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Actualizado: 10 jul 2018 / 10:04 h.
  • El célebre chupinazo que arranca las fiestas de San Fermín. / EFE
    El célebre chupinazo que arranca las fiestas de San Fermín. / EFE

Siete días vividos en torno al toro

El toro. Siempre el toro. Es el vértice sobre el que gira, irrenunciablemente, la fiesta española más universal. Hablamos de San Fermín, que sigue consagrando al inmarchitable tótem ibérico esos siete días que mudan por completo la piel de Pamplona. Pero hay acomplejados que siguen midiéndosela. Uno de ellos, el señor alcalde de la capital del reino de Navarra, se llevó una sonora pitada cuando accedió al palco del coso pamplonica para presidir la primera corrida de la Feria del Toro. El asunto pasó a mayores cuando un grupo de proetarras desplegó una pancarta en favor del acercamiento de los asesinos de ETA a las prisiones del País Vasco. Es lo que tiene mezclar el culo con las témporas y en Pamplona, desgraciadamente, de eso ya saben mucho. La cosa se saldó con gritos de ¡Viva España! Pues así está el patio...

Podemos ha fracasado en su ofensiva

Ya saben que el señor Asirón, así se llama el regidor pamplonica, se había descolgado con unas declaraciones en las que cuestionaba el futuro de las corridas de toros en las fiestas de San Fermín. Es una guerra abierta que en estos días abrió dos nuevos frentes que acabaron siendo tres: los parlamentos autonómicos de Andalucía y Madrid y el de Portugal. La derrota ha sido estrepitosa en los tres escenarios aunque conviene matizar y conocer las circunstancias de cada asalto. De Despeñaperros para abajo se debatió un abracadante proyecto de ley de protección animal -que escondía un claro intento de abolir la fiesta de los toros- presentado por la formación morada. La propuesta contaba con el apoyo de la grey podemita, unida a Izquierda Unida, y se encontró con la oposición de PSOE, PP y Ciudadanos. En Madrid, sólo un día después, se debatió un plan similar que volvió a ser rechazado con los votos del PP y, ojo, la vergonzante abstención de socialistas y Ciudadanos que buscaron todo tipo de subterfugios para ponerse de perfil. No fueron los únicos. El propio mundo del toro también caminó a lo suyo, hundido en sus miserias, sin darse cuenta de todo lo que podían perder en ambos procesos. Juan Antonio Gómez Angulo, diputado popular y reconocido aficionado, fue el encargado de orquestar la defensa del sector taurino en la asamblea madrileña desmontando la principal mentira del asunto: la ONU no ha dicho esta boca es mía en la participación de menores en la fiesta. Angulo, ojo, no dejó de pegar un merecido tirón de orejas a este planeta indolente mostrando su “perplejidad” por la absoluta indiferencia del sector taurino en el debate. Impedir la formación de los jóvenes toreros implicaba, en la práctica, cortar las bases del toreo. Ni por esas. La traumática lección de Cataluña, eso parece, no se ha aprendido.

Las siete (mil) vidas del ‘Ciclón’ de Jerez

El verano taurino siempre presenta su factura. Castaño o Ureña han pagado con sangre su paso por el embudo pamplonica pero el mundillo taurino -y casi todo el país- volvió a sobresaltarse con el nuevo y sobrecogedor percance de Juan José Padilla. El diestro jerezano pudo pagar un precio muy alto en un ruedo menor, el de Arévalo, y en una corrida perdida dentro del nomadeo estival de los hombres de luces. La espectacularidad de las imágenes, afortunadamente, ha ganado a la gravedad de la lesión que le arrancó, literalmente, el cuero cabelludo de la sien derecha. Pero no nos equivoquemos. Ponerse delante del toro después de sufrir un percance de esas características o mirarse al espejo con cuarenta puntos en la cabeza marca la frontera que separa a los toreros de los hombres de a pie. Padilla ya ha dicho a quién quiera oirlo que estará en la puerta de cuadrillas de la plaza de Pamplona -se despide del coso- el próximo viernes. Las piernas le sostienen y lo cumplirá. Suerte, matador.