Opinión | A compás

La voz necesaria de ‘El Cabrero’

Lo nunca visto de 'El Cabrero' / El Correo

 De adolescente para mí él siempre fue una incógnita. Su historia personal, las letras combativas que vomitaba desde lo jondo, su discurso extemporáneo que proclamaba abrir veredas y esos aires de campero salvaje me dibujaban el perfil de un artista tan atractivo como impenetrable. Fue en 2018, presentando el Festival de Cante Grande de El Viso del Alcor, cuando tuve la oportunidad de conocerlo y me bastó verle llegar con su sombrero y pañuelo rojo anudado al cuello para sentir su fuerza y entender que el poder totémico de El Cabrero trascendía su cante. Entre otras cosas porque es imposible separar lo que canta de lo que es y viceversa.

El Cabrero trascendía su cante porque es imposible separar lo que canta de lo que es y viceversa.

Esa noche en el Parque de la Constitución no cabía un alfiler. José Domínguez Muñoz había tenido ya algún achaque y hacía tiempo que no se le veía en el escenario con lo que al séquito habitual que movía se le unieron muchos aficionados que, de algún modo, intuían que podría ser una de sus últimas actuaciones. Personalmente, nunca había presenciado antes tal cantidad de autobuses fletados desde otros municipios para escuchar a un artista flamenco.

Después de una hora y algo de recital nadie quería irse. El Cabrero, a sus 74 años, estaba pletórico y recuerdo que me sorprendió la ironía y la franqueza con la que envolvía los mensajes más contestatarios. Que devuelvan el dinero que se llevó el capital, que están ricos los banqueros y también la patronal, esa que explota al obrero fue el primero de los fandangos que regaló entre vítores, demostrando que hay denuncias que nunca caducan. Dejan la mierda y se van, las moscas al oscurecer, será porque no ven bien o porque pueden pensar: mañana hay mierda otra vez, sentenció.

Ya no sé si fue debajo de las tablas, rodeado de cientos de personas de todas las edades que le esperaban para abrazarlo y hacerse selfies, cuando se puso a cantar la letra que me hizo tanta gracia donde cuestiona la existencia de Dios comparando la creación con una obra doméstica: En siete días, no me lo puedo creer, que hizo el mundo en siete días, porque un simple cuarto baño se llevan los albañiles, semanas, meses y años. Decía.

Por respeto y pudor me mantuve a cierta distancia embobada por ese hombre, de movimientos tan seguros y despojados de miedos, frente al que me sentía capaz de enfrentarme a cualquier cosa. Imagino que una sensación similar a la que debían experimentar sus contemporáneos, primeras figuras de lo jondo, cuando se negaban a salir tras él en los festivales.

Pocos meses después de su aparición en El Viso un ictus le obligó a suspender el concierto en Madrid y a alejarse definitivamente del público. Seguramente, lo único que ha logrado pararle en sus 50 años de carrera que comenzó en el Théâtre de l'Atelier de Ginebra, en 1973.

Pocos meses después de su aparición en El Viso un ictus le obligó a alejarse definitivamente del público

La suya no sólo era -y es- una voz necesaria porque lo que reclama es una vida justa y humana, sino que, además, la integridad y honestidad que mantuvo impoluta, negándose a servir de altavoz de otros intereses o rechazando reconocimientos con los que pretendían comprarle, es en estos momentos, como el monte que pisan sus cabras, un paisaje en peligro de extinción. “Cuando hay algo que decir no se puede uno callar porque callar es morir”, se escribe en color sangre en el documental Mi patria es mi libertad, dirigido por Joaquín Mimbrero Domínguez (presidente de Culturas Indómitas) y con guion de Elena Bermúdez (su compañera, representante y coautora de letras), que se estrenó este sábado 19 de octubre en su pueblo, Aznalcóllar, con motivo del 80 cumpleaños del artista. La expectación por la cinta ha sido tal que en su Facebook se han disculpado por la imposibilidad de responder tantas peticiones y han anunciado la publicación de nuevas fechas de exhibición.

Estreno del documental ‘Mi patria es mi libertad’

En el documental se cuenta que El Cabrero “no se saltó las normas: las destrozó, las dejó inservibles”. Él hizo posible lo que parecía irrealizable, y “normal” lo que antes se consideraba insólito. Es desde ahí desde donde se produce el documental, “hecho a imagen y semejanza de su protagonista: con absoluta independencia de cualquier institución pública o patrocinador privado”. También la difusión de la cinta se aparta de “la norma” y, explican sus creadores, “no se ha propuesto a las cadenas de TV o a las plataformas de pago”. De hecho, una vez finalizadas las presentaciones, que concluirán el 19 de diciembre en Madrid, se estrenará en abierto en YouTube.

Mi patria es la libertad es el retrato de “un hombre serio, comprometido y cabal”, como resalta el periodista José María Velázquez-Gaztelu. De un artista que “apuesta por el rigor, la autenticidad y la pureza del flamenco”, apunta el crítico Manuel Martín Martín. De un icono imperecedero, de rabiosa actualidad. De la carrera artística más fulgurante y atípica de un cantaor flamenco clásico, rotundo en sus convicciones, que se despidió de los escenarios “porque me duele el diafragma y el sombrero”.

Su película El Cabrero, el canto de la sierra de 1988 nunca fue emitida en España, pero sí en las cadenas de televisión de otros países.

“El flamenco se mantiene porque hay quien lo defiende con garras y dientes”, reivindica en la grabación el cantaor al que censuraron los medios de comunicación y la industria, hasta el punto de que su película El Cabrero, el canto de la sierra de 1988 nunca fue emitida en España, pero sí en las cadenas de televisión de otros países.

“Tan grande era su figura que no es de extrañar que ahora se le eche de menos en mil sitios: en la dehesa y en la trinchera, en el auditorio y en el sindicato, en las convicciones y en el alma”, escribió el musicólogo Pedro Lopeh, resaltando que “El Cabrero cantaba contra los ricos y el público salía hermanado y enardecido. Un concierto suyo generaba más conciencia que mil mítines y hacía tambalear las máscaras que impone la disciplina de partido”. 

Nos descubrió cantautores como Horacio Guaraní, Atahualpa Yupanqui o Alberto Cortez, y nos ha dejado inolvidables versiones de boleros, rancheras y tangos.

Con todo, sería injusto reducir su imagen a la de un músico panfletario porque, añade el autor del podcast El Café de Silverio, “los amantes de la pura música y de la poesía universal también van a echar mucho de menos a José”. En este sentido, se relacionó con músicos internacionales de todos los estilos (de Peter Gabriel a Reincidentes), nos descubrió cantautores como Horacio Guaraní, Atahualpa Yupanqui o Alberto Cortez, y nos ha dejado inolvidables versiones de boleros, rancheras y tangos que me consta, porque así me lo han referido personalmente, han influido sobremanera en artistas como Mayte Martín o Rocío Márquez, quien adaptó en su álbum Visto en el Jueves su mítica versión por bulerías de Luz de Luna. Como también el grupo de rock Marea hizo su adaptación del tema Como el viento de Poniente para el álbum Besos del perro. 

“No hace falta hacer una semblanza de José, basta escuchar lo que dice su cante, su palabra. Con ella nos explica quién es, de donde viene y cuáles son sus sueños”, se oye en off en otros de los teaser. Pues eso, oigamos su voz porque es el grito del pueblo.