La música, un argumento recurrente en el hilo histórico de estos eventos que alcanzan 65 ediciones sumando la trascendencia de un torero con la vigencia de un artista o personaje de la vida cultural o social, volvía a ser el nexo aparente de la cita entre tres personajes que ya pertenecen por derecho propio a la historia doméstica de este país. Pero más allá de la música y el toreo estaba la antigua amistad que vincula al dúo de artistas con uno de los toreros más emblemáticos de aquella generación de los 70 y 80 del pasado siglo XX.
Su presencia se solapaba en el circuito festivo de este país. Si El Capea protagonizaba los carteles taurinos en las tardes de toros, Los del Río acaparaban las horas nocturnas. Los músicos de Dos Hermanas –Antonio y Rafael o Rafael y Antonio, que tanto monta- fueron los responsables de llevar rumbas y sevillanas más allá del cerco de Despeñaperros en esos años de vino y rosas en los que España era una fiesta. José Enrique Moreno, creador y moderador habitual de estos encuentros, abrió fuego recordando que en este martes de otoño, día 22 de noviembre, se celebraba el día de Santa Cecilia, la patrona de la música. No era mal día...
El recordatorio sirvió para poner en suerte la noche, hablando de las virtudes taurinas y humanas de Pedro Capea al que Moreno definió como un “auténtico orador del toreo”. “Podríamos haber llamado a este encuentro el toro y la amistad”, insistió el moderador para ubicar el verdadero nexo vital de los invitados. “Nuestra amistad es muy antigua, desde los tiempos del hotel Ercilla de Bilbao” evocó Antonio Romero. Capea terció pronto hablando de sus sensaciones delante del toro con esa música que “es un plus y permite meter al público en la faena, dándote moral y ánimo en algunos momentos”. El veterano diestro de Salamanca se decantó por el pasodoble “de toda la vida”. Rafael cambió un punto el tercio: “lo mejor de Sevilla está hoy aquí y es que el toro tiene la capacidad de unir a la gente buena”.
Pero había que seguir hablando de música, hasta de las polémicas de ciertas bandas.
“Adriano y Trajano jugaban a torear y por eso Sevilla es del toreo la catedral”, improvisó Antonio. Capea habló de la inspiración como punto de encuentro entre músicos y toreros. “Cuando surge ese chispazo en la plaza hay una explosión y con los músicos es lo mismo”, remachó el matador. Había que hablar de otras sensaciones, de ciertos miedos, tan distintos, como los que comparten los artistas del toro y de la música antes de enfrentarse al peligro o al público en la soledad de una habitación de hotel o un camerino.
También había que hablar de esos públicos, de recuerdos, del abanico inmenso de artistas con los que un día compartieron escenario, de referentes como los hermanos Reyes, los Toronjo. “Estábamos todos a 400 pesetas y soñando porque Pulpón nos pusiera en las mejores fiestas pero todos estábamos alrededor del mundo taurino, de Las Ventas al Wellintong...” La cascada de recuerdos dio pie a hablar de esa convivencia entre toreros y artistas. “Íbamos a los mismos restaurantes, a los mismos hoteles, convivíamos mucho. Es muy difícil triunfar en ambos mundos y compartimos los mismos sueños”, añadió Pedro.
En el fondo todo es un trabajo, “pero hay que tener ilusión en esta vida”, sentenció Rafael. En ese terreno de ilusiones Capea habló de su recentísima reaparición puntual en la plaza de Guijuelo. “Estaba soñando despierto y volví a mi juventud, con más ilusión que cuando debuté con caballos; mi vida ha sido el toreo y he tenido la oportunidad de sentirlo con 70 años...”. Se trataba de celebrar el 50 aniversario de alternativa y pudo hacerlo toreando. En ese punto surgieron los miedos, las dudas... “al principio sí estuve nervioso pero llegó un momento en el que me olvidé y comencé a ser feliz en el ruedo, orgulloso de estar en la plaza y ser capaz de transmitírselo a la gente; en ese momento sentí que tenía veinte años”.