A la turca

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15 abr 2017 / 22:12 h - Actualizado: 15 abr 2017 / 22:16 h.

Las constituciones no hacen más que decirnos quién manda, cómo debe hacerlo y cuáles son sus límites. Dependiendo de como estén escritas, el Leviatán que de ellas surja tendrá las fauces más o menos abiertas y los dientes más o menos afilados. A fin de cuentas las constituciones son actos de creación de un poder único para un pueblo asentado sobre un territorio delimitado. Vivir bajo un tipo u otro de norma constitucional definirá el modo en que podremos disfrutar de nuestra libertad y de la idea de dignidad e igualdad que se pretenda poner a resguardo. El constitucionalismo como filosofía jurídica y política lleva persiguiendo desde hace siglos que el ámbito de la libertad personal y colectiva sea el mayor posible frente al poder, de tal forma que en la construcción de este último han llegado a invertirse los términos: es desde los derechos de los ciudadanos que conforman la comunidad política como se han ido definiendo los órganos, sus competencias, las relaciones entre ellos y, principalmente, las restricciones a las que su actuación queda sometida. Crear el poder para limitarlo forma parte de la idea de Constitución como acto racional y liberador.

Desde la época de las revoluciones se sabe qué cosas ha de contener una Constitución para responder a esta idea de poder limitado: separación de poderes y derechos fundamentales, como proclamó la Asamblea de los representantes del pueblo francés en 1789. Y así desde entonces, con el añadido de la idea de constitucionalidad, poco más ha hecho falta, a no ser su necesaria actualización y la idea de poner a trabajar al Estado, a ese poder creado, en la consecución de mayores cotas de democracia e igualdad real. Hay pues un paradigma o arquetipo de Constitución de la libertad, una norma ideal con la que es posible comparar a las constituciones reales para ver si se aproximan o se apartan de esa idea virtuosa de Constitución.

Hoy vota el pueblo turco un proyecto de reforma constitucional que sólo por la forma en que se ha elaborado, vigente un estado de excepción y privados de libertad decenas de parlamentarios del principal partido de la oposición, no parece responder a esta idea de creación de un poder para limitarlo y preservar la libertad de los ciudadanos. Más bien parece que estamos ante el fenómeno contrario, ante un proyecto de reforma que por difuminar la separación de poderes y dibujar los contornos de un futuro presidente prácticamente incontrolable, no hace más que fortalecer al que detenta el poder y lo ejerce. Dicen como excusa desde Turquía que se trata de un diseño del poder a la turca, pero hasta en el poso del exquisito café hecho de ese modo se lee la deriva autoritaria.