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Actualizado: 13 oct 2016 / 09:14 h.
  • La vuelta de las primeras figuras no consiguió enderezar el abono
    Manzanares firmó la faena de mayor altura artística en la pasada feria de San Miguel. / José Luis Montero
  • La vuelta de las primeras figuras no consiguió enderezar el abono
    El trasteo más valioso de la Feria de Abril lo cinceló Morante. / José Luis Montero
  • La vuelta de las primeras figuras no consiguió enderezar el abono
    Castella rozó su propio techo el pasado 25 de septiembre. / José Luis Montero

La temporada 2016 ya es historia. La plaza de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, bajo la gerencia de la empresa Pagés, ha celebrado un total de 16 corridas de toros, dos de rejones, seis novilladas picadas y cuatro sin picar que suman los 28 espectáculos taurinos de una temporada que no pudo cerrarse ayer con el festival benéfico que estaba previsto. Ha llegado el momento de echar números y hacer cábalas; de sentarse a pensar en el futuro inmediato de una plaza que ha perdido no sabemos si para siempre esa clientela fiel que soportaba el peso organizativo de una temporada que ha ido menguando su metraje después de alcanzar su pico hace una década. Pero el cliente de hoy ya no es el abonado; es el espectador ocasional que escoge cuatro o cinco tardes señeras sin necesidad de retratarse toda la campaña. Es así y parece irrevocable pero... ¿quién se atreve a ponerle el cascabel a ese gato?

Ya hemos contado hasta la saciedad que la Feria de Abril de 2016 fue la feria de la paz. Todas y cada una de las figuras que habían renunciado a anunciarse en la plaza de la Maestranza en 2014 y 2015 se liaron el capote de paseo en Sevilla. La conversión de Morante, que quiere hacer del coso del Baratillo el escenario de su última etapa en los ruedos, fue fundamental para dinamitar los restos de ese G-5 que no pudo ser más inoperante e inoportuno. Pero, ojo, la ausencia de las primeras figuras del escalafón no precipitó el desplome del abono. Éste había comenzado mucho antes y mantuvo la misma curva descendente a la vez que se confirmaban esas dolorosas ausencias que condenaron el brillo de dos temporadas completas. En esa tesitura, ¿podía suponer la vuelta de esos nombres de relumbrón una recuperación de los abonados que abandonaron algunas localidades que habían sido ocupadas por varias generaciones de la misma familia? Desgraciadamente no ha sido así y Ramón Valencia, que logró fumarse la pipa de la paz con los capitanes de la tropa, debe seguir echando humo para rediseñar el metraje y la calidad de una temporada que tiene su fachada indiscutible en la Feria de Abril.

Y hablando de la Feria: supuso un buen escaparate de una nueva hornada de matadores –Garrido, Jiménez o Roca Rey que han mostrado su fortaleza en el resto de la campaña. Y si decíamos que el personal ya no pasa por el fielato del abono sí sigue siendo fiel a esos carteles de brillo que podrían refrescarse –y abrirse– con los nuevos nombres. El empresario tuvo una prueba inmejorable en la pasada Feria de San Miguel que funcionó –no sabemos si de forma inesperada– con apabullante autoridad en la taquilla. Se podría haber devuelto mucho papel en la primera tarde pero se alcanzaron los tres cuartos en un festejo que sumaba al rey indiscutible del toreo sevillano –sí, Morante– con dos toreros en eclosión como Ureña y Jiménez. Son motivos para la satisfacción pero también para la reflexión. La plaza volverá a abrir sus puertas el 17 de abril. Veremos qué pasa entonces.