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Actualizado: 21 sep 2021 / 13:22 h.
  • Los cinco hermanos Vázquez Garcés con su padre, José Vázquez Roldán. Foto: Familia Vázquez
    Los cinco hermanos Vázquez Garcés con su padre, José Vázquez Roldán. Foto: Familia Vázquez

¿Quién fue el primer Vázquez torero? Francisco Vázquez, Vázquez Chico en los carteles, fue un banderillero decimonónico y el iniciador de la saga. José Vázquez Roldán, su hijo, también intentó ser torero y aunque no logró alcanzar la gloria sí puede presumir de haber ramificado una dinastía que cuenta con una rama viva, quinta generación taurina de esta familia que ya peinaba coleta en los últimos lustros del siglo XIX. Don José fue novillero y matarife en aquel vivero taurino que cosía el arrabal de San Bernardo con el gremio del matadero, mudado al Cerro del Águila desde la Puerta de la Carne hace poco más de un siglo. Nacido en 1892, fue padre de una extensa prole en la que descollaron dos figuras clave: Pepe Luis y Manolo Vázquez Garcés.

El primero, fallecido en 2013, es considerado uno de los nudos fundamentales de la tauromaquia hispalense además de uno de los artistas más importantes que dio el toreo en el siglo XX. Su hermano Manolo, de alternativa más tardía, sublimó el toreo de frente y restauró los valores añejos del toreo en aquella reaparición -entre 1981 y 1983- sin la que no se podría entender su trascendencia taurina. Hablaremos de ello. Pero hubo otros Vázquez Garcés que vistieron de luces. Rafael, nacido en 1926, se inició como novillero pero no llegó a tomar la alternativa y decidió tomar los palos. Antonio (1933) sí alcanzó el grado de matador de toros. Se lo otorgó su hermano Manolo en las fallas de Valencia de 1954. No toreó mucho y acabó vistiéndose de plata. La última rama de esta generación fue Juan, que lo intentó como novillero antes de pasarse a las filas de los subalternos a partir de la temporada de 1961.

Pasaron algunos años antes de que irrumpiera una nueva rama: la de los Vázquez Silva, hijos del gran Pepe Luis Vázquez Garcés. Rafael y Juan Antonio llegaron a debutar con picadores. También se presentó en público Ignacio, farmacéutico de profesión, pero un doloroso percance -que le costó la visión de un ojo- frustró su incipiente carrera taurina. Manuel -Lolo para todos- también hizo algún escarceo pero fue Pepe Luis el único que levantó el vuelo. Su tío Manolo, reaparecido para la ocasión, le dio la alternativa en Sevilla en el 81. Pepe Luis volvió a vestirse de luces durante 2017 logrando uno de los mayores éxitos de su carrera en el Corpus granadino. Ahora lucha por recuperar el ritmo normal de su vida después de un grave accidente vascular.

Hay más saltos en la genealogía: otro Pepe Luis Vázquez, nieto del Sócrates de San Bernardo, llegó a presentarse en público -con un nieto de Antonio Bienvenida- aunque ahora enfoca su vida por otros derroteros profesionales. Es su primo segundo, Manuel Vázquez Rodríguez-Toajas, el último brote de este árbol frondoso. Es hijo de Manuel Vázquez Gago; nieto de Manolo y Andrés Gago; biznieto del señor José, tataranieto de aquel oscuro banderillero que fundó una frondosa saga taurina. Su debut en Higuera de la Sierra, el 16 de septiembre de 2017 actuando junto a su tío Pepe Luis logró animar el cotarro. Después llegó aquella corrida mixta de Osuna que le sirvió para debutar con picadores en el otoño de 2018, de nuevo con Pepe Luis que aquel día sufrió un duro percance que no le impidió acompañarle, una vez más, en su presentación en la plaza de la Maestranza.

Dinastía Vázquez: historia apresurada de una saga
Manolo Vázquez, casi un niño aún, delante del monumento de su abuelo en el paseo de Colón. Foto: Toromedia

De Manolo Vázquez a Manolo Vázquez

Cumplió aquel debut vestido de corto, en el festival organizado por la Hermandad de la Macarena el 12 de octubre de 2018. Ese mismo nombre se había colgado de un cartel de la plaza de la Maestranza en idéntica fecha... de 35 años antes. Y es que la carrera taurina de Manuel Vázquez Garcés, de alguna manera, había quedado incompleta antes de su última reaparición. El hermano de Pepe Luis, con alternativa de 1951, ya había dejado de torear en 1963 y sólo lo hizo en dos funciones en 1965, año en el que decidió quitarse de nuevo. Algunos festivales le animaron a volver a torear en 1968 pero sólo actuaría en tres corridas, la última de ellas en la feria de San Miguel de Sevilla, estoqueando un encierro de Concha y Sierra junto a Alfredo Leal y el incombustible Curro Romero. Su carrera taurina se había quedado en puntos suspensivos...

