Viéndolas venir

A la hostelería le guisan su conejillo

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Álvaro Romero @aromerobernal1
13 dic 2020 / 11:15 h - Actualizado: 13 dic 2020 / 11:16 h.
"Viéndolas venir"
  • Carlos Castro / Europa Press
    Carlos Castro / Europa Press

En medio de una pandemia tan grave como la que atravesamos, es difícil acertar, por no decir imposible. Porque cualquier medida que se adopte salpicará de lleno a algún sector en el que no se había pensado con serenidad. El problema es que, en Andalucía, el sector de la hostelería no es un sector cualquiera, aunque nos pese a veces. Eso nos pasó con la construcción cuando habíamos caído en lo más profundo de la crisis anterior, que no era sanitaria; reflexionamos sobre la necesidad de que nuestra economía no podía basarse en poner ladrillos. Pero la reflexión se quedó ahí, en reflexión. Y, llegado el COVID, nos hemos vuelto a topar con la realidad. Por eso la administración no puede obviar que tiene a un porcentaje extremadamente alto de los empresarios y trabajadores indignados porque el bicho les ha hecho agua y tantas embarcaciones no tendrán más remedio que hundirse.

Después de casi un año aguantando, tirando de ahorros, no cerrando completamente por dignidad y hasta poniendo dinero encima, los hosteleros no entienden, ahora que se ha abierto la mano, que se los utilice como lavado de conciencia administrativa. Todo el mundo puede entrar y salir, ir y volver, y hasta abarrotar los centros y las avenidas, pero de seis a ocho de la tarde es hora de guardar luto, como uno de esos minutos de silencio simbólicos para recordarnos colectivamente que también la alegría de la recuperación ha de tener su cruz. Y ese luto, esa pena, esa responsabilidad preventiva, parece ser cosa del sector hostelero exclusivamente, porque la algarabía continúa imparable hasta el toque de queda.

Alguien de la Junta con verdadero mando debería explicar con rigor la medida, porque sospecho que, tras la propia explicación en voz alta, se podrá producir una de estas dos situaciones: o que el sector comprenda que de seis a ocho de la tarde es prudente cerrar para seguir salvando vidas, o que los políticos comprendan que para seguir salvando vidas hay que tomar otras medidas más estrictas de movilidad que nada tienen que ver con hacerles la puñeta a los sacrificados hosteleros que han de emplear dos kafkianas horas de la media tarde en recogerlo todo y volverlo a montar mientras el mundo –y tantos otros negocios- siguen girando, con sus malas conciencias delegadas en los bares.

Y si ocurre esto, la administración volverá a dar trabajo a quienes reescriben el BOJA, que también tiene su aquel