Opinión | El trasluz

Acciones que tienen consecuencias

Nunca había reparado en el escándalo que produce el agua de la cisterna al caer

Un retrete.

Un retrete.

-Mi mujer se ha ido de casa esta mañana porque no he tirado de la cadena.

Escuché esta frase de una de esas personas que llaman a los programas nocturnos de la radio para hablar de su vida. Debían de ser las tres de la madrugada o así, que es cuando me ataca el insomnio. Hay quien, para dormirse, cuenta ovejitas y quien hace análisis sintácticos. Me puse, pues, a analizar la oración: “Mi mujer, sujeto”. No me dio tiempo a más porque me atrapó lo que el hombre, a preguntas de la locutora, dijo a continuación. Por lo visto, tenía un miedo obsesivo a que la descarga de agua de la cisterna produjera un terremoto en alguna parte del mundo.

-¿Pero cómo se le ocurre a usted eso? -insistió la periodista.

-Porque ya sucedió una vez -respondió el individuo-. Tendría yo unos 12 o 13 años cuando una noche dijeron en el telediario que se había producido un movimiento sísmico importante en Melbourne, con abundantes víctimas. La hora de las primeras sacudidas coincidía con aquella en la que yo había tirado de la cadena. Lo sé porque miré el reloj, que me acababan de regalar por mi cumpleaños.

-¿Siempre mira usted el reloj cuando tira de la cadena?

-Es otra de mis manías.

-Entonces -dedujo la locutora-, su mujer se estará yendo todos los días de casa.

-Bueno, es que tengo temporadas -explicó el oyente-. Llevaba unos meses muy buenos, pero me ha vuelto a asaltar la idea del terremoto. Sufro de una agudeza auditiva extraordinaria, de forma que cuando cae el agua sobre la taza escucho un estruendo extraordinario, seguido de una especie de temblor capaz de provocar un desastre natural en alguna parte del mundo.

En cierto modo, me pareció lógico lo que el hombre argumentaba. Nunca había reparado en el escándalo que produce el agua de la cisterna al caer. Salí de la cama, fui al cuarto de baño y tiré de la cadena para ver qué pasaba. Me pareció que se acababa el mundo. Al día siguiente, mientras desayunaba, dijeron por la radio que había habido un seísmo en una isla de Filipinas justo a la hora en la que yo había usado el retrete. ¡Dios!

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