En 1977 ya se escucharon rumores de vuelta pero la eclosión novilleril de su sobrino Pepe Luis Vázquez Silva -hijo de su hermano Pepe Luis- fue el definitivo chispazo que le animó a volver a vestirse de luces para darle la alternativa. En su ánimo, posiblemente, también pesaba la fulgurante resurrección de Antoñete, reconvertido en el torero de la Movida Madrileña y hasta los planes de vuelta de su rival de otro tiempo, el gran Antonio Ordóñez, frustrados por una dura lesión que le retiró para siempre después de torear sin fortuna en Palma de Mallorca y Ciudad Real.

Manolo Vázquez tenía 51 años cumplidos el 11 de abril de 1981, Domingo de Resurrección, cuando volvió a hacer el paseíllo en la plaza de la Maestranza junto a Curro Romero y el flamante matador de la familia. El veneno había prendido de nuevo y el veterano diestro no dudó en contratarse en Madrid para abrir el cartel de la tradicional corrida de Beneficencia junto a Manzanares y Julio Robles. Era un 11 de junio; sólo una semana después estaba anunciado en el festejo del Corpus de Sevilla con Curro Romero y Rafael de Paula. Los toros eran de Bernardino Píriz. Cortó dos orejas en las narices de sus compañeros que le sirvieron para abrir la Puerta del Príncipe cuando aún no se había impuesto la actual dictadura numérica. Manolo Vázquez, ya era profeta en su tierra.

El tren se había embalado. El torero volvió a Madrid el 21 de septiembre con Curro y Antoñete en el cartel. El camero le acompañó de nuevo en la feria de San Miguel de Sevilla en un cartel que, otra vez, completó Paula y se saldó con el corte de un nuevo trofeo. El diestro de San Bernardo remató la temporada de su reaparición con 21 corridas toreadas. Pero el tren siguió en marcha y se dispuso a afrontar una nueva campaña en 1982, el año del Mundial de fútbol. Manolo tampoco rehuyó esa vez los grandes escenarios y sumó dos corridas en Sevilla por abril volviendo a coincidir con Romero y Chenel; otras dos en el mayo isidril y un tercer compromiso venteño otoñal con tres Vázquez sin vínculos familiares en el mismo cartel: Manolo, Curro y el zamorano Andrés, que esa tarde se retiraba del toreo. No fue un año de tono triunfal y, seguramente, el veterano matador sabía que había que poner el definitivo punto final a su trayectoria.

La de 1983 se planteó como la temporada del adiós. Manolo abrió fuego el Domingo de Resurrección concediéndole la alternativa a Juan Mora en presencia, cómo no, de Curro Romero, que también le acompañó en la Feria de Abril para estoquear una corrida de Jandilla en unión de Paquirri. Manolo Vázquez no le haría ascos a anunciarse de nuevo en la Maestranza en una tardía feria de San Miguel alternando con Rafael de Paula y su compañero de fatigas, Antoñete, que cortó una oreja a un toro de Manolo González.

El viejo maestro del mechón blanco también iba a ser el compañero de la última tarde. No podía ser otro. Manolo Vázquez y Antoñete hicieron el paseíllo la tarde ese 12 de octubre de 1983 en la plaza de la Maestranza en un inolvidable mano a mano. Ambiente de lujo; Corrida de la Cruz Roja; dos toros de Núñez, otros dos de Juan Pedro, dos más de Manolo González en los corrales... El maestro de San Bernardo cortó cuatro orejas y firmó su propia antología taurina en una tarde para el recuerdo. Su hijo Manuel -padre del Manuel Vázquez Rodríguez-Toajas que se presenta de luces en Sevilla - le cortó la coleta antes de que lo sacaran a hombros por la Puerta del Príncipe en medio de una gran apoteosis. Su carrera había concluido. La lectura de su paso por los ruedos no habría sido la misma sin aquellas tres campañas que reconciliaron al aficionado con algunas formas y unos modos que se creían perdidos. Fue otra revolución de los clásicos. Aquella tarde fue la antepenúltima vez que colgó el nombre de un Manolo Vázquez en un cartel de toros de la Maestranza. Esta tarde se presenta el último de la saga, vestido de luces y en festejo picado. Es una difícil reválida. Y una hermosa incógnita.