Opinión | Tribuna

Cuando ya nada se espera(ba)

Jose Antonio Griñan

Jose Antonio Griñan / JUAN CARLOS RODRÍGUEZ APARICIO

Durante estos largos años (trece, casi nada), he compartido en no pocas ocasiones una reflexión permanente de Pepe Griñán: “Los créditos no delinquen”. Reflexión que hacía con la pausa necesaria en el inicio de un protocolo judicial que no entendía, pero que respetaba por su compromiso con las instituciones como servidor público y como demócrata. Y defendiendo siempre que la mejor sociedad se sostiene en el Estado de derecho. Vivía entonces momentos de incertidumbres con un respeto enorme a cada labor encomendada al servicio de los demás, junto a los compañeros y compañeras con los que compartía tarea, y con la conciencia tranquila como soporte insobornable de vida. Acogido emocional e intelectualmente, y en la memoria y el ejemplo de un tío juez asesinado por ETA, comenzaba para él y su entorno este mediático caso (si, llegados a este momento, podemos llamarlo caso). 

A cada hito procesal acompañaban el desasosiego y lo inaudito para tantos (propios e interesados), con un desgaste personal y familiar que intentaba disimular no pocas veces, y que transformó en horas de escritura para felicitarnos con un ensayo más que recomendable. Así, escribir se convirtió en esa vía de escape a un dolor íntimo que deseaba no mostrarnos y que, quizás, ha mutado en una enfermedad que no ha podido sortear. Los capítulos de Cuando ya nada se espera son alma leída.

GRA198. GRANADA, 23/11/2013.- El secretario general saliente del PSOE-A, José Antonio Griñán, se despide durante el congreso extraordinario del PSOE-A, que elegirá como nueva secretaria general a Susana Díaz. EFE/MIGUEL ANGEL MOLINA

José Antonio Griñán durante un congreso extraordinario del PSOE-A / MIGUEL ANGEL MOLINA (EFE)

Mariate, Manolo, Ana y Miguel, junto a su apellido familiar Griñán Caravaca, también han sido pilares de honradez y honestidad compartidos con su padre y marido durante el tortuoso proceso. Me niego a no reconocerles protagonistas de los desencantos de los autos judiciales por incomprendidos, habiendo llegado a sufrir, en no pocas ocasiones, el ser familia de un condenado. Muy distinto destino, por cierto, al vivido por alguien que, una vez designado su progenitor para impartir justicia, fue contratado como asesor por un ayuntamiento gobernado por el Partido Popular, un PP que ha sido fuerza política acusatoria constante, y una magistratura que pudo advertir de alguna colisión jurídica, supuestamente. 

Pero no vamos a insistir en el relato de la ilegitimidad que con cierta inquina se desarrolla en este tiempo. Tristemente, adolecemos de la capacidad democrática y de la educación necesaria en el más que consabido respeto a las instituciones que tanto blandimos los representantes de estas. Y ni que decir tiene de los principios misericordiosos de aquellos que siempre lo solicitan casi como un derecho, olvidándose moralmente del deber, el perdón y la verdad.

Tristemente, adolecemos de la capacidad democrática y de la educación necesaria en el más que consabido respeto a las instituciones que tanto blandimos los representantes de estas.

Entenderán que no me posicione solo en un ámbito personal (reprimenda asegurada), pero pienso que debían conocer algunos datos para fundamentar opinión (y conocer a Pepe, también). Desde el estudio de estos parten las argumentaciones explícitas y las cuestiones planteadas que obtienen el amparo del Tribunal Constitucional (TC), amparo que, además, consagra lo esencial en nuestra Constitución: la separación de poderes.

Porque podemos analizar con perspectiva no interesada y resumida si recoge todo o una parte de un fraude, o si mantiene situaciones judiciales de algunos encausados reprendiendo ciertas conductas (por cierto, se abona, hoy en día, el cobro de las ayudas que fundamentaron la causa). Lo que no podemos es negar lo evidente: hubo una vulneración de derechos durante el desarrollo judicial que marcó no solo el destino y el sin vivir de personas honorables, sino también su presunción de inocencia (principio fundamental del Derecho).

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Griñán durante una campaña electoral / El Correo

El TC evidencia que, durante muchas fases del marco judicial, alguno de los poderes se extralimitó y se jactó de convertirse en único poder en una estrategia no compartida por pocos y cuyo fin, vinculado a argumentarios políticos, dejo a la reflexión colectiva.

Hoy llegamos al río para cruzar el puente. Tenemos ante nosotros el reto de la confianza y la defensa que debemos asumir los demócratas en un Estado de derecho. Y cuando ya nada se espera(ba), el puente es la Justicia.