Opinión | Oído, visto, leído

Coletazos finales

La cantante y actriz navarra Amaia.

La cantante y actriz navarra Amaia. / EFE/Biel Aliño

Amaia.- Gran coletazo de Amaia en La Resistencia, con la interpretación de “Tengo un pensamiento”. Casi cuatro minutos de arte con un plano secuencia potente y un final apoteósico que da gusto, de los que te dejan una sonrisa de oreja a oreja. Amaia no es que tenga ángel, sino que es un ángel en sí misma. De Pamplona, además. Tras aguantar el vendaval post-Operación Triunfo (y presencia en Eurovisión incluída), Amaia se retiró a sus cuarteles de invierno y optó por no hacer caso a lo que parecía inevitable (baladas almibaradas, operaciones de marketing en centros comerciales, sesiones de fotos con ropa de marca) y dedicarse a hacer canciones a su estilo (intimistas, tímidas pero seguras a la vez, divertidas y perplejas). Con un timbre de voz y una manera de cantar única y propia, a Amaia hay que escucharla. Y también habría que declararla como especie a proteger.

Guardiola.- El otro día -tras oírle por enésima vez con esa voz doliente decir que creía poder sacar esto adelante- estuve a punto de caer en su vil trampa y sentir cierta pena y empatía por él. Pobre, lo que debe estar sufriendo. No deja de tener su gracia que quien ha tenido año tras año tras año trescientos millones de libras para fichar a quien le salga de las narices, ponga cara como de no entender nada y aparezca cariacontecido en las ruedas de prensa diciendo que no sabe lo que pasa. Debería tenerlo prohibido por contrato, nobleza obliga. Tras temporadas pasadas en que han sido recurrentes los vídeos en los que un Guardiola pelín sobreactuado (demasiados golpes en el pecho y consignas furibundas) daba clases magistrales en la pizarra del vestuario mientras ponía su mejor perfil, en esta se está viendo al rey desnudo. Más que desnudo, en pelotas. Y a catorce puntos del Liverpool.

El burrito sabanero.- Lo malo del éxito de este villancico no es su sonsonete que te taladra una y otra vez, sino que ya ubica a Bisbal como el Antonio Molina español del siglo XXI. Madre mía, qué timbre, qué fuerza, qué chorro de voz. Bisbal, con ese estilo suyo de cantante de ferias de pueblo avispado y ligón que sabe lo difícil que es triunfar (“la fama cuesta”, que decía la profesora del conservatorio de la serie “Fama” a sus alumnos”), el almeriense es el retrato del empuje exagerado, de la sonrisa perpetua, del vibrato infinito. Si de Bertín Osborne alguien dijo una vez que era el hombre para el cual siempre era verano, de Bisbal podremos decir que va caminito de belén y de convertirse en un estándar navideño como Mariah Carey, Frank Capra o los niños de San Idelfonso. David, máquina, relaja un poquito.

Felipe IV.- Yo creo que la primera medida que tomó el rey Felipe VI nada más llegar al trono hace diez años y viendo lo que tenía alrededor fue teñirse el pelo y la barba de blanco, para ganar en serenidad, paciencia, y saber poner cara de póker cuando la ocasión lo pidiera. Viendo su pose y su estampa la pasada nochebuena, cada vez se encuentra más en su ser, a gusto en su papel de padre y esposo, militar y rey ejemplar, previsible y controlado a la vez. A ver si va a romper el molde borbón, con lo que nos ha costado. Poco a poco ha ido creando su estampa navideña, cual papa-noel español que nos desea de todo corazón paz y prosperidad, y dejando el orgullo y la satisfacción en un cajón del trastero. En un año complicado y con toda la clase política cotizando muy a la baja, él sube tras seguir alejado de su padre y hermanas, y después de que toda España viera en directo cómo aguantó el riesgo de que le pegaran una pedrada en la cara. Que tal y como está el patio eso fue mucho, las cosas como son.

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