Opinión | Mollete de calamares

Aldama y el Alzheimer

El empresario Víctor de Aldama, presunto comisionista del caso Koldo que este jueves ha declarado que pagó comisiones en efectivo a altos cargos, sale en libertad de la cárcel de Soto del Real. El juez ha acordado como medidas cautelares que comparezca semanalmente ante el juzgado, la fijación de un domicilio para estar localizado y la prohibición de que salga del país sin autorización judicial. / SERGIO PEREZ / Efe

La salida de Víctor de Aldama de prisión ya es historia de la corrupción española. El paseíllo por la explanada de la prisión de Soto del Real hasta el vehículo que le esperaba ya está en el álbum de oro de los mangantes ilustres junto al saludo de Bárcenas a sus compañeros del módulo cuatro o el desdén de Rodrigo Rato deseando suerte al resto de presos. Sin embargo, Aldama consiguió sorprendernos con una nueva modalidad nunca vista antes: el amago, la finta hacia el interior del vehículo y la búsqueda inesperada de los micrófonos para golpear directamente al presidente del Gobierno: “Sánchez es un mitómano y tiene Alzheimer”.

Fueron unos escasos diez segundos que me tuvieron pegado a la pantalla y que consiguieron dejarme sin palabras y con ganas de más. Momento mágico televisivo. Mágico y desconcertante. Primero, porque el nuevo Bárcenas -o el nuevo Pequeño Nicolás como prefieren llamarle en el PSOE- no conoce qué significa la palabra mitómano. Segundo, porque tampoco parece saber qué supone tener Alzheimer. Tercero, porque sus actos, como corruptor de políticos dispuestos a dejarse comprar, representa todo lo que no debe ser la representación pública. Porque Víctor de Aldama y su trama es leña para la hoguera de la antipolítica.

Víctor de Aldama y su trama es leña para la hoguera de la antipolítica

Mientras Víctor de Aldama incendiaba las portadas de los digitales y hacia explosionar los programas de televisión y de radio señalando a medio gobierno como corrupto, en otro lugar no muy lejano al juzgado, se hacía política. Política de la buena, de la que no sale en los medios. La que sirve para mejorar la vida de las personas.

Mientras Aldama disparaba por su boca desde la Audiencia Nacional, el Observatorio de Alzheimer y las Demencias de España presentaba un plan para mejorar la vida de los enfermos, sus familias y sus cuidadores. Un plan impulsado por la Fundación Pasqual Maragall para poner el foco en la investigación, prevención, tratamiento y cuidado de quienes sufren una enfermedad que afecta a casi un millón de personas en España. La cifra se dispara si solo hablamos de quienes padecen algún tipo de demencia.

El Ministerio de Sanidad y el de Derechos Sociales trabajan con los expertos y los afectados para que la calidad de vida de estas personas sea mejor. Para dotarnos de herramientas científicas y médicas que prevengan esta enfermedad prevalente en nuestra sociedad. Las demencias o el Alzheimer nos tocan a todos más cerca o más lejos. Que los poderes públicos se remanguen para combatir sus efectos es una gran noticia y la prueba de que la política es necesaria para mejorar la vida de todos.

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Sin embargo, no hablamos de estas pequeñas buenas nuevas. La España de Aldama, Bárcenas y Rato amenaza el escaso crédito del que gozan las herramientas que nos han hecho llegar hasta aquí plenos de bienestar y como afortunados ciudadanos de un estado desarrollado: la política y la democracia.