Natación
Ledecky se humaniza ante la tiranía de Titmus
La leyenda estadounidense, en la que debía ser la prueba reina de la natación en París (los 400 libres), obtiene el bronce y no logra cambiar la tendencia de un tiempo que es ahora de la australiana, oro de principio a fin
Katie Ledecky es la mejor nadadora de siempre. Sus siete oros olímpicos y 21 campeonatos del mundo no tienen parangón. Pero, maldito deporte, a sus 27 años, y en esa natación que antes o después acaba por escupirte del agua, comienza a mirar más hacia atrás que hacia adelante.
Quizá los medios de comunicación, siempre exigentes e hiperbólicos, esperaran más de la genial estadounidense en la prueba que debía ser la final del siglo, la prueba más esperada en la piscina de La Défense: los 400 metros libres. Pero Ledecky, y ella era la primera que lo sospechaba, nunca tuvo opciones ante la tiranía de esta época, la de una Ariarne Titmus que, tres años y medio más joven, pudo revalidar el oro conquistado en los Juegos de Tokio. Entre ellas dos se interpuso la prodigiosa canadiense de 18 años Summer McIntosh, que, como sus rivales, también fue plusmarquista de la distancia.
Titmus (3:57.49) no pudo batir el récord del mundo que arrebató a McIntosh en el Mundial de Fukuoka de 2023 (3:55.38), pero se permitió el lujo de no temer nunca por un triunfo que tuvo en su cabeza, pero también en sus brazadas, de inicio a fin. También quedó lejos del récord olímpico que aún ostenta Ledecky de los Juegos de Río. Poco importó.
Preocupación
La gran preocupación que pudo tener Ledecky (4:00.86) ya no fue superar a Titmus, escapada desde el mismo amanecer. Ni siquiera controlar a McIntosh (3:58.37), a quien tampoco pudo avanzar en toda la prueba. Sino contener a la neozelandesa Erika Fairweather, que pudo amenazar su medalla de bronce (4:01.12)
«Me siento honrada por haber competido y también por haber nadado junto a leyendas como Katie [Ledecky]. Yo la admiro. Y la rivalidad está en la competición, no fuera», afirmó Titmus que, pese a la superioridad mostrada, no tuvo reparos en confesar que, en algún momento, sintió la presión que se le venía encima.
Por, claro, la batalla entre Titmus, Ledecky y McIntosh, las tres mujeres más rápidas de la historia en la distancia, había llegado a ser comparada con aquella legendaria carrera de los 200 libres en los Juegos Olímpicos de Atenas. Entonces, Ian Thorpe, en uno de los triunfos más recordados de la historia de la natación, fue más rápido que Pieter van den Hoogenband y Michael Phelps.
«Siento alivio. Vi más que nunca que las expectativas estaban puestas sobre mí. Aunque creo que se me da bien gestionar la presión», dijo Titmus, que en ningún momento descuidó abrazarse a Ledecky mientras su entrenador ofrecía uno de sus característicos shows entre los 16.000 espectadores de la piscina de La Défense y sus padres, embutidos en sus camisetas amarillas, se abrazaban al ver cómo su hija continúa con las muescas de su legado. Titmus ya tiene tres oros, una plata y un bronce olímpicos.
Ledecky sigue mirándolo todo desde una cierta calma. Le quedan aún dos pruebas más, los 800 y 1.500 libres. Igualar los ocho oros de Jenny Thompson sigue inquietando a sus seguidores. Quizá no tanto a ella.
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