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Actualizado: 21 jun 2018 / 18:54 h.
  • No me digas que llevas chanclas
    Las chanclas son ideales para aproximarse a la piscina ya que resultan fáciles de calzar y descalzar y aíslan de la elevada temperatura del suelo que la rodea. / Fotos: El Correo
  • No me digas que llevas chanclas
    La variedad y colorido son características habituales de las chanclas.
  • No me digas que llevas chanclas
    Beatriz Hernáez, podóloga del hospital Vithas Nisa Sevilla.

La comodidad y frescor son dos señas de identidad irrefutables de las chanclas, un tipo de calzado veraniego por excelencia que sin embargo no resulta conveniente utilizar de forma prolongada o para actividades distintas de las relacionadas con el agua, que es su tradicional campo de acción.

Aunque hoy día pocas personas se resisten a llevarlas y son un calzado moderno y de esmerado y variado diseño, en realidad las chanclas se usan desde una época muy pretérita, en concreto desde el tiempo de los faraones. Tras la Segunda Guerra Mundial, los militares americanos las llevaron como souvenir a Estados Unidos para que las mujeres las usaran en casa, pero viajaron con el nombre de jandals. A partir de los años 60 una empresa brasileña, Havaiana, comenzó a fabricarlas de goma y comenzó su imparable expansión por todo el mundo.

Con la llegada del verano, las chanclas salen de los armarios y se convierten en compañeras indispensables de muchas personas, sobre todo los jóvenes, que utilizan un calzado muchas veces inadecuado como complemento veraniego. Y es que el uso de las chanclas, como explica Beatriz Hernáez, podóloga del hospital Vithas Nisa Sevilla, «debe limitarse a la playa, las piscinas y las duchas públicas, para evitar afecciones dérmicas».

Este centro sanitario, que pertenece al grupo Vithas –con 19 hospitales y 27 centros médicos en toda España, donde trabajan más de 9.700 profesionales y se atiende a más de cinco millones de pacientes al año–, está muy concienciado con la salud de los pies y es por ello que ha elaborado un elenco de motivos a modo de decálogo por los que no deben emplearse las chanclas fuera de su radio de acción, el agua.

En primer lugar, señalan, no son adecuadas para realizar largas caminatas, ya que se dan pasos muy cortos, arrastramos el pie y el tobillo realiza un esfuerzo mayor. En segundo lugar, al no llevar sujeto el pie se genera un desequilibrio, por lo que aumenta el riesgo de sufrir caídas y esguinces. Además, las chanclas pueden producir heridas entre el primer y el segundo dedo del pie, debido al roce con la tira que sirve para sujetarla.

En cuarto lugar, este tipo de calzado genera un estiramiento de la fascia plantar, causando en el usuario inflamación, dolor y cansancio. El quinto argumento es que al tener una forma plana tiene pobre soporte plantar.

Otro aspecto que hay que considerar es que no es aconsejable realizar actividades deportivas y está prohibido su uso en la conducción. Por otra parte, las chanclas pueden producir lo que se conoce como dedos en garra, por inadecuada sujeción. Su uso continuado provoca una modificación del patrón de marcha, con las consecuencias biomecánicas que ello puede conllevar.

El pie, al llevar chanclas, está bastante desprotegido y, por ende, muy expuesto a agentes externos. Por último, en las personas más susceptibles, como las diabéticas, que a menudo sufren una inadecuada circulación en sus pies, cualquier herida puede conducir a graves complicaciones.

Pero no todo van a ser inconvenientes para este tipo de calzado, que tienen también algunas ventajas, como que los pies pueden transpirar mejor; que las afecciones como uñas encarnadas y pie de atleta se curan más rápido si el pie se mantiene fuera de un entorno estrecho y húmedo que nos proporciona el calzado cerrado; son fáciles de calzar, protegen la planta de los pies de la arena caliente de la playa y se limpian con suma facilidad.

En resumidas cuentas, «este tipo de calzado tiene una utilidad muy concreta y debe evitarse su uso inadecuado, ya que las ventajas pueden transformarse en patologías del pie a medio y largo plazo», añade Beatriz Hernáez.