Opinión
Ramón Reig
La angustia que no cesa
Estoy leyendo El arte de filosofar, de Javier Sádaba (editorial Almuzara). Son reflexiones breves sobre cuestiones de hoy y de siempre y la forma de afrontar lo que más nos preocupa. No me están convenciendo las alternativas, son demasiado etéreas, la maestría del profesor Sádaba se nota sobre todo en las consideraciones que preceden al último párrafo de cada temática que es el que ofrece consejos de posible superación. Hace tiempo que no leía en tan pocas líneas un razonamiento tan certero sobre la angustia, algo que el ser humano lleva consigo desde que nace, en forma de incertidumbre, pero que va ampliándose conforme pasan los años.
Sádaba cita a los existencialistas que ven a la angustia “como el terror que nos produce el tiempo en su avanzar hasta la muerte”. Yo llevo ya bastantes años sintiendo esa angustia, la siento cada vez que se muere alguien aunque lea su fallecimiento en una noticia y no conozca de nada al fallecido. Me inquietan también las muertes por asesinato y pienso en los asesinados. Las muertes en las guerras que han habido y habrán donde el humano es sólo un número que rematamos con monumentos de tumbas al soldado desconocido parecen ya una rutina y sin embargo pienso en la cantidad de almas que se han quedado por el camino antes de tiempo, han cerrado sus ojos para siempre, para dormir el sueño de nunca acabar en el que te entierran, te queman o te pudres en cualquier lugar sin que nadie lo sepa, algo que no quieren ni siquiera los creyentes menos Teresa de Jesús que quería morir porque no moría de tan alta vida que esperaba. Espero que la haya alcanzado.
Tiene razón Sádaba, la angustia que no cesa está sometida a “banales consejos” de psicólogos que ofrecen “a quienes les llegan angustiados, mientras les exprimen el bolsillo”. Posiblemente esos psicólogos necesiten a otros psicólogos para ellos mismos sumidos en sus angustias varias. ¿Cómo logra un cerebro de treinta años aminorar la angustia de un cerebro de setenta? La angustia “es un recuerdo de que estamos radicalmente solos”. Una forma de combatirla es la locura que, tal y como recoge Sádaba en su libro, los griegos llamaban “manía”, de ahí viene, por ejemplo, la palabra “melómano”, loco por la música. Los griegos estimaban que ese tipo de manía “nos diviniza, nos hace creativos, nos crea y nos recrea”. Ahora, los locos y amargados de vidas vacías y angustiadas llaman frikis a quienes poseen manías griegas, supongo que con el fin de combatir sus desesperaciones.
Creían los griegos que había otra locura, propia de los idiotas que carecen de riqueza interior. Es la locura de los estúpidos. Si es verdad que “de poetas y de locos todos tenemos un poco” eso quiere decir que la angustia se aminora con poesía, con reflexiones como las que Sádaba nos ofrece en su libro. No hay mejor libro de autoayuda que un libro de filosofía. Rechacen toda esa morralla del “tú puedes” porque no se puede siempre y eso no es una derrota, saberlo te vuelve más sabio y disminuye mucho las angustias.
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