Opinión

Manuel Bohórquez

Pulpón era un señor

Pulpón era un señor / Manuel Bohórquez

Jesús Antonio Pulpón fue un representante tan famoso como lo fueron en su tiempo Vedrines, Monserrat o Pascual Saavedra. No se pueden entender los últimos sesenta o setenta años sin este hombre, que no solo tuvo una enorme inteligencia sino una asombrosa capacidad de trabajo. Lo podías ver la misma noche pagándoles a los artistas en el Potaje Gitano de Utrera y tres horas más tardes haciendo lo mismo en el festival más escondido de la provincia de Jaén. Por eso montó el imperio que montó. Como Antonio Mairena, supo llevarse bien con la crítica flamenca, porque valoró siempre su importancia. No como los de ahora –generalizar suele acarrear siempre injusticias–, que te suelen poner verde por las redes sociales si osas ponerle un pero a alguno de sus artistas.

Pulpón tenía otro estilo. Si te tenía que decir algo nos llamaba para que fuéramos a su oficina de la Campana, mandaba a Mari a por un café y nos preguntaba con mucha educación: “A ver, querido, ¿qué te pasa con El Cabrero?”. No era un matón de barrio, sino un gran profesional. Ni un lameculos de alcaldes pueblerinos, sino un trabajador incansable. El mejor representante de hoy no valdría ni para llevarle la carpeta a aquel señor tan amable que tanto hizo por los artistas. Es verdad que llegó a tener tanto poder, que si un artista se movía no salía en la foto. Se le subieron algunos a las barbas y las pasaron canutas; en ocasiones, llegando a dejar el oficio. Tenía el poder y lo usaba. Y si había que aplastar a alguien, lo hacía.

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Hoy hay agentes artísticos que ponen o quitan presentadores de festivales sin ningún rubor. Quieren que los críticos elogiemos a sus cantaores, aunque desafinen y se atraviesen como un lepero en la Campana. Y si te expresas con libertad van y te ponen verde en Facebook. Incluso los propios artistas. Se les ha olvidado aquello que dijo una vez Antonio Mairena: “Dichosa la hora en la que los cantaores tenemos derecho a críticas. Porque antes, ni eso”. Ahora viene una adolescente engreída, que imita más que crea, y te manda a tu casa. O un representante de tres al cuarto, que ni siquiera tiene secretario.