Opinión | El trasluz

Bolsas para cadáveres

Bolsas para cadáveres.

Bolsas para cadáveres. / ShutterStock

Una amiga muy joven, que trabaja de dependienta en la sección de ropa femenina de unos grandes almacenes, me contó que una señora le había preguntado si tenían sudarios. Mi amiga, desconcertada, llamó al jefe de planta.

-¡No, no tenemos sudarios! -le contestó irritado.

La clienta, continuó mi amiga, se dio la vuelta, insatisfecha, dejando a su paso un olor como de perfume podrido.

El asunto me dio que pensar. Un sudario, en definitiva, no es más que un pedazo de tela en el que se empaqueta al difunto (o a la difunta: el genérico tampoco funciona con los muertos y las muertas). Puede servir una sábana. De hecho, es famosa la Sábana Santa, en la que se supone que se envolvió el cuerpo de Cristo y que me parece que se venera en Turín. Pero puede utilizarse también un vestido del finado o la finada. Sé de gente que pidió ser conducida a la tumba con el traje con el que se casó. Antiguamente, se guardaba el traje de la boda porque se trataba de un objeto muy simbólico y muy adecuado para emprender el viaje al otro mundo. Hoy se tiran porque nos divorciamos mucho y porque los tejidos, como los matrimonios, tienen su obsolescencia programada.

No fui capaz, en todo caso, de imaginar un establecimiento especializado en la venta de sudarios, aunque quizá sería un negocio. Pese a ello, husmeé en internet, concretamente en Amazon y lo primero que se exhibía ante la demanda de sudarios eran camisas con protección para las manchas de sudor. Curiosamente, todas para hombres. Luego aparecía un “sudario infantil biodegradable” que vendían en paquetes de 5 unidades por 34,50 euros. No creo que fueran mortajas para niños muertos, no sé, quizá se trataba de algún tipo de pañal. Finalmente, ofrecían bolsas para cadáveres “100% compostables” por 39 euros.

Algo confuso, telefoneé a mi joven amiga para darle cuenta de mis pesquisas y se echó a llorar porque entre tanto, me dijo, había pensado mucho en aquella extraña clienta alcanzando la conclusión de que estaba muerta.

-De ahí ese olor a perfume podrido que exhalaba -concluyó.  

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