 de junio de 1993) que le llevó además a visitar los lugares colombinos y El Rocío, y que tuvo su última etapa en Madrid, donde el Papa viajero consagró la catedral de la Almudena.

Durante unos días Sevilla se convirtió en la capital religiosa del mundo. Las tres noches que pasó en Sevilla Juan Pablo II durmió en una pequeña habitación del segundo patio del Palacio Arzobispal. Las crónicas de aquella segunda visita del Papa a Sevilla ya hacían referencia al «aspecto cansado» que mostraba el Pontífice en sus apariciones en público «debido a su delicado estado de salud».

Dos días antes de la llegada del Papa santo a Sevilla, la festividad del Corpus se vio revestida de una gran brillantez con la presencia de numeroso cardenales y obispos que participaban en el Congreso Eucarístico. Incluso la misma mañana de su llegada, como prólogo a su visita, la Virgen de los Reyes salió en procesión extraordinaria por los alrededores de la Catedral, si bien el Santo Padre no pudo presenciar el desfile procesional de la Patrona de Sevilla.

Recibido en el aeropuerto por los Reyes de España, don Juan Carlos y doña Sofía, el Pontífice se dirigió a la Catedral, donde recibió la Medalla de Oro de la ciudad de manos del alcalde, Alejandro Rojas Marcos, otorgada a propuesta de la Real Maestranza de Caballería. En las entrañas del primer templo metropolitano, el Santo Padre protagonizaría una de las fotos más recordadas de este viaje. Asomado al primer balcón de la Giralda, el Papa rezó el Ángelus acompañado por los miles de fieles que se habían congregado desde primera hora de la mañana en la plaza de la Virgen de los Reyes y que no cesaron de vitorear a Su Santidad. Desde la misma torre que fue alminar de la mezquita de Sevilla, el Papa dirigió un primer mensaje en el que hizo referencia a «esta tierra que, con justificado orgullo, llamáis de María Santísima». Recordó también a Sor Ángela de la Cruz –a la que beatificó en su primer viaje a Sevilla en 1982– y subrayó el orgullo concepcionista que fluye de la ciudad. El gentío se arrancó con palmas por sevillanas y el Pontífice correspondió con un cariñoso saludo: «Sevillanos y sevillanas, sois fuertes en la fe... y también tenéis voces muy fuertes».

Tras rezar el Ángelus, el Papa ofició la adoración eucarística en la Catedral. Antes de comenzar el acto, Juan Pablo II se recogió en oración ante el altar de la Virgen de los Reyes, cuya capilla permaneció velada por una cortina. Como ya sucediera en 1982, los seises volvieron a bailar ante el Papa, esta vez en la Catedral. Al término del acto eucarístico, Juan Pablo II hizo entrega a la Archidiócesis de una preciosa custodia, como obsequio personal para la Catedral hispalense como recuerdo de este Congreso.

A la plaza de la Virgen de los Reyes regresó el Papa por la tarde para saludar a los jóvenes desde el balcón principal del Palacio Arzobispal. Más de 7.000 jóvenes abarrotaron esta plaza para recibir el saludo papal. Juan Pablo II dejó en su breve discurso un aire desenfadado y alegre, al hacer suyos los saludos de «qué maravilla, el Papa está en Sevilla» que le coreaba la multitud, pero indicando que la maravilla no era el Papa sino Sevilla. La despedida vino con las sevillanas del adiós, que fueron oídas por un Papa contagiado por el entusiasmo que le hizo construir un original pareado: «Es verdadera maravilla cómo se canta en Sevilla». Previamente, a las 17.30 horas, en el Palacio Municipal de Deportes de San Pablo ordenó a 37 nuevos sacerdotes.

A la mañana siguiente, el Papa presidió en el Campo de la Feria la Statio Orbis, una multitudinaria misa con la que se dio por clausurado el Congreso Eucarístico Internacional. Casi 600.000 fieles de más de 86 países, 200 cardenales y obispos y 1.200 sacerdotes participaron en una eucaristía que dejó otra estampa para el recuerdo, la del Papa arrodillado ante la imagen de la Pura y Limpia del Postigo. Juan Pablo II recordó en su homilía que la Eucaristía entraña un compromiso en favor de los pobres e hizo referencia a Don Miguel de Mañara, «aquel caballero del siglo XVII que dio todo su esplendor al Hopistal de la Caridad». Antes de terminar, también hizo alusión al Corpus Christo, los seises o el componente mariano de la capital hispalense. «La Eucaristía y María, el Corpus y la Inmaculada. Dos faros de la luz de la fe católica de Sevilla. Dos mensajes y dos regalos que la Iglesia de España llevó con su Evangelización a tierras de América donde se arraigó la fe en la Eucaristía y la devoción filial a la Virgen». La conclusión llegó con el anuncio de que el próximo Congreso Eucarístico Internacional tendría lugar en la ciudad polaca de Wroclaw en 1997.

En la tarde de aquel domingo, el Papa mantuvo en el Patio de los Naranjos un encuentro de despedida con los delegados nacionales del Congreso, antes de partir hacia Dos Hermanas. En tierras nazarenas, el sucesor de Pedro inauguró la obra social del Congreso Eucarístico Internacional: la residencia de ancianos San Rafael, donde residían 48 mayores. No se olvidó Juan Pablo II de mencionar en esta visita el problema del paro. Exhortó a los trabajadores y empresarios a hacer «todo lo que esté en vuestras manos para luchar contra la pobreza y el paro, humanizando las relaciones laborales y poniendo siempre a la persona humana, su dignidad y derechos, por encima de los egoísmos e intereses de grupo». Fue su último acto oficial en la Archidiócesis hispalense. Al día siguiente, el Papa se desplazó a Huelva para visitar los lugares colombinos y la aldea de El Rocío. A petición propia y fuera de programación, el Papa salió tanto el domingo como el lunes al balcón del Palacio Arzobispal para saludar a los sevillanos allí concentrados, que despidieron al Santo Padre por enésima vez con las sevillanas del adiós. ~