Opinión | EL TRASLUZ

Fogosidad sin propósito

Un hombre en una tienda de herramientas.

Un hombre en una tienda de herramientas. / SHUTTERSTOCK

Está este mundo nuestro lleno de fabricantes vocacionales del horror. Me viene la idea en el interior del establecimiento al que he ido a comprar unos alicates. Hay una mosca que me persigue y a la que espanto a manotazos del cuello y de la cara.

     -Están como locas -dice el dependiente-. Va a haber tormenta al caer la tarde.

Es lo que decía mi madre cuando los niños no parábamos de incordiar:

    - Va a haber tormenta.

Mi madre podría haber sido una mujer del tiempo, solo tenías que ponerle un niño de ocho años delante. Nunca comprendí que no saliera en la tele.

Resulta increíble lo molesta que puede ser una mosca, una sola mosca enloquecida por el ascenso de la temperatura. Al tratarse de un animal de sangre fría, el calor asfixiante que precede a la descarga excita su metabolismo. Estamos ante una mosca eufórica que muerde, me muerde a mí, un mamífero enorme, se atreve conmigo y logra desesperarme. Pienso en ella, en la mosca, como en una alucinación mientras observo los distintos tipos de alicates, que parecen instrumentos de tortura. Tengo la impresión de haber entrado en una tienda especializada en efectos para interrogatorios policiales propios de dictaduras.

El encuentro entre el acero y la carne.

Adquiero el alicate universal, que, como su nombre indica, sirve para todo, incluso para arrancar las uñas, y salgo al calor seguido por la mosca frenética. Llego a casa con el desasosiego provocado por la tormenta aún sin estallar. La atmósfera, tan pesada, ha alterado también mi metabolismo de animal de sangre caliente. La ha puesto a punto de ebullición. Amortizo el gasto de los alicates, que, de verdad, son muy versátiles y, tras la amortización, me sobreviene una suerte de caída del ánimo. Me asomo a la ventana y la tormenta se ha desvanecido sin descargar, lo que me deja en un estado más confuso, si cabe, como un escarceo amatorio sin eyaculación. He ahí una fogosidad sin propósito, una erección sin orgasmo, de carácter meramente político. Parece que acabo de salir de un mitin.

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