Opinión | Tribuna
Museos para aprender todos los días
Museo Arqueológico de Sevilla / Aurora Villalobos Gómez
Solo se ama lo que se conoce, por eso en el Día Internacional de los Museos (bajo el lema Museos por la educación y la investigación) me pregunto si sabemos verdaderamente lo que son, si hemos sabido contarlo; porque la mayor dificultad para aprender son las ideas preconcebidas. Con mis años de experiencia profesional y como ciudadana, me resulta más sencillo comenzar explicando lo que no son.
Los museos no son edificios que albergan colecciones, no son sólo salas expositivas, no son un equipamiento de ocio, no son espacios a visitar una sola vez en tu vida…
Los museos son ante todo instituciones que cuidan de nuestro Patrimonio por lo que, a veces, visitar un museo implica entrar en un edificio en el que se reúnen, adquieren, ordenan, documentan, conservan, estudian y exhiben sólo bienes muebles (como el Museo de Huelva); en otras, consiste en el recorrido de un bien inmueble (como el Conjunto Monumental de la Alcazaba de Almería). Y luego hay situaciones intermedias, cada vez más, con edificios que contienen colecciones muebles e inmuebles (como el Museo Arqueológico y Etnológico de Córdoba, con un teatro romano en su interior) o recintos que presentan los bienes inmuebles al aire libre y los bienes muebles procedentes del yacimiento a cubierto en un edificio (como el Conjunto Arqueológico de Baelo Claudia).
Dado que las acciones de tutela de los museos son tantas, la existencia de un espacio expositivo es condición necesaria pero no suficiente. No podríamos exponer los bienes culturales adecuadamente, de ‘forma didáctica’ y con ‘criterios científicos’, sin áreas de reserva, talleres de restauración, salas de investigación, aulas didácticas, bibliotecas o auditorios. Ese trabajo interno cotidiano del personal, que muchas veces no se ve, es el que nos da la medida de la calidad y potencial de nuestras instituciones. Los museos investigan cuando planifican, desarrollan criterios de conservación preventiva, catalogan las obras, las restauran, actualizan discursos expositivos, estudian los públicos o generan nuevas actividades didácticas. Es lo que explica que se denominen museos y no centros de interpretación, galerías de arte o salas de exposiciones.
Los museos tampoco son equipamientos de ocio pensados para generar ingresos mediante un consumo inmediato, sino un servicio público que nos construye como ciudadanos a través de la Cultura. Frente a la frivolidad de usar el museo como escenario de eventos, decorado de promociones y feria de las vanidades en las que no se aporta valor cultural a la institución, sino que se banaliza su valor inmaterial de identidad, está la visión del museo como institución al servicio de la sociedad y su desarrollo que ofrece una cuidada programación cultural en relación con su patrimonio: visitas guiadas, talleres didácticos, conferencias, conciertos o exposiciones temporales. Y cada vez más, salen a nuestro encuentro con programaciones educativas que se desarrollan en colegios, hospitales o residencias para cumplir su función social. Eso no se mide cuando sólo se indican número de visitantes o procedencia, sino cuando evaluamos de manera cualitativa los tipos de público que acuden, sus motivaciones para la visita, cuál ha sido la calidad de la experiencia, qué mensaje han aprendido o si regresan para las actividades culturales.
Los museos se convierten en lugares de encuentro, intercambio, descubrimiento… donde tener tiempo para nosotros, donde recuperar la curiosidad, donde complementar lo aprendido en la escuela con el impacto de lo vivido por su autenticidad y singularidad, lo mismo que hacemos al viajar. Es así que, cuando se comprende que la vida de un museo es tan intensa, no nos basta con acudir una sola vez. Se hace necesaria la naturalidad de visitarlo cada cierto tiempo, solo o en compañía. La naturalidad se convierte en un hábito disfrutando frente a tu obra favorita, sorprendido por una pieza que redescubres, entreteniéndose en una cartela o consultando la biblioteca especializada. Hay que vencer el miedo al desconocimiento, a sentirse en casa ajena, porque las obras salen a tu encuentro personal en función de cada mirada. ¡Nosotros podemos crear nuestros propios itinerarios!
El arquitecto Víctor Pérez Escolano me enseñó que en el espacio leemos el tiempo. De igual modo, en los museos leemos nuestro patrimonio. En nosotros está el no perder la capacidad de sorprendernos y la felicidad de acostarse habiendo aprendido algo nuevo.
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