Opinión | A compás

Pastora Pavón, la 'emperaora' del cante gitano de 'tó' los tiempos

¿Hay mayor trascendencia para un artista que su inmortalidad? Pues eso, ¡ole Pastora y todas las mujeres flamencas creadoras!

Homenaje en la estatua de Pastora Pavón, la 'Niña de los Peines', por el 55 aniversario de su muerte / El Correo

En la Alameda de Hércules, uno de los barrios más flamencos de Sevilla considerado por muchos como la Universidad de lo jondo, permanece hierática y con semblante serio Pastora Pavón La Niña de los Peines (1890-1969) en el monumento de bronce realizado por Antonio Illanes que comparte protagonismo con el del cantaor Manolo Caracol y el torero Chicuelo. A sus pies, en ese espacio cercano a la actual Norte Andaluza, que en otro tiempo fue cuartito de cabales por donde pasaron los más grandes artistas flamencos de la época, y mirando a la calle Calatrava donde vivió hasta su muerte, pintamos con spray en su memoria una letra escrita por la poeta Carmen Camacho con motivo de la acción Soleares de paso que diseñamos para la Bienal de 2022.

Como si la estatua o los versos -Encerraíta en la calle, toa la noche en la Alameda preguntando por la llave- sirvieran para resarcirnos de una de las injusticias que concitan más consenso entre la afición. Que La Niña de los Peines, la emperaora del cante gitano de tó los tiempos, como le jaleaba en sus grabaciones su hermano Tomás, no obtuviera ni en vida ni a título póstumo la preciada Llave de Oro del Cante, que hasta ahora sólo ostentan cinco hombres: Tomás El Nitri (1868), Manuel Vallejo (1926), Antonio Mairena (1962), Camarón de la Isla (2000) y Antonio Fernández Díaz Fosforito (2005).

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A modo de consuelo me viene aquello que decía Ortega y Gasset de que “la genialidad es un valor experimental” porque “geniales son las creaciones que aún pueden tener hijos, que son matrices vivos de cultura”. Porque, sin llaves ni galones, la cantaora sigue hoy alumbrando con su voz de estaño fundido, que definió Lorca, a todos los que amamos el flamenco y dando a luz, generación tras generación, una fértil cadena de artistas que beben y acuden a ella como fuente inagotable. Recordemos que su obra discográfica está compuesta por 355 placas que contienen 258 cantes y su voz fue declarada Bien de Interés Cultural en 1996.

Sin embargo, mirando las pocas fotos que tenemos suyas, en las que intuyo una cierta tristeza, me pregunto si le llegó a pesar su talento en un tiempo en el que la mujer estaba educada para pasar desapercibida y no dar ruido. Si no estamos, de algún modo, entrometiéndonos en su vida y apropiándonos de su figura cuando, en realidad, ella huyó del éxito y buscó la discreción.

Azulejo con el rostro Pastora Pavón 'La Niña de los Peines' / El Correo

La obra discográfica de la Niña de los Peines está compuesta por 355 placas que contienen 258 cantes y su voz fue declarada Bien de Interés Cultural en 1996

El caso es que no sé si a Pastora le haría feliz que 55 años después de su fallecimiento (un 26 de noviembre) sigamos rindiéndole tributo y recordándola con todos los honores como hace desde siete ediciones la Peña Torres Macarena con una intensa y riquísima Semana Cultural dedicada a la artista en la que se lee un manifiesto y se hace una ofrenda floral en la estatua y se llevan a cabo conferencias y recitales protagonizados por mujeres como Angelita Montoya, Montse Cortés, Gema Moneo, Triana Ramos, Rocío Luna o Lidia Rodríguez.

Ofrenda floral en la estatua de la Niña de los Peines en la Alameda de Hércules / El Correo

“Ella está aquí, está presente”, murmuró emocionada y como en trance la bailaora Rosario Toledo en la magnífica e inolvidable actuación que ofreció el pasado miércoles dentro de esta programación especial. “Escucha, es que lo canta todo y todo lo canta bien. Es modernísima”, comentaba entusiasmada a sus músicos durante los ensayos Lucía Álvarez La Piñona, otra de las protagonistas del cartel, mientras oían en el móvil una de las cositas de Pastora. Esas rancheras, sevillanas, tangos o canciones -como Cielito lindo- a las que otorgó la misma prestancia que a las seguiriyas, peteneras o bamberas que popularizó.

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Peña Torres Macarena

Más allá de que los jóvenes artistas acudan a ella como canon indiscutible (algo, por cierto, tan difícil en el terreno jondo), y que las mujeres nos aferremos y celebremos su existencia, su talento y su éxito, por la falta de referentes femeninos tan poderosos, a Pastora merece la pena acercarse en cualquier momento y desde cualquier lugar porque es capaz de sorprendernos y descubrirnos algo nuevo siempre.

Si Pastora no caduca, si su legado está vivo, es precisamente porque su eco punzante y limpio y su modo de afrontar el cante, tan tierno como arrebatador, suena cada vez más fresco y original. Para mí Pastora es un asidero, la respuesta firme ante la duda, la luz. Una cantaora de pasmosa naturalidad, que hace fácil lo más complejo, hasta el punto de que no ha habido ningún otro cantaor/a capaz de seguirle los pasos en la amplitud de palos y estilos, su conocimiento enciclopédico y su registro vocal. Una mujer valiente, tan exuberante, expresiva y apasionada, como distante y profunda.

Retrato enmarcado de la Niña de los Peines / El Correo

Mientras los artistas actuales se disfrazan para fabricar una identidad que los sitúe en el mercado, a Pastora los medios de la época la llamaban a sus 23 años la Reina del Cante Andaluz. La “maestra de gemidos, criatura martirizada por la luna o bacante furiosa”, en palabras del poeta granadino.

Tal vez la “Eva moderna”, como la define Cristina Cruces, que en los años 1910, 20 y 30 “consiguió superar con arrestos propios, el estatuto histórico de la mujer andaluza, imponer su fama en competencia con los hombres del momento, asomarse a la movilidad geográfica (y amorosa), superar las limitaciones de los roles privados y la servidumbre doméstica”. Contaba Pepe de la Matrona que le gustaba hasta echando maldiciones: “Me metía con ella na más pa oírle el metal de su voz”.

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