Opinión | Mollete de calamares
Qué suerte ser pensionista
Qué envidia dan los pensionistas. Que sólo te quede ya el último tramo de tu vida. Tener achaques. Poder apuntarte a los viajes del Imserso. O tener la enorme suerte de viajar gratis en los autobuses urbanos y que te hagan precio para apuntarte a zumba en el gimnasio. Pero lo mejor que tiene sin duda ser pensionista, es no llegar a los 1000 euros al mes. Ahí sí que dan envidia.
Porque al parecer los pensionistas son ahora el gran problema para el neoliberalismo. Los influencers que viven en Andorra los tienen entre ceja y ceja. La economía se tambalea por culpa de los caraduras de los viejos que cobran una paguita del estado. Son un lastre para el crecimiento y mientras estos jóvenes ejemplares que evaden impuestos y emprenden con gran talento y esfuerzo para ganar su primer millón, la gente mayor recibe un dinero por no hacer nada. Qué injusto.
La economía se tambalea por culpa de los caraduras de los viejos que cobran una paguita del estado
Este discurso no solo es patrimonio de alguno de los nuevos referentes de los jóvenes en redes sociales. Que hay que cortar el grifo a los pensionistas es una de las banderas de Javier Milei en Argentina que ha conseguido que una gran parte de la población, especialmente los más jóvenes, repudie las pensiones públicas y las identifique como un premio que no merecido y que impide que cuadren las cuentas del país y por tanto su crecimiento económico.
Pero no hace falta irse tan lejos. En Europa, con una población muy envejecida, es muy complicado sostener abiertamente estos discursos si se quieren ganar elecciones. La aversión a un sistema público de pensiones se manifiesta de otras formas más soterradas. Escuchábamos hace no tanto algunas voces hablarnos de la mochila austriaca. Otros hablan de que sus empresas le guarden parte de lo que generan como empleados. Y las compañías de seguros y algunas opciones políticas nos machacan con aquello del que el sistema no es sostenible.
No sé si tendrán razón quienes auguran el fin de las pensiones. Si sé que hay grandes intereses económicos en que así sea. Sé que el sistema de pensiones es el esquema público que más se actualiza para adecuarlo a la realidad y garantizar su mantenimiento. También sé que la actual reforma cuenta con el visto bueno de la UE -que no está dirigida por peligrosos comunistas- durante los próximos 20 años con revisiones programadas y modificaciones previstas para que sea sostenible. También es sabido que ya hace más de tres décadas, mis padres me cuentan que ya se decía que las pensiones no les llegarían cuando se jubilaran. Y aquí están. A las puertas de la jubilación y las pensiones siguen ahí.
La realidad es que esa sensación de permanente incertidumbre tiene su efecto. El 63,7% de las personas entre 18 y 29 años creía en 2023 que no recibirá pensión al jubilarse, según una encuesta de Sigma Dos. También tiene funciona el enfrentamiento generacional que sitúa a los pensionistas como privilegiados. Se habla menos de que la mitad de ellos cobran menos de 1000 euros. Pero el miedo y la desconfianza logran llenar los bolsillos de algunos que no son precisamente los pensionistas. Pero aun así, dan mucha envidia con su bonobús gratis.
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