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Actualizado: 02 sep 2017 / 23:55 h.
  • Feliz despedida de Francisco Rivera Ordóñez
    Paquirri recibe a su primer toro. / EFE
  • Feliz despedida de Francisco Rivera Ordóñez
    El diestro Francisco Rivera Ordoñez «Paquirri» en la faena a su primero. / EFE
  • Feliz despedida de Francisco Rivera Ordóñez
    El diestro Francisco Rivera Ordoñez «Paquirri» recibe a su primer toro. / EFE
  • Feliz despedida de Francisco Rivera Ordóñez
    Los toreros Francisco Rivera Ordoñez «Paquirri», el francés Sebastián Castella, David Fandila «El Fandi», Miguel Ángel Perera y Cayetano Rivera, junto al rejoneador Diego Ventura salen al ruedo. / EFE
  • Feliz despedida de Francisco Rivera Ordóñez
    Los toreros Francisco Rivera Ordoñez «Paquirri» (i), el francés Sebastián Castella (c), y Cayetano Rivera (d), salen al ruedo antes de la LXI edición de la tradicional corrida goyesca de Ronda (Málaga). / EFE
  • Feliz despedida de Francisco Rivera Ordóñez
    Los toreros Francisco Rivera Ordoñez «Paquirri» (i), el francés Sebastián Castella (c), y Cayetano Rivera (d), salen al ruedo antes de la LXI edición de la tradicional corrida goyesca de Ronda (Málaga). / EFE

Francisco Rivera Ordóñez se cortó la coleta en un festejo coral que constituyó una fiesta familiar y un homenaje a la dinastía. En el aspecto meramente taurino sobresalió la dimensión artística y la entrega de su hermano Cayetano, que estuvo cerca de cortar un rabo.

Se lidió un toro de Guiomar de Moura a caballo, regordío y soso. A pie se jugaron, por este orden, sendos ejemplares de Daniel Ruiz, deslucido y peligroso; Garcigrande, desigual; Torrealta, esmirriado y noble; Juan Pedro Domecq, desfondado; el sexto, también de Juan Pedro, resultó enclasado y flojo. El séptimo fue un reserva de Jandilla, complicado y deslucido.

El rejoneador Diego Ventura, de alpaca con pasamanería negra, dos orejas

Rivera Ordóñez ‘Paquirri’, de antracita con abalorios tornasolados, ovación y dos orejas

David Fandila ‘El Fandi’, de añil con pasamanería negra y plata, oreja tras aviso.

Sebastián Castella, que sustituía a Manzanares, de turquesa con galones negros, oreja

Miguel Ángel Perera, de blanco con pasamanería negra, dos orejas

Cayetano, de malva y plata, dos orejas con petición de rabo

La plaza se llenó hasta la bandera en tarde calurosa y muy ventosa.

EL SEGUNDO PAQUIRRI DICE ADIÓS A LOS RUEDOS

El público congregado en los aledaños de la plaza de la Maestranza de Ronda delataba la expectación que había despertado la despedida de Francisco Rivera Ordóñez, penúltimo eslabón de una dinastía íntimamente ligada al bicentenario coso. El papel se había agotado en la taquilla pero el acontecimiento trascendía ampliamente el ámbito taurino.

La fama del personaje había vuelto a servir de bálsamo pero tampoco se puede soslayar que se marchaba del toreo, con sus baches y cimas, un torero de sólido oficio que ocupó un puesto de importancia en el escalafón taurino de la segunda mitad de los 90. La LXI Corrida Goyesca era, previsiblemente, la última de su carrera. Atrás quedaban 26 años profesión.

El habitual paseo de carruajes y coches de época sirvió de prólogo de una corrida excepcional que debe su espíritu más genuino al recuerdo de Antonio Ordóñez, forjador de un acontecimiento que ha sabido perpetuarse en el tiempo con carácter de peregrinación. Pero tenía que salir el toro...

El primero fue un ejemplar de Guiomar de Moura que Ventura brindó a Rivera. El jinete de La Puebla enceló al toro a dos pistas poniendo todo lo que le faltaba al animal. El rejoneador mostró su incontestable supremacía profesional pero tuvo que suplir la sosería de su enemigo ajustando todas las suertes y apurando todos los quiebros, para mantener el tono de una labor que puso en sus manos las dos orejas de la res.

Llegaba el turno del gran protagonista de la jornada, que fue sacado a saludar antes de la salida del ejemplar de Daniel Ruiz que le había tocado en el sorteo. Paquirri se marchó a portagayola y compartió banderillas con El Fandi cuajando un gran segundo tercio que preludió una entregada faena muleta en la que sobraron los frenazos y el mal estilo del animal que propinó una fortísima voltereta a su matador .

Con ese no había podido ser pero Paquirri había encerrado un toro de Jandilla con el que quiso desquitarse. Francisco banderilleó esta vez en solitario. El último brindis, entre lágrimas, fue para su hija Cayetana. Había llegado el final y el veterano diestro se empleó en un trasteo sentido y muy entregado en el que Francisco dio lo mejor de sí mismo a pesar de las muchas dificultades que planteó el astado. Se jugó el tipo.

Cayeron las orejas pero aún quedaba el corte de coleta que ofició un amigo del torero, llamado Juan Ignacio Alonso, antes de que El Fandi lo izara a hombros acompñado de toda la tropa de toreros. La apoteosis se había consumado. Paquirri se despedía del toreo en el solar de los suyos. Su hermano Cayetano le sacó por la puerta grande.

El Fandi, que reaparecía en Ronda de una lesión de abductores, se lució con el percal pero no logró brillar en su fuerte: los palos. El granadino devolvió la invitación a Rivera y marró en el primer par. Paquirri clavó en todo lo alto y El Fandi, ahora sí, fue fiel a sí mismo pareando al violín. Al final logró templarse de verdad con ese toro de Garcigrande en una faena de enorme fondo técnico en la que no hubo alharacas.

A Castella le tocó un ejemplar de Torrealta, anovillado y esmirriado, al que banderilleó en unión de Rivera y El Fandi. El francés clavó al quiebro sin demasiado tino pero cuajó después una labor bien planteada y trazada en la que se puso en evidencia la escasa entidad de su enemigo, que se acabó rompiendo una mano. Lo mejor fue la fulminante estocada final.

A Perera le había tocado el primero de los dos ‘juampedros’ que se habían enchiquerado. El extremeño se ajustó de verdad con ese ejemplar serio y hondo que Curro Javier banderilleó con autoridad. Perera pisó el acelerador en una faena reunida e intensa, resuelta en un palmo de terreno, en la sobró la flojera del astado. El tremendo arrimón final arregló las cosas aunque la espada cayó en mal sitio.

Cayetano, con otro toro de Domecq, se entregó a tope. En las largas iniciales; el galleo por chicuelinas o en un nuevo tercio de banderillas, compartido con su hermano y El Fandi. El menor de los Rivera partió los palos por la mitad y formó un auténtico alboroto clavando al quiebro. Brindó visiblemente emocionado a Francisco y se puso a torear.

La faena rompió sobre la mano derecha con tres muletazos plenos de cadencia. Fallaban las fuerzas del toro pero Cayetano las suplió con su personal empaque enhebrándose a la buena condición del ‘juampedro’. Sobresalió un largo cambio de mano; los pases de pecho de hombro a hombro y la actitud del matador, transfigurado en esta cita familiar que se había convocado para despedir a su hermano, el último Paquirri.