Todos tenemos en mente –además de las tradicionales fiestas conocidas– un números de días, que suelen ser muy pocos, los cuales marcamos en rojo en el calendario. Bien sea por motivos de ocio, de aniversario, o sencillamente como recordatorio de una fecha, de un día, de un momento, que considera uno que no debe de olvidar, y lo que es más esencial... fecha que –además– no quiere uno olvidar.
Y uno de esos días es el 30 de enero, cada treintadenero, todos los treintadenero, y así desde 1998. Van diecinueve treintadenero, y me quedarán tantos como fuerzas tenga y vida me de Dios. Porque cada treintadenero significa –con el paso de los años– mucho más que el vil asesinato de dos amigos como eran y son Ascen y Alberto, algo más que la injusticia y el sinsentido de matar a unos compañeros.
Con el tiempo uno debe de ir modulando sus sentimientos y hacer que la rabia, el dolor, el miedo, la impotencia vayan dando paso a otros que –sin olvidar estos– nos hagan crecer como personas y como parte de un todo que se llama sociedad. Por ello, cada treintadenero voy al cementerio a honrarlos, a la catedral a pedir por todos nosotros y a la calle Don Remondo para constatar una vez más que Sevilla esta con los demócratas, con los valientes, con los que defendemos nuestros derechos e ideologías, y lo hacemos con la mejor arma que podemos tener, nuestra palabra.
Ahora los treintadenero los empleo en contar a mis hijos quienes eran Alberto y Ascen, anécdotas comunes, vivencias, pero sobre todo en contarles a ellos y a todos porqué murieron y, sobre todo, lo que pretendo es que no olvide nadie. No olvidar es recordar. Y recordar es una manera de tenerlos siempre presentes.
Mientras tanto, ¡sé feliz!