Opinión

Ramón Reig

¿El Día de Andalu qué?

Una tal Andalu..., Andalucía, creo que se llama, celebra hoy lo que afirma que es su día, Santa Anda Lucía, debe ser (a ver si anda de verdad y baila menos). En 1980 tuvo lugar un referéndum –que servidor cubrió como periodista- en el que esta señora le dijo al gobierno de Madrid que no quería ser menos que nadie, que quería tener libertad de acción –relativa- como las que llamaban nacionalidades históricas, las señoras Cataluña, Euskadi y Galicia, que ya iban mucho a su bola en la Segunda República, sobre todo Cataluña. El gobierno de UCD le negaba a Andalucía esa característica y a pesar de ello se produjo lo que en ciencias de la comunicación se llama “disfuncionalidad del mensaje” porque la mayoría de los andaluces que fueron a votar no obedecieron a las voces de su amo. Las voces eran TVE y RNE –no había televisión privada-. Por supuesto, el amo era UCD.

Aunque escribo un día antes, supongo que este 28-F estará siendo o habrá sido un Día de Andalu... sí, de Andalucía, muy agradable, hemos tenido un puente lindo y con un clima delicioso por su frescor –algo que no gusta mucho en Andalucía, donde al buen fresquito lo llaman frío-, un puente que ya termina hoy, “todo tiene su fin”, cantaban Módulos. Lo siento, hay que trabajar. La Junta ha entregado sus premios consensuando progresismo con “tradicionalismo” y se ha cantado el himno de Andalucía, no tan mal como lo hizo Raphael, esta vez lo ha entonado David Bisbal y sus gorgoritos pseudoflamencos. Bisbal fue una fabricación del marketing pero se conoce que eso es un mérito importante y le han dado una medalla.

Lo que quería decir es que no sé si esta señora que atiende por Andalucía, en cuyo territorio nací y vivo, logrará algún día ser una señora distinguida e influyente porque aún no lo es, ni siquiera en su historia más reciente (primer tercio del siglo XX) se ponían de acuerdo los andalucistas en unir criterios que la defendieran y ahora mismo estamos en situación parecida. Conclusión: nada nuevo, siempre se ha dicho que no existe Andalucía sino las Andalucías.

En 2021, el prestigioso profesor de la Universidad de Sevilla, Manuel Delgado Cabeza, coordinó un libro llamado Andalucismo histórico. Cien años de la Asamblea de Ronda (Almuraza). En esa obra, el mismo Delgado Cabeza, catedrático de Economía, afirmaba en un su capítulo que hay un rasgo que mantiene Andalucía desde la Asamblea de Ronda a la actualidad: su carácter agrícola, “exportar naturaleza utilizando una mano de obra especialmente precarizada y con muy baja remuneración”. “Andalucía es más agraria hoy que a principios del siglo XX”, sostiene Delgado Cabeza, y, en un contexto de globalización, está sometida a las grandes corporaciones agroalimentarias que, desde su poder, “fijan las condiciones de producción y los precios que percibirán los agricultores andaluces. Al compás de este ascenso de la dedicación agraria se ha ido deteriorando el tejido industrial”. A este feo panorama se suma “un turismo corporativo, con una fuerte huella ecológica que a la degradación y destrucción del litoral suma ahora la ocupación de suelo urbano o turistización”, en detrimento del “derecho a la ciudad de la población autóctona”.

Si le preguntamos al andaluz en general y a la juventud andaluza en particular qué fue la Asamblea de Ronda hallaremos pocas respuestas correctas. Pues fue en ella de donde surgió esa frase que, me parece, tiene sentido aún hoy: Andalucía es “la tierra más alegre de los hombres más tristes del mundo”, porque yo creo que el andaluz tiene mucho de fingidor. Como establece Isidoro Moreno en el libro citado, la opción política e ideológica del andalucismo a partir de Ronda que quede claro que fue el “soberanismo confederativo” y la necesidad de un hombre nuevo que libre a la región de caciques y corruptos en general. ¿Qué se puede hacer hoy? Delgado Cabeza se basa en principios básicos del andalucismo: primero, toma de conciencia general en su población del problema andaluz. Después o al mismo tiempo, construir una economía desde abajo y no una economía “cuyo propósito es acumular para poder seguir acumulando en beneficio de las élites económicas dominantes”.

Desde Blas Infante estamos con estas metas, de manera que por ahora no somos Andalucía, sino que estamos en construcción, somos Andalu, nos falta un trozo de nombre después de que hayamos celebrado las primeras elecciones autonómicas en 1982 y hasta 2018 haya gobernado el “progresismo”, incluyendo en ello al fenecido Partido Andalucista. El PP ha logrado sacudirse el sambenito de heredero de los logreros andaluces, pero sabe que no se ha consolidado ni con los votos recibidos, de ahí esa apuesta por el andalucismo que ha propiciado que el destacado estudioso de la Historia de Andalucía, Manuel Ruiz Romero, haya afirmado: “Juan Manuel Moreno Bonilla al frente de la Junta ha tenido más gestos hacia el andalucismo histórico que el PSOE”. Ahora bien, Ruiz Romero matiza: “De cualquier forma, tras ese barniz de lo que yo llamo verdiblanquismo, están las políticas de la derecha que no comparto pero que como demócrata acepto”.

A juicio del también profesor y especialista en análisis de los mensajes mediáticos, Manuel Rodríguez Illana, esa derecha, así como el gobierno de coalición PSOE-Podemos, son responsables de numerosos casos de daños medioambientales, algo que lo han llevado a publicar un documentadísimo libro bajo el significativo título Andalucía, basurero del Estado español (Hojas Monfíes). Precisamente los atentados medioambientales que demuestra y denuncia Rodríguez Illana –silenciados, relativizados o exaltados desde la parcialidad de unos medios de comunicación servidores de sus dueños- se desprenden de una economía extractiva que lastra el desarrollo andaluz y el potencial mismo del concepto Andalucía.

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Mientras que estos asuntos reflejados aquí –y otros- no sean resueltos a favor de sus habitantes, es evidente que Andalucía para mí resulta una tierra aún por descubrir en su verdadero significado.