Opinión | EL TRASLUZ

La medicina del hombre blanco

La lluvia choca contra la ventana de un tren.

La lluvia choca contra la ventana de un tren. / SHUTTERSTOCK

Al poco de arrancar el tren, mi vecino de asiento me invitó a reparar en la belleza de la lluvia al golpear con violencia la ventanilla. Levanté la cabeza del libro y observé las gotas que, como balines, se estrellaban contra el cristal y se deshacían para formar una película de agua que deformaba un poco la visión del paisaje rural semioculto bajo la niebla. Habíamos salido de Sevilla bajo una manta de agua deliciosa, si a uno le gustan las delicias. Pero no eran las gotas las que se estrellaban contra el tren, sino el tren el que se estrellaba contra las gotas, pues íbamos casi a 300 por hora, una velocidad insólita si te ponías a pensarlo. Recordé una pregunta que me hago con frecuencia: si corres bajo la lluvia, ¿te mojas más o menos que si anduvieras normalmente? Un amigo mío sostiene que al correr evitas la gota de atrás, pero coges tres o cuatro de las de delante. En fin.

Mi vecino de asiento atacó de nuevo.:

    -Yo soy un hombre bueno -dijo.

    -Me alegro por usted -le dije yo.

    -No tiene mérito -replicó-, se lo debo todo a un remedio farmacéutico. Gracias a unas pastillas que tomo con el desayuno, soy capaz de reparar, por ejemplo, en la belleza de la lluvia, que a usted le había pasado inadvertida enfrascado como iba en la lectura de ese libro.

Le di la razón porque era verdad. La lectura me abstrae de la belleza de la realidad. Lo curioso es que me aficioné a leer para huir de su horror, del horror de la realidad.

    -¿Y cuáles son esas pastillas? -pregunté.

El hombre sacó del bolsillo un producto farmacéutico que vendían con receta. Tomé nota y al día siguiente me presenté en la consulta de mi médico y le conté la historia del tren.

    -Yo también quiero ser bueno -concluí.

El médico sonrió como un chamán ante un miembro desgraciado de la tribu. Luego rellenó la receta y me aconsejó que no bebiera alcohol mientras durase el tratamiento.

Y bien, hace una semana de esto y puedo asegurar que me he vuelto bueno. Bueno en el sentido de ser capaz de aceptar la belleza de la lluvia, incluso de su ausencia, cada vez que me asomo a la ventana. No es mucho, pero es un buen comienzo. La medicina del hombre blanco funciona.

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