Opinión | El trasluz

Músculo materno

Músculo materno

Músculo materno / Pexels

Me dormí con la radio encendida y a eso de las tres de la madrugada escuché, entre sueños, el sintagma “retención de líquidos”. Me espabilé del todo, porque mi madre retenía líquidos. Desde mi confusión infantil, creía que retener líquidos consistía en acumular bienes esenciales, como el aceite, para especular con ellos. De hecho, una vecina nuestra fue detenida por tener la bañera llena de este producto que escaseaba en mi infancia. Siempre temí que un día se llevaran a mi madre también.

     En fin.

    La cuestión es que, a eso de las tres de la madrugada, una señora se quejaba, en la radio, de retener líquidos. Y esa señora era mi madre, que lleva más de veinte años muerta y que no es raro que intervenga en programas nocturnos, aunque cuando me despierto del todo se borra el espejismo. En esta ocasión, sin embargo, ya con los ojos bien abiertos, continuaba siendo ella la que hablaba de la retención de líquidos. Se refería a los de su cuerpo, claro. Aseguraba tener los tobillos y las piernas hinchadas porque los músculos de las extremidades se le empapaban como se empapa la esponja debajo de la ducha. La comparación entre los músculos y la esponja resultaba eficaz, pero hacía daño. ¡Pobre mamá, pensé!, toda la vida luchando contra la retención de líquidos por sus problemas renales y hepáticos y de circulación, aunque también porque le encantaba la sal. Le ponía sal a todo, incluido el azúcar.

     -Para compensar el exceso de dulce -solía justificarse, mientras removía el conjunto para que se mezclaran bien los dos productos.

    La locutora la escuchó pacientemente, pero la despachó enseguida porque la hipocondría da mal rollo. Yo me quedé dormido y por la mañana, al despertar, dudé, como siempre, si aquello había sido producto de un sueño o no. No es normal que las madres muertas se paseen por los programas de radio nocturnos relatando sus achaques, pero las noticias que dieron en el primer informativo tampoco resultaron muy creíbles. La frontera entre el sueño y la vigilia resulta más porosa cada día.

    Luego, bajo la ducha, me pareció que la esponja empapada tenía algo de músculo materno.

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