Opinión

Manuel Bohórquez

Honores al maestro Rancapino

Honores al maestro Rancapino / Manuel Bohórquez

El Festival de Alhaurín de la Torre (Málaga), es de los más antiguos de Andalucía y, con el de Ronda y Casabermeja, el más importante de esa provincia. La buena noticia es que se va a celebrar los días 18 y 19 de junio, temprano, y otra buena noticia es que va a estar dedicado a uno de los grandes maestros del cante que nos quedan, Alonso Núñez Núñez, Rancapino de Chiclana. No está retirado, aunque ya no hace los festivales que hacía hace años, cuando era uno de los imprescindibles. Si no estaba el chiclanero en un cartel, los aficionados echaban de menos el sabor a Cádiz y el recuerdo de cantaores históricos de la Tacita como Aurelio y Manolo Vargas, o el de sevillanos como Juan Talega, Manolo Caracol y Antonio el de la Calzá. Nadie cantaba en aquella época por soleá, alegrías o fandangos como Rancapino, ni con más sabor en los cantes cortos, que son los que duelen. El mérito de este hombre es que se hizo figura en una época, los setenta y los ochenta, con muchos genios del cante, entre ellos Camarón, Enrique Morente, Lebrijano, La Paquera o Menese. No era fácil hacerse un hueco entre tales fenómenos, y Rancapino lo hizo. Le ayudó mucho su simpatía personal, esa gracia que tiene el maestro, pero de las de verdad. En el flamenco hay dos clases de ojana, la buena y la chunga, y Rancapino, como Chano Lobato, tiene la buena, la de arte. Solía decirle el gran guitarrista sevillano Manolo Domínguez El Rubio, que era capaz de pedirle dinero a un avión de mármol. Y es que el maestro gaditano venía de una escuela formada por artistas que eran maestros en buscarse la vida. O como diría Chano, en mangar, que no es robar sino salir cada día a buscar una fiesta para poder poner la olla. Un homenaje a Rancapino, pues, es hacerlo también a una etapa fundamental de la historia del cante. Por eso celebramos en Sevilla el que le darán en Alhaurín de la Torre, el primero de los clásicos festivales de verano, el que siempre abre la temporada. Larga vida al maestro, porque el día que se nos vaya, se acabó lo que se daba.

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