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Actualizado: 01 may 2023 / 23:43 h.
  • Manuel Escribano / Arjona
    Manuel Escribano / Arjona

El largo clarinazo que marcó el último tercio del sexto toro de la corrida de Miura nos recordó que todo se acaba. Era la última res que había saltado al ruedo de la Maestranza en esta larga y fecunda Feria de Abril que ya está en la mejor historia de la propia plaza. Es la hora de los balances, de reunir jurados, de saborear lo vivido sabiendo que cada feria es una más pero también una menos... Habíamos acudido al coso del Baratillo con la sensación de que todo el pescado estaba vendido, en una fecha un punto forzada –que recuperaba el aire de cabales de los viejos Lunes de Resaca- y comentando los pros y los contras de un mano a mano que no había sido programado. Dicen que se estuvo esperando hasta última hora la decisión de El Fandi, aquejado de un fortísimo ataque de ciática. Se sorteó más tarde de lo habitual y se decidió dejar el hueco libre. Algunos nombres, que están en la mente de todos, podrían haber tenido cabida.

El caso es que, hasta la mismísima salida de ese cuarto, la corrida caminaba por el despeñadero. Habíamos contemplado un primer ejemplar que prometió mejores cosas que las que acabó de concretar en la gestual muleta de Ferrera, que lo había parado con esa inusual capa azul de escaso apresto. El extremeño, que lo brindó a la memoria de Montoliú, pudo comprobar que por el izquierdo era nones; medio lo enredó por el otro lado pero allí no había nada que rascar más allá de echarlo abajo con una estocada eficiente.

El propio Escribano tampoco iba a tener demasiado material con el segundo al que banderilleó con la solvencia habitual, destacando el par de la calafia con el que cerró el tercio. El toro había sido galopón y el de Gerena se mostró firmísimo en los estatuarios pero el bicho embestía a cabezazos –soltar la cara que dice ahora la chavalería- y la faena se acabó convirtiendo en un ejercicio de mera solvencia. Saltó el tercero para Ferrera, ovacionado de salida por su bello pelo cárdeno. Hizo hilo, nunca humilló, pasaba sin convicción queriéndose quitar el trapo... Hubo más puesta en escena que toreo. También era imposible.

La corrida parecía haber entrado en barrena pero Manuel Escribano, inasequible al desaliento, se cruzó la inmensa playa de albero para recibir al cuarto a portagayola. Se colocó, según su costumbre, muy abierto y más allá de las rayas. Lanzó la larga y le siguieron un mazo de excelentes verónicas que devolvieron al público al guión de la corrida. Aquello se había venido arriba y los bríos del toro, siempre exigente, pusieron el pulso necesario para que todo se viviera con importancia. Manuel Sánchez picó con tanta brillantez como eficacia y el toro, llamado ‘Choricero’, llegó a poner en apuros al propio matador en un duro y trabajado tercio de banderillas que concluyó clavando desde el estribo.

Pero Manuel había venido a torear y plantado en los medios se pasó el toro por delante y por detrás. El bicho pedía los papeles y Escribano tenía hasta la última póliza. La embestida tenía picante, emoción, importancia, tanta como el toreo del matador de Gerena que acabó rompiendo la tarde en dos redondas tandas de naturales enganchando siempre adelante, llevándolo siempre más allá, que hicieron crujir la plaza. Fue la cumbre de una faena que también marcó altura por redondos. El matador tuvo la virtud de aplicar el sentido de la medida –pronto y en la mano, que decía Chenel- y se marchó a por la espada antes de recetar dos ayudados y un gran pase de pecho. La espada entró a la primera pero cayó muy baja. La petición de trofeos fue intensa, unánime, pero el palco, sin faltarle razón, se atuvo a la colocación del acero. Qué más da a estas alturas... Vaya feria que ha echado Escribano, cuajando dos de las mejores faenas –con ‘victorinos’ y con ‘miuras’- de esa larga lista que ya empieza a ser objeto de examen. Cómo están los toreros de Gerena...

A partir de ahí, poco hay que contar. A Ferrera le tocó un imponente quinto, blando en todo que le costó siempre un mundo desplazarse. Escribano, por su parte, aún tuvo delante un sexto –el más chico de la corrida- con el que volvió a echar la moneda postrándose de hinojos otra vez en la puerta de chiqueros. El animal se distrajo pero se acabó tragando la larga y los buenos capotazos. Dormido en el peto, Ferrera quitó por chicuelinas. Manuel volvió a emplearse en banderillas cerrando con su par más clásico: arrancando desde el estribo, clavando por dentro. Era su último toro en la feria, el que cerraba el ciclo y Manuel acabó sacándole lo poco que llevaba dentro a base de entrega indeclinable. La verdad es que nunca acabó de rematar, haciendo hilito, quedándose a medio viaje... Así terminó esta Feria; así volvimos a contársela un añito más. Ya van unos pocos; fue un placer.

FICHA DEL FESTEJO

Ganado: Se lidiaron seis toros de Miura, bien presentados. El más importante, única luz de un encierro con demasiadas goteras, fue el cuarto por bravo, exigente y codicioso. El resto del envío adoleció de falta de fondo, entrega y calidad.

Matadores: Antonio Ferrera, de amapola y oro con remates negros, silencio en los tres que mató.

Manuel Escribano, de verde inglés y oro, silencio oreja con clamorosa petición de la segunda y ovación.

Incidencias: la plaza registró casi dos tercios de entrada en tarde primaveral. La corrida quedó en mano a mano por la ausencia de David Fandila ‘El Fandi’, aquejado de un ataque de ciática. Dentro de las cuadrillas destacaron los banderilleros Ángel Otero, Alberto Carrero y Joao Ferreira. A caballo brillaron Manuel Sánchez y Juan Francisco Peña