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Un año mortífero y caluroso

Ataques de Israel en Gaza.

Ataques de Israel en Gaza.

No lo vamos a echar de menos. Vamos a recordar 2024 porque ha sido el más mortífero de los últimos tiempos debido a la invasión rusa de Ucrania y a los varios conflictos de Oriente Medio, en particular el de Gaza, y también en Sudán, del que se habla menos y donde la situación humanitaria es desesperada. Ha sido también el más caluroso desde que hay registros y sorprende que todavía algunos no vean que el clima está cambiando y que los humanos tenemos mucho que ver con ese cambio. No se puede ser optimista tras la cicatería mostrada por los ricos en la 28 COP de Dubai, el pasado noviembre, y tras la llegada a la presidencia de EEUU de un negacionista como Donald Trump que posiblemente retirará nuevamente a su país de la Conferencia de París que trata de evitar (con poco éxito) que el calentamiento global supere los dos grados centígrados de aquí a fin de siglo. Ya casi los hemos alcanzado. A este ritmo me temo que los humanos no tendremos otra salida que adaptarnos a un entorno menos amable pero al fin y al cabo eso, adaptarnos, es lo que hemos venido haciendo desde que los primeros homínidos bajaron de los árboles y comenzaron a caminar erguidos. Y ese proceso de adaptación se verá acompañado -y sobrecogido- por fenómenos atmosféricos más violentos y más frecuentes. La reciente DANA de Valencia es el ejemplo más cercano a nosotros y por desgracia me temo que no será el único.

Además de mortífero y caluroso, este año ha sido un año en el que ha votado de una forma u otra el 60% de la humanidad, y eso que en principio es bueno abre paso a un 2025 en el que se agudizará la pugna entre regímenes democráticos y autoritarios por imponer su modelo en el mundo. Los primeros dirigidos por Estados Unidos cuya calidad democrática disminuye según el último informe de Freedom House aunque el sistema dé pruebas de envidiable solidez, y los segundos conocidos como CRINK (China, Rusia, Irán y Corea del Norte) están capitaneados por Beijing que ha perdido fuelle económico pero no la voluntad de disputar la hegemonía a Estados Unidos. Y mientras ellos calientan motores, una mayoría de países del Sur evitan definirse en la pugna que se avecina a la espera de ver lo que pueden sacar de un lado u otro: así, Arabia Saudita, el principal comprador de armas de EEUU, acepta la mediación china para restablecer relaciones con Irán, enemigo jurado de EEUU, y apoya la posición rusa en la OPEP aunque eso también signifique ir contra los intereses de Washington. O Turquía, miembro de la OTAN que compra a Rusia su sistema antimisiles S-400, y combate en Siria a las Fuerzas Kurdas respaldadas por EEUU. Son solo dos ejemplos.

Durante 2024 el Consejo de Seguridad ha estado bloqueado por Washington para proteger los desmanes de Israel en Gaza, y por Moscú para proteger sus propios desmanes en Ucrania, mostrando la necesidad de reformarlo para hacerlo operativo. No tiene sentido que los vencedores de la Segunda Guerra Mundial ¡hace ochenta años! sigan monopolizándolo a expensas de gigantes nucleares como la India, o que no haya ningún país africano o latinoamericano entre sus miembros permanentes. La reforma no es fácil cuando cualquiera de sus cinco miembros permanentes puede vetarla, y la situación empeora cuando países como China y Rusia se consideran Estados-Civilización que están por encima del bien y del mal y pueden hacer lo que quieren, mientras que EEUU no ha necesitado esta conceptualización para también hacer lo que le ha parecido en Irak o Afganistán. Como en “Animal Farm” de Orwell, todos los cerdos son iguales pero algunos cerdos son más iguales que otros. Y eso no parece que vaya a cambiar.

Finalmente, 2024 ha confirmado la ineficacia de las recetas locales para combatir problemas globales (seguridad alimentaria o sanitaria, proliferación nuclear, cambio climático, crecientes desigualdades, regulación de la IA), sin que tampoco se vea en el horizonte la necesaria complicidad entre las grandes potencias para enfrentarlos juntos. El orden multilateral que ha regido desde 1945 da sus últimas bocanadas y nos viene encima un período de desorden que con suerte y con tiempo acabará pariendo un nuevo orden.

Afortunadamente en España tenemos a los Reyes Magos que nos muestran que la magia aún es posible. ¡Feliz 2025!

Jorge Dezcallar

Embajador de España

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