La vida del revés

Amancio Ortega, su hija Marta y la injusticia con Errejón y Echenique

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02 dic 2021 / 10:47 h - Actualizado: 02 dic 2021 / 10:55 h.
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Amancio Ortega se vuelve a equivocar. Ya metió la pata donando un enorme número de máquinas de última generación a la Seguridad Social; ya causó un escándalo al donar 20 millones de euros a Cáritas; lo de matricular su yate en Malta ha sido insoportable; y, ahora, pone al frente de la compañía a su hija ¡a su hija! ¡a una mujer! No me extraña que Pablo Echenique esté echando las muelas; no me extraña que Íñigo Errejón dé vueltas sobre sí mismo desde el momento en el que se ha enterado de semejante disparate. Ellos eran los candidatos idoneos y todo el mundo lo sabe menos Amancio Ortega.

Es muy posible que si el sucesor de Amancio Ortega fuera un varón no estaríamos hablando de este asunto. Y es muy posible que los mismos que critican esta decisión no sepan quién es el que está al frente del asunto en este momento. Es decir, critican por criticar. Es absolutamente estúpido poner en duda donaciones y que alguien ponga al frente de sus empresas a un hijo.

Esta vez el foco se centra en que tal vez la hija de Amancio Ortega, Marta, no sea la persona más adecuada para ocupar el cargo. Yo no sé si lo es o no; lo que tengo muy claro es que en las empresas hay un buen montón de directivos que no merecen ocupar su puesto (por mediocres) y nadie se dedica a poner el grito en el cielo por ello. Esta vez, el foco se centra en que no es suficiente que hace más de quince años Marta Ortega comenzara a trabajar como dependienta en una tienda de Londrés, para ir aprendiendo y entendiendo la política de la casa. Nada es suficiente si te llamas Amancio Ortega o si eres su hija.

Me aburre este asunto. Creo que no se puede ser más pesado al cargar contra este señor y su fortuna. Si alguien tiene algo que denunciar que se acerque a la sede de los juzgados de su ciudad y lo haga, pero que evite soltar más espuma por la boca.

España necesita empresarios de raza, de los que creen en sus trabajadores y en lo que hacen cada día. España iría infinitamente mejor si la iniciativa privada se activase con fuerza. España está condenada a la mediocridad si todo lo fiamos a las ayudas que nos llegan de Europa y a un gasto público insoportable que tendrán que pagar las próximas generaciones sin comerlo ni beberlo.