Opinión | Mollete de calamares

El hijo del periodista

Redacción de un medio de comunicación.

Redacción de un medio de comunicación. / EFE

¿Para qué servimos los periodistas? Si tienes menos de 30 años esta será tu respuesta más probable: para nada. Aunque lo normal es que si estás en esa franja de edad no estés leyendo este texto. Los datos dicen que los jóvenes españoles cada vez confían menos en los periodistas y en las noticias que elaboramos -en 2023, un 48% pensaba que no se podía confiar en las noticias- y se informan fundamentalmente en TikTok.

La confianza en los medios de comunicación se desploma año a año. Si en 2017 la mitad de los españoles confiaba en las noticias ahora solo lo hacen el 33% de la población, según el informe anual del instituto Reuters sobre medios de comunicación. Podemos culpar a los nuevos tiempos, a las redes sociales, a los bulos, a los pseudomedios y a la máquina del fango y probablemente no nos equivocamos. Pero cuando todo me hace ser pesimista hay algo que devuelve el orgullo de ser periodista: mi padre.

Soy periodista a pesar de mi padre. A pesar de su legendaria frase: “niño, ¿no ves que tu padre es un tieso y que madruga mucho? Déjate de periodismo y estudia pa’ ingeniero”. Él insistió hasta el final en aquella posibilidad, aunque nunca he sido capaz de distinguir un triángulo escaleno de uno isósceles. Pero en el fondo, los dos sabemos que aquello de la ingeniería era una pose. Que soy periodista gracias a él y que era el único camino posible cuando uno se cría rodeado de montañas de periódicos y con un transistor encendido de forma perenne emitiendo noticias, tertulias, goles y permanencias milagrosas del Cádiz.

Aunque me creo un chaval, llevo cerca de dos décadas trabajando como periodista. Tratando de entender las cosas que pasan para contárselas a la gente de forma honesta. Algo que muchos creen imposible: un periodista honesto. Existen. Y yo tengo la suerte de conocer al más honesto de los periodistas: mi padre. Alguien que desde la nada, ha alcanzado el prestigio en esta denostada profesión. Pero que, por encima de todo, ha conseguido en su trayectoria el mayor y más difícil reconocimiento de todos: que todos sus compañeros le definan como buena gente.

La Diputación de Sevilla ha galardonado a mi padre, Antonio Yélamo Crespillo, con la medalla de oro de la provincia. Bien podría recibir también la de Cádiz por sentirse, como él mismo dice, un “mixto lobo” entre ambos territorios. Y puestos a pedir, la de Andalucía por ser orgulloso andaluz y trabajar toda su vida desde la honradez para que nuestra tierra no sea menos que ninguna otra. Para que nos sintamos orgullosos de ser andaluces.

El presente y futuro del periodismo pasa por llenarlo de honradez. Por asumir que el sistema es perverso a veces pero que merece la pena hacer el ejercicio de ser honesto con quien nos lee y nos oye. Por avivar la tolerancia y la pluralidad. Por ayudar a construir una sociedad más libre y más crítica gracias a la información. Pero por encima de todo, el futuro del periodismo pasa por ser buena gente. Por parecerse, permítanme la licencia, a don Antonio Yélamo.

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