Opinión
Juan Luis Pavón
La autodestructiva huelga de la Sinfónica de Sevilla
Si en una empresa cuya clientela se reduce a lo largo de 30 años cerca de un 60%, la plantilla de trabajadores plantea una huelga que consiste en cargarse las expectativas de disfrute de sus consumidores, que han abonado previamente, y que han de trasladarse a la sede de dicha empresa para recibir la prestación del servicio por el que han pagado sin saber si eso va a ocurrir o no, y cuando llegan a ese centro de producción les dicen que van a hacer huelga solo en las horas fijadas para su relación con la sociedad, las consecuencias de esa estrategia serían el hundimiento de la empresa y de los empleos. Porque no es posible la viabilidad de una empresa si cuando ha caído en picado la captación de clientes se enoja a los pocos fieles que te quedan, y solo se hace huelga en las únicas horas en las que trabajas en público. Esto es lo más importante que está en juego con la huelga de los músicos de la principal orquesta andaluza. La Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Que en su configuración societaria es una sociedad anónima de capital público. Orquesta de Sevilla, S.A. Y la plantilla se está atreviendo desde el 23 de marzo a provocar la sucesiva cancelación de conciertos, y además a poner en grave riesgo la estabilidad económica de otra empresa similar, el Teatro de la Maestranza S.A., porque no teme por la continuidad de sus empleos aunque el quebranto económico para los balances de ambas sociedades (sobre todo la orquesta) las sitúe técnicamente en causa de disolución.
La ciudadanía ha de tener en cuenta estas coordenadas, y otras que vamos a exponer, para entender que cuando los artistas profesionales reivindican, en su condición de trabajadores por cuenta ajena, la resolución de agravios y carencias, lo último que deben hacer es maltratar al público que es su razón de ser para mantener con vida la cultura de la interpretación musical en vivo y de pago compitiendo con la infinita gama de grabaciones gratis en Youtube. Porque a los integrantes de la Orquesta Barroca de Sevilla, admirable iniciativa privada sustentada por músicos de indiscutible respeto a los derechos laborales y a la dignificación de su profesionalidad, jamás se les ocurrirá semejante desatino de una huelga parcial en las horas de concierto. Si incurrieran en cerrarle las puertas a los melómanos, la Barroca no podría sobrevivir y se extinguiría como empresa.
Quien dude de mi compromiso con la cultura y con el sector cultural en Sevilla es porque no conoce todo lo que me he esforzado desde 1987 en su impulso y desarrollo. Algo contribuiríamos, con una cobertura informativa de intensidad sin precedentes en la prensa española, a que la Sinfónica de Sevilla, dos años después de la Expo’92, llegara a tener 2.400 abonados en 1994 y 1995, y se mantuviera alrededor de la cifra de 3.000 espectadores de pago como promedio de afluencia para sus conciertos de abono durante su primera década. No había entonces ninguna ciudad de España con mejor porcentaje de asistentes a conciertos de una orquesta por número de habitantes. Por supuesto, el principal mérito corresponde a quienes la fundaron y a los músicos que consiguieron ser elegidos para insuflarle nivel de rango internacional. Pero el objetivo estratégico de establecer una gran orquesta que fuera uno de los pilares de la vida cultural hispalense, a la altura de lo que debe ser Sevilla, fue una visión y una misión en la que se arremangaron muchas personas y desde ámbitos muy diversos. Sociales, empresariales, educativos, periodísticos, etc. Sobre la utilidad de la Sinfónica y sobre las necesidades que debe cubrir la Sinfónica no tienen la patente sus músicos como para patrimonializarla en sus manos. Son parte necesaria de una ecuación sufragada al año con 6,5 millones de euros por el común de los contribuyentes sevillanos y andaluces. Cuantía enormemente superior a los escasos ingresos que genera últimamente la orquesta con sus conciertos. Tiene un 70% menos de abonados que hace 30 años.
He dado la cara por la Sinfónica y por el Maestranza en condiciones muy desfavorables, con las sucesivas crisis económicas que nuestro país ha padecido en lo que va de siglo, para generar vínculos entre la sociedad y dichas instituciones culturales con el fin de intentar incrementar las contribuciones privadas a su sostenimiento. Explicando que la cultura es una empresa de todos y que aporta beneficios directos e indirectos. También económicos como industria cultural. Pero la respuesta mayoritaria en nuestro entorno ante esa petición es que hay tal cúmulo de carencias y precariedades no resueltas por los poderes públicos que la sociedad civil opta por aportar dinero a los bancos de alimentos y a otras muchas loables iniciativas de ayuda a la gran cantidad de población asaeteada por la pobreza. Por desconocimiento, la mayor parte de la ciudadanía considera que las orquestas y los teatros no forman parte de su mundo porque presuponen erróneamente que son de élites y para élites. Si se le pidiera parecer sobre destinar parte de sus impuestos a pagar los gastos de una orquesta, sin duda la mayoría diría que no y elegiría otras opciones. Ese es el contexto social en el que los músicos de la Sinfónica se permiten el lujo de hacer huelga solo en las horas de teatro abierto para asistir a sus actuaciones.
En Andalucía, y en Sevilla, el liderazgo de la política cultural ha brillado por su ausencia desde hace 30 años. Es manifiestamente mejorable la gestión política de nuestra potencialidad cultural. Muchas de las fallas e incumplimientos que padece la Sinfónica como empresa tienen ahí su origen, con la sucesión de mandatos para salir del paso por parte de dirigentes de tres partidos. Pero de los que menos pueden quejarse son los músicos de la gran orquesta de la ciudad. La mayor parte de los demás sectores culturales firmaría de inmediato tener las estables condiciones salariales y laborales vigentes en la Sinfónica. Y el actual conflicto se desconvocaría si se les mejoran sus retribuciones, que en los últimos años han sufrido un retroceso en su poder adquisitivo, y toda la plantilla vuelve a tener una nómina con más cuantía que la de los componentes de la Banda Municipal de Sevilla.
Ser buen músico garantiza calidad en los escenarios, pero no en la gestión de las empresas de actividad musical. Javier Menéndez, que es un profesional especializado en la dirección de teatros de artes escénicas y musicales, está gestionando el Teatro de la Maestranza mucho mejor que lo hizo el músico Pedro Halffter, director artístico de orquesta. Menéndez ha acertado contratando a la Orquesta Bética de Cámara para garantizar que se realicen en junio las seis representaciones de la ópera ‘Tosca’, de Puccini, de las que ya estaban vendidas más del 70% de las entradas, y evitar un colosal agujero presupuestario por los gastos de cancelación de una producción lírica, dado que los músicos de la Sinfónica incluyeron en su convocatoria de huelga los horarios de esas seis actuaciones. Son ganas de provocar el ‘cuanto peor, mejor’ .
En el fondo, los músicos de la Sinfónica necesitan a políticos como los que critican con razón. A cambio les aguantan lo que ningún empresario cultural privado podría sostener. Y el coste de reputación de esta crisis la vamos a pagar entre todos los contribuyentes. Costará mucho convencer a viejas y nuevas audiencias para que opten por sus conciertos como ingrediente preferente de sus hábitos culturales.
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