Los medios y los días

A dos jesuitas asesinados, in memoriam

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27 jun 2022 / 04:46 h - Actualizado: 27 jun 2022 / 06:46 h.
"Los medios y los días"
  • Joaquín César Mora Salazar y Javier Campos Morales, los sacerdotes asesinados. Signis/El Correo.
    Joaquín César Mora Salazar y Javier Campos Morales, los sacerdotes asesinados. Signis/El Correo.

Ejercer de verdad el cristianismo tiene a veces un alto precio: la muerte por asesinato. Nos acordamos aún del sacerdote Jerzy Popieluszko, asesinado en 1984 por los servicios secretos de la Polonia comunista. De Monseñor Romero, asesinado antes, en 1980, por la ultraderecha de El Salvador, en plena celebración de la Eucaristía, durante una misa. Recordamos a las monjas y la misionera que también en 1980 fueron asesinadas en la guerra civil de El Salvador. Al inicio de la guerra civil salvadoreña fueron violadas y asesinadas las monjas Ita Ford, Maura Clarke, Dorothy Kazel y la misionera laica Jean Donovan, por agentes del gobierno salvadoreño.

En nuestros días también están siendo asesinados sacerdotes y fieles católicos en países en guerra o simplemente por odio contra una de las bases culturales que, con todos sus defectos, dio lugar a Europa y América. La mayoría de los medios influyentes callan de forma cobarde, creen que van a sembrar odio entre nosotros contra los odiadores y por eso, erigiéndose en censores y moralistas con la clámide del servicio público, nos tienen desinformados y les hacen el juego a los asesinos. A eso lo llaman progresismo.

Hace poco les ha tocado morir asesinados a dos jesuitas en la localidad mexicana de Cerocahui. Se llamaban Javier Campos Morales y Joaquín César Mora Salazar. La web católica Signis informa: “El crimen se había registrado la tarde del lunes 20 de junio en circunstancias en que una tercera persona había buscado refugio en la misión Jesuita de la comunidad de Cerocahui en el estado de Chihuahua, tras haber sido herido y perseguido. Signis México manifiesta “la vileza del asesinato de dos sacerdotes de la tercera edad, quienes por años demostraron públicamente fiel entrega al servicio de los más necesitados, especialmente entre las familias de este pueblo originario que forma parte de la identidad mexicana”.

Dicen que ambos sacerdotes aparecieron en la escena de la persecución y fueron asesinados por si servían de testigos. Por supuesto, se hace un llamamiento también al total esclarecimiento de los hechos, algo que, con suerte, tal vez suceda porque en México miles de crímenes quedan impunes cada año, la vida vale poco allí.

Me ha afectado el asesinato porque he estado en Cerocahui en dos ocasiones y he habitado brevemente allí. Es un lugar precioso en las montañas tarahumaras del norte de México donde tuve ocasión de bañarme en su caudaloso río, sosegarme con el verde de sus paisajes y observar los ritos católico-indígenas en pleno sincronismo. Los jesuitas colonizaron aquello. Desde hace años, la localidad está controlada por el narco que goza de más poder que el mismo Estado. No sé si el narco ha tenido algo que ver, espero, con todo escepticismo, que lo aclaren las autoridades oficiales, pero si así ha sido no pasará gran cosa ya que el narco es un Estado dentro de otro Estado. México es un estado fallido, el narco es querido y odiado, crea puestos de trabajo y ajusta cuentas, si por casualidad estás en medio de una de ellas puedes irte al otro mundo. Que México arregle sus problemas, yo sólo deseo que descansen en paz dos representantes de mi cultura que estaban trabajando en aquello que creían: la solidaridad entre la especie humana que hasta lleva consigo el perdón de los asesinos.