Opinión | "Oído, visto, leído"

Septiembre, en cuatro actos

Image de archivo de la terraza de un bar.

Image de archivo de la terraza de un bar. / EFE

1.- No hay manera, con septiembre: uno empieza a desearlo a mitad de agosto, sobre todo para dejar de tomar tintos con casera compulsivamente. En verano uno se deja ir, y de qué manera: comes de más, no vas al cine, te entran (¡más!) ganas de separarte de tu pareja, tus hijos se burlan de tus bañadores, no haces ni caso de las noticias... El verano es tan pegajoso que uno idealiza la llegada de un septiembre purificador con olor a vendimia. Pero llega septiembre y los estrenos en los cines no valen un pimiento, efectivamente tu mujer se separa de tí, tus hijos no te hacen ni puñetero caso y el mundo sigue con las mismas guerras. Y (cómo no) echas (mucho) de menos los tintos de verano.

2.- Esta semana fue la sesión de control del gobierno y se enfrentaban Cuca Gamarra y Mª José Montero. Una sevillana arrebatada frente a una riojana representante de la formalidad y el orden. Al menos mejoran a sus mayores y se atizan moderadamente, pero el debate entre ambas en el Congreso no puede ser menos atractivo: una pregunta sin mordiente por los presupuestos y otra le responde con aspavientos metiendo a Edmundo González y a Venezuela en la respuesta. Es como si mi madre me preguntara qué tal la coma y yo le respondiera que prefiero la bachata al reguetón. Pues vale.

3.- Almodóvar hablando de su nueva película. Almodóvar ganando el León de oro en Venecia. Almodóvar recibiendo el premio Donostia en San Sebastian. Almodóvar cumpliendo setenta y cinco años. Almodóvar contra la ultraderecha. Almodóvar a favor de la eutanasia. Almodóvar en todos los telediarios. Almodóvar en todos los periódicos. Almodóvar con Tilda Swinton. Almodóvar con Julianne Moore. Almodóvar manchego. Almodóvar universal. Almodóvar, Almodóvar, Almodóvar, Almodóvar. Si este año hay cincuenta y cuatro candidaturas en los Goya, Almodóvar se va a llevar setenta y tres. ¡Y la película sin estrenar, aún!

4.- Oigo un podcast del programa “A vivir que son dos días”, de la Ser, donde a mediados de este mes en una conversación con Javier del Pino, Juan José Millás se lanzó a tumba abierta con un soliloquio donde se abrió en canal de una manera entre demente y sublime a la vez. Millás, escritor y periodista (“yo iba para psicópata, pero me faltaba talento”), setenta y ocho años ya de larga cabalgada, intentó contarla y resumirla: en veinte minutos hipnotizantes Millás habló de su adolescencia, de sus problemas de relación con el mundo, de los madrugones que se pegaba para escribir mientras trabajaba en Iberia, de los fracasos de la escritura, de la vejez. “Qué duro ha sido todo”, resumió, “pero qué hermoso, a la vez”, repitió varias veces, con el tono y el sentido del que sabe que está diciendo algo importante. Duro y hermoso. Áspera y alegre. Angustia y pasión. Triste y luminosa. La vida, que es esquizofrénica. El cabronazo de Millás, con dos palabras, consigue ponernos a todos un nudo marinero en el estómago y nos deja sin saber si nos ha jodido el día, o por el contrario nos abre caminos para transitar. O quizá las dos cosas. Algo duro y algo hermoso, a la vez